En una jornada final de infarto en el grupo IV, la del Cartagonova era la madre de todas las batallas. En la ciudad portuaria coincidieron la alegría por un ascenso cada vez más cercano y el drama del descenso de la forma más cruel. El feudo cartagenerista se vistió de gala para la ocasión. La afición respondió como se esperaba y creó un ambiente magnífico, pero no se alcanzó el lleno. A pesar de que el viernes se habían vendido más de 14.000 entradas, aún quedaban bastantes butacas vacías en el estadio. Eso sí, la afición empujó como nunca en una tarde en la que el equipo les necesitaba. Una lluvia de papelillos lanzados desde la grada dejó el terreno de juego casi blanco al inicio del partido. De hecho, Pau Torres avisó al árbitro al descanso porque era complicado moverse sobre tanto papel. Es la típica escenografía del Cartagonova desde hace varias temporadas en las grandes citas, algo más propio del fútbol argentino que de lo que se suele ver en España.

La modernidad ha llegado a los campos de fútbol, los transistores ya no están a la orden del día, y las aplicaciones de internet son las que dan la última hora de los resultados. Así es cómo en la grada del Cartagonova respiraron durante setenta minutos hasta que el Marbella se adelantó en el electrónico. Entonces saltaron las prisas y los temores en el cuadro local. Nada comparado al drama que vivían en la expedición visitante. El Écija veía cómo el Córdoba B ganaba al Mérida y el resto de sus rivales directos (Linense y Jumilla) también triunfaban en sus compromisos. Al final del choque, el Écija buscaba a la desesperada el gol de la salvación mientras el Cartagena perdía todo el tiempo que quedaba encerrándose en la zona del córner, al más puro estilo ‘Lobo’ Carrasco.

Hasta que todo cambió durante el tiempo de descuento. El Cartagena se enteró de que el Mérida había empatado en ese duelo dramático por eludir la zona roja. Monteagudo se metió en el campo para contener a los jugadores del Écija. Desde la grada todos pedían un armisticio que dejara las cosas en un empate que satisfacía a ambas partes. Los andaluces aceptaron la oferta, y en un córner favorable decidieron sacarlo en corto y esperar el pitido final. «Me comía al jugador que iba a sacar. Le he dicho que sacara la pelota para atrás porque les valía el empate ya y quedaba un minuto. Al final ellos no querían ni atacar porque ellos sabían que podíamos meter un gol», dijo Monteagudo tras el encuentro.

En las filas del Écija aún no sabían cuánto iban a lamentar no haberse jugado el todo por el todo en esos minutos finales en busca de los tres puntos, y hasta qué punto la situación iba a dar un vuelco después del pitido del árbitro.

El colegiado señaló el final y en el Cartagonova se celebraba un primer puesto agónico que han luchado a lo largo de 38 jornadas, y que les coloca a una sola eliminatoria de subir a Segunda. Al mismo tiempo, los jugadores del Écija reclamaban rápidamente un teléfono móvil para ver el final del Córdoba B-Mérida, el partido del que dependía su salvación.

El partido de Córdoba iba con adelanto respecto al de Cartagena. Al iniciarse el descuento, el Mérida había conseguido ese empate que les daba la vida. Con un final muy polémico, en el minuto 102, el conjunto emeritense anotó el gol que hundía al Écija.

Los jugadores, atónitos, cayeron derrumbados sobre el césped del Cartagonova al ver ese final tan cruel para un equipo que fue líder durante la primera vuelta y que nunca había estado en zona de descenso. La afición albinegra, por su parte, les dedicó una serie de cánticos de apoyo a unos jugadores abatidos.

El contraste de emociones que se vivió en el Cartagonova refleja a la perfección lo que es el fútbol; la alegría, la ilusión, la emoción, la crueldad y el desconsuelo. Al grito de «Écija, Écija», los futbolistas abandonaron el césped ante la incredulidad de lo que había sucedido, mientras la afición albinegra esperaba dentro y fuera del estadio para celebrar con los protagonistas el campeonato.

Pancartas de apoyo a Cristo

Los jugadores y la afición no se olvidaron de Cristo Martín. El tinerfeño, que se lesionó esta semana y estará fuera nueve meses por una rotura en el tendón de Aquiles, recibió el apoyo de sus compañeros, y de parte de la grada, donde se vieron pancartas dedicadas al mediapunta del Cartagena. También en la tribuna del estadio veía el partido Aitor Ruibal, el hombre que ha venido del Betis Deportivo a suplir su ausencia durante el play-off, y quién sabe si continuará la temporada que viene. Para ello, se necesita un ascenso que ya está un paso más cerca.