Mereció mejor suerte el UCAM Murcia, exclusivamente por el gran papel ejercido durante toda la semana por su técnico interino, el almeriense Luis Casas. Fue capaz de reactivar este ´hombre de club´ del que muchos hablan maravillas a una plantilla que ha dejado mucho que desear durante gran parte de la temporada y que, por caprichos del destino o cuestiones de mal karma, vio como en la tarde de ayer se le escapó un triunfo que, en líneas generales, pudo y debió sumar. Pero durante toda la campaña, una de las frases que más ha retumbado en las paredes de la sala de prensa de La Condomina, volvió a exponerse de forma casi obligada tras el choque ante el Linense. Puedes merecer un resultado, pero precisamente es el marcador final el que te pone en tu lugar.

De ahí que la dirección deportiva de la directiva universitaria, tras considerar que ni Planagumá ni Campos han cumplido con su trabajo, tengan ante sí una de las decisiones más difíciles de tomar. La plantilla reaccionó ante el Linense con Casas al frente, y los jugadores volvieron a ponerse el mono de trabajo por alguien en el que creen, pero sin recoger finalmente el fruto de la victoria. Por tanto, y aunque todas las previsiones caminan ahora hacia la contratación de un nuevo entrenador (Pedro Munitis o César Ferrando), la curiosidad se dispara al pensar que habría sido capaz de hacer, o qué cota habría podido alcanzar, Luis Casas con este equipo, con algo más de paciencia y, sobre todo, de tiempo.

Dicen que lo peor del deporte cuando pierdes (o en este caso, cuando te empatan en el último segundo) no es perder, sino la cara de circunstancia que se te queda después y que tanto cuesta borrar durante. La impotencia se hizo notar de forma abrumadora en las gradas de La Condomina tras el rugido de Wilson Cuero al igualar la contienda, y más aún tras escuchar el pitido final establecido por el colegiado Lou Ballano. No lo mereció el UCAM, ni tampoco Luis Casas.

Pese a que un análisis simple podría hacer demostrar que el empate fue justo, la realidad es que el Linense solo incordió en la recta final del choque. Agitó el árbol el conjunto gaditano y la manzana cayó en el último suspiro, más por insistencia que por atributos, aunque sean muchos los de este equipo que aspira a los puestos de play off de ascenso. Pero el UCAM, que dominó en el primer tiempo, compulsó con pausa un periodo de la segunda, y erró en la sentencia en la fase decisiva del encuentro, fue incapaz de atar una victoria que habría significado un importante paso hacia su objetivo. Por tanto, dos lecturas, por juego y sensaciones, que brindaron a los universitarios un escaso botín, y también mostraron a un Linense que supo jugar y aguantar esa corta desventaja para poder apretar al final y conseguir un importante punto.

En todo caso, las conclusiones del partido llegan más allá del empate final. Jugadores como Urko Arroyo, Cristian Bustos o Kitoko mostraron su mejor versión, y también apareció con buenos minutos, más de los que había gozado hasta el momento, un Gerard Oliva voluntarioso que se convirtió en una gran vía de escape en ataque. Lo que no sorprende tras tantas jornadas de Liga es el enorme talento, combinado con un estado de motivación que alcanza límites estratosféricos, del catalán Marc Fernández. Ha encontrado el UCAM en el extremo a un pichichi de oro, que con diez dianas ya se erige como máximo goleador en activo del Grupo IV tras el ascenso de Loren Morón al primer equipo del Real Betis.

Oxigenado, solidario y autoritario, el UCAM mostró su mejor cara en un primer tiempo en el que no dio opciones a un Linense especialmente talentoso en su línea de ataque. Jugadores desequilibrantes como Juampe, Gato o Stoichkov desaparecieron del mapa durante el primer acto, y fue por el gran trabajo efectuado por el entramado defensivo universitario. A partir de ahí, con esa confianza llegada desde atrás, la imaginación y el afán por presionar de hombres como Oliva, Marc, Urko o Colinas se disparó, propiciando que el UCAM gozara de oportunidades suficientes para inaugurar el marcador.

A los seis minutos colgó con buen efecto el balón Carlos Moreno para que Marc Fernández diera el primer aviso. Estrelló el balón en el lateral de la red, demasiado forzado, pero con toda la puerta para él. Las llegadas se sucedían, aunque no tan claras, hasta que Marc Fernández volvió a aparecer como desatascador. En el minuto 17, recibió en tres cuartos de cancha, dibujó la diagonal hacia el medio y se apoyó en corto con Gerard Oliva. El ´9´ sirvió de cara, Fernández continuó con su carrera hacia el área, y en el mano a mano ante Alberto, cruzó el disparo hacia la base del palo. Jugada diez acorde con las características de un gran goleador.

El UCAM plasmó su comodidad en el luminoso, permitiendo que el Linense solo lograra acercarse al área a través de escasas jugadas a balón parado. Buscó el equipo de Luis Casas otorgar otro golpe de efecto al partido, pero la falta de precisión recorrió las botas de los jugadores universitarios en diversos momentos. Por poco, Julen Colinas no cazó al espacio un envío de Marc dentro del área. Pero por menos milímetros aún, no alcanzó Gerard Oliva dos buenos servicios desde la banda casi en boca de gol, especialmente el segundo, que prácticamente pareció pasar entre sus piernas cuando Oliva ya raseaba el césped para empujar el balón a la red. Eran acercamientos demasiado claros que no concluyeron con un disparo contabilizado por la estadística. En todo caso, esa falta de pegada, un sello característico de este equipo, condenaría posteriormente al UCAM.

La segunda mitad fue excesivamente táctica. Los cambios cortaron el ritmo del partido, en lugar de elevarlo, aunque finalmente la jugada saldría perfecta para el técnico visitante, Julio Cobos. Mauri y Wilson Cuero, quiénes entraron en la segunda mitad gozaron de una llegada cada uno. El primero rozó el gol, y el segundo lo saboreó. Avisó Stoichkov de falta, y Mauri conectó en el punto de penalti en el 84´ un pase de la muerte fantástico de Madrigal que Dani Pérez frustró de forma salvadora lanzándose con todo para taponer el lanzamiento. Sin embargo, fue un viejo conocido por estas tierras el que se erigió como protagonista. El exmurcianista Wilson Cuero, rozando el 93´, puso la bota en el corazón del área para hacer bueno un servicio desesperada de Elías. El balón tocó el larguero y se metió en la puerta de Javi Jiménez. Y tras esa acción, el colegiado pitó el final. Las caras de después, en uno y otro bando, no hay más que imaginárselas.