A la vez que mi mente evoca todo lo que ocurrió en Nueva Condomina tras los dos goles de Chrisantus, no se me ocurre otra cosa que pedir perdón. A la vez que los aficionados tienen más confianza que nunca en un equipo que se hace querer, escribo una y otra vez, como si de un castigo se tratase, que ´me equivoqué´. A la vez que el cilicio se aferra fuertemente a la pierna, no me queda otra que prometer que intentaré no volver a hacerlo. Podría ampliar mis disculpas e incluir a los mismos que en verano aplaudieron las incorporaciones de Pedro Martín, Chamorro o Fran Carnicer, y a los que ahora no escucho. Pero no lo haré. Si me tengo que arrodillar solo lo haré ante los protagonistas de esta historia: ese delantero al que califiqué de segunda fila cuando se oficializó su fichaje y que en 760 minutos ya lleva 5 goles, y ese director de fútbol -le pondré el ´ex´ delante por si le doy la misma suerte que al nigeriano- llamado Pedro Gómez Carmona cuyo movimiento cuestioné, cuya apuesta, siempre basándome en los números, siempre mirando las estadísticas, desprecié.

Podría hacerlo a la vez que escribo esta crónica. Una llamada, un WhatsApp... O podría esperar a hoy. Aunque, viendo lo bien que ha sentado al ´9´ grana ese titular que me persigue, seguro que me respaldarán en mi intención de dejarme los perdones para junio, no vaya a ser que mi generosidad gafe el gran estado de forma de Chrisantus y se acaben sus goles ahora que llegan dos meses en los que la afición murcianista quiere oler el ascenso como en esos días de lluvia se huele la humedad o como en fechas primaverales las flores nos entran no solo por los ojos sino también por la nariz.

Solo tienen que poner ´chrisantus´ en Google para saber de qué les hablo. Solo tienen que ver el titular de la tercera entrada que sale en el buscador para entender mi intranquilidad. Porque, por suerte para el murcianismo, por obra y gracia de Gómez Carmona, ese delantero en horas bajas del que les hablaba el 31 de enero se convirtió ayer en la lanzadera de un Real Murcia que, a cuatro jornadas para el final de la liga regular, se sigue agarrando con uñas y dientes a la lucha por el liderato.

No falló el líder Marbella ni el FC Cartagena. Pero tampoco lo hizo el Real Murcia. Y eso que a las 18.35 horas, cuando todavía faltaban diez minutos para que el colegiado señalase el final del partido, los aficionados granas abandonaban las gradas cabizbajos al ver como el Extremadura se recreaba en un baile que ya marcaba un 0-2 claro y contundente en el marcador.

Habían sido tan pesados los dos primeros platos de la tarde, que parecía que nadie se iba a animar a pedir el postre. Los movimientos de Salmerón así lo demostraban. Ni Fran Carnicer ni Elady conseguían resucitar a ese cadáver que habían tirado en medio de la cuneta Kike Márquez, Valverde y Willy. La presencia de trece mil personas tampoco ayudaba. Demasiado nerviosismo en un equipo que nunca se encontró, en unos jugadores muy distintos a los que una semana antes se imponían en el derbi. Eso hasta que salió Carlos Martínez para dejar claro que los pequeñitos también pueden tocar el cielo, y hasta que a Chrisantus le dio por tirar de recursos para ´dedicar´ otros dos goles a LA OPINIÓN.

Fueron tres movimientos claves, cuatro si unimos la decisión de Martín Vázquez de enviar al banquillo al director de su orquesta, que impulsaron los tres balones que salieron de las botas de Forniés y los tres goles que se convirtieron en un orgasmo para una afición que a partir de ahí confundió un simple partido liguero con una final de play off. Fue una remontada que demuestra que no hay equipo más en forma que un conjunto grana al que los jugadores llegados en el mercado de invierno no han podido sentar mejor, fue un triunfo épico que da razón a ese amigo que en las últimas semanas intenta hacerme ver que al final la vida y el amor transcurre por el mismo camino: para conseguir algo solo hay que coger el corazón y tirarlo, luchar por lo que quieres y aumentar la apuesta al máximo. El resto llegará rodado.

Porque ayer el Murcia no ganó por juego, ni por potencial, solo remontó porque creyó, solo se llevó la victoria porque cuando Carlos Martínez se agigantó sobre su 1,71 metros, sus compañeros entendieron que era posible. Mordieron como no lo habían hecho los 80 minutos anteriores y sumaron los kilómetros que anteriormente habían andado. El mejor ejemplo fue Forniés. Todo lo que falló en defensa lo acertó en ataque. De las botas del lateral izquierdo nació ese balón que avisó al Extremadura, ese zarpazo que no fue al corazón, pero que lo pareció. Porque si a los azulgranas les dolió la marcha de Kike Márquez, el gol del exlorquinista les condenó.

Era el minuto 84 y el guión parecía escrito. No hay equipo que disfrute más de los últimos instantes que el Real Murcia. Porque los jugadores viven los minutos finales como si fuera ese cigarrillo tan placentero de después del sexo. Y el Extremadura, al que en la primera vuelta Santi Jara condenó con un tanto en el minuto 92, parecía saberlo. No fue el día del albaceteño, más desaparecido que de costumbre, posiblemente apagado por el recuerdo de ese gol mágico que dio la vuelta a España; pero fue el día de Chrisantus. Primero con el pie, luego con la cabeza, dos acciones, dos centros de Formiés, dos goles del nigeriano, y una remontada que la afición entendió como otro guiño en su camino al cielo. Y allí, por si no lo saben, solo pueden entrar los que hacen los deberes -Chrisantus, Pedro Gómez Carmona...- y los que son capaces de pedir perdón.