¿Cuándo comenzó a practicar deporte?

Desde crío era aficionado al deporte y me tiraba mucho el ciclismo. Siempre veía la Vuelta a España por la televisión, pero por la situación económica, tener una bicicleta de carrera no estaba al alcance de cualquier economía. Algunos amigos míos pudientes sí que la tenían, pero yo no pude hasta que tuve 22 o 23 años. Entonces me hice con una de segunda mano que me costó unas 25.000 pesetas, que en aquellos tiempos sí que era dinero. Para mí fue un desembolso importante.

Entonces no empezó siendo un niño.

Claro. Yo es que me casé con 18 años y con 19 ya fui padre de mi hijo mayor. Por tema laboral y familiar se fue atrasando la compra de la bicicleta que deseaba.

¿Y nunca antes había hecho deporte?

Bueno, mi deporte era el fútbol, pero yo tenía que echar una mano en casa porque mi padre se dedicaba a comprar corderos y a matarlos en la huerta. Por ello, cuando llegaba del colegio, mi madre me daba la merienda y me mandaba con una bicicleta a cuidar el ganado. De niño siempre estaba trabajando y cuando llegaba el verano y mis amigos se iban a disfrutar, yo tenía que quedarme allí. Es que éramos once hermanos, que vivimos aún todos, y había que echar una mano en casa.

¿Después de comprarse la bicicleta empezó a competir pronto o tuvo que aplazarlo?

Entonces empecé a practicar. Recuerdo que nos juntábamos por las noches en la Avenida Infante Juan Manuel un buen grupo de aficionados a dar vueltas por allí, con Iniesta y Molina, gente que llegó a ser algo en el ciclismo. Los fines de semana salíamos desde la Fica y hacíamos rutas por El Garruchal o Mazarrón, entre otros.

¿Qué recuerda de su primera carrera?

No se me olvidará en la vida porque fue en mi barrio, en Santiago El Mayor. La carrera la organizó Tomás Iniesta, un constructor con una afición al ciclismo tremenda. Él hacía carreras por todos lados y puso en marcha esa. Aprovechando que se disputaba en esos días la Vuelta al Campo de Cartagena, se trajo al equipo Orbea con Peio Ruiz Cabestany. Mi sorpresa fue que pese al nivel que había allí, aguanté hasta el final. Fue maravilloso y guardo como paño en oro el recuerdo que nos dieron, una bicicleta de alambre.

¿Cuándo se pasó al mountain bike?

En el 2010,. No llevo mucho tiempo, pero hasta esa fecha hice pruebas de carretera. Todo empezó porque vi en la tienda de mi primo Pedro Morata, de Moto5, una bicicleta de montaña y me decidí a comprar una barata, de mil euros, para probar, y he descubierto un mundo maravilloso. Había llegado un momento en que por la edad ya no podía competir en carretera, pero la montaña tiene algo especial, donde vas a tu marcha. Además, tienes la oportunidad de vivir la naturaleza, recorrer sendas y montañas. Disfrutas de forma diferente.

¿En qué pruebas compite?

Estoy inscrito en la Diputación de Albacete, donde tienen un circuito con 40 carreras que es maravilloso, casi todos los domingos hay una. Ahí es donde yo realizo la mayoría de las carreras, entre 20 y 25 al año, aunque también suelo ir por otras en Alicante. Cuando me subo en la bicicleta soy el hombre más feliz del mundo.

Me han contado también que está recorriendo los puertos más míticos de la Vuelta a España.

Sí, así es. Hace tres años, viendo la Vuelta Ciclista a España, me planteé hacer los diez o doce puertos más conocidos. Empecé en Alicante, por el Xorret del Catí, que es corto pero exigente, pero suelo llevar piñones grandes, adaptados a los desarrollos que puedo mover por mi edad. Después me fui a Navacerrada y subí a la Bola del Mundo, donde pese a la dureza, tuve la fuerza para llegar hasta arriba sin bajarme de la bici.

¿El Angliru es tan duro como parece?

Mira, en Asturias hice la Ermita del Alba, que es muy corto pero duro con rampas del 30%, La Cobertoria y Lagos de Covadonga, que son maravillosos. La dureza la hace el propio ciclista por el ritmo que se impone, pero en el Angliru, en la Cuesta de las Cabras, tuve que poner pie a tierra aunque fui dosificando. Me tuve que quitar el casco y las gafas porque me sobraba todo. En ese momento pensé que no llegaría a la cima, pero lo conseguí. Las subidas las tengo todas grabadas con una GoPro que me compré y también porque busco fotógrafos profesionales en cada zona.

¿Qué puertos le faltan entonces?

Solo los de Andorra. Llegué a estar allí para hacerlos pero me tuve que volver por un problema que tuvo un hijo mío que sufre una discapacidad. Tengo pendiente Ordino Arcalís, La Gallina y La Rabassa.

¿Hay mucha gente de su edad en las carreras?

De vez en cuando encuentro alguno. En las pruebas de Albacete salimos entre 500 y 600 y se pueden contar con los dedos de una mano los que superan los 60 años. El problema, aunque no hay que darle la mayor importancia, es que nuestra categoría es desde 55 años para arriba y es un poco injusto. En Ontur hace poco acabé tercero en Master 55 y el año pasado, en Elda, me dieron un trofeo por ser el más veterano que logró acabar, pero hay muy poca gente que supere los 60 años compitiendo.

¿Cómo saca tiempo para entrenar?

Afortunadamente tengo un trabajo que siempre me ha permitido tener tiempo. Yo tengo un tanatorio y llevo Seguros Ocaso en la zona, por lo que cuando no hay ningún difunto, saco el momento para salir a entrenar. No me puedo quejar de eso, aunque también te digo que eso es desde hace solo cuatro o cinco años para acá.

Y cuando se jubile, ¿qué?

Bueno, en enero cumplo los 65 años y llego a la edad para jubilarme, pero mi hijo dice que estoy muy bien y quiere que siga al frente del negocio. Le he dicho que sin ningún problema, pero teniendo tiempo libre para mí, para tocar la guitarra y salir en bicicleta.

¿Es que también toca la guitarra?

Sí. Hace unos diez años también empecé a tocar la guitarra, que era algo que tenía pendiente. Me apunté al Conservatorio y terminé el grado Elemental de solfeo y guitarra. La verdad es que era el alumno de mayor edad.