Es cuanto menos extraño que un árbitro añada cuatro minutos en el primer tiempo si no ha ocurrido alguna lesión grave o alguna pérdida de tiempo motivada. Al colegiado valenciano, Mena Gimeno, no le quedó más remedio que alargar el partido, y descontar otros cinco minutos en el segundo acto. El Mérida, consciente de que un punto sabía a oro por su situación clasificatoria, no ocultó que su deseo era sacar un punto del Cartagonova a toda costa. El resultado inicial valía, y por eso desde el minuto uno las pérdidas de tiempo eran las protagonistas del encuentro. Los saques de puerta se eternizaban, y continuamente había un futbolista visitante tendido sobre el césped y reclamando las asistencias.

El guardameta del Mérida, Felipe Ramos, no vio la cartulina amarilla hasta el inicio de la segunda parte. Aunque podía haberla visto mucho antes. Y el fondo norte la tomó con él. La grada se echaba encima del colegiado en cada interrupción para que no permitiese tal demora, al tiempo que soltaba algún improperio hacia el guardameta visitante, que consiguió salir airoso de la ciudad portuaria, con su meta imbatida y con un punto más en su casillero. Pero la tónica se repetía pasara lo que pasara: Kiu solicitaba las asistencias por un suave balonazo en la cara, Golobart se quedaba un tiempo en el suelo tras un leve choque con su portero, Kike Pina permanecía inmóvil durante varios minutos hasta que entraban las asistencias e inmediatamente se reincorporaba...

En resumen, el Mérida entrenado Loren Morón izó la bandera de ese fútbol canchero cuyo máximo exponente fue Carlos Bilardo, el técnico argentino que llevó a la albiceleste a ganar el Mundial de 1986, y que más tarde entrenó al Sevilla. Para los más jóvenes, Diego Pablo Simeone es lo más parecido que existe en el fútbol actual de élite.

Tanto los jugadores como los aficionados del conjunto albinegro perdían la paciencia ante ese juego tan rácano y considerado antideportivo. Y el Cartagena cayó en la trampa, y no supo doblegar a su rival.

En las filas emeritenses regresaba a Cartagena el canario Germán Saenz de Miera, cuyo paso por la ciudad portuaria dejó más sombras que luces. Un disparo suyo en el segundo tiempo (de los pocos de su equipo) metió el susto en el cuerpo a los locales. Posteriormente fue sustituido y aplaudido por la grada.

Peor recibimiento tuvo el ex murcianista Román Golobart. Tener pasado grana rara vez es plato de buen gusto en Cartagena. Eso sí, el central llegado en este mercado de invierno al Mérida procedente del Elche hizo un partido sensacional y despejó cada balón que se acercaba al área emeritense. Acabó casi cojo el partido, pero fue probablemente el mejor jugador de su equipo. Solo estuvo un año vistiendo los colores del Real Murcia, donde fue prácticamente indiscutible en el centro de la zaga.

Homenaje al fútbol base

En el intermedio del encuentro, más de un centenar de niños invadieron el césped del Cartagonova. Para conmemorar el 25º aniversario de la fundación de la Liga Comarcal de Fútbol Base de Cartagena se celebraron ocho mini-partidillos de cinco minutos entre chavales de diferentes categorías: biberones, chupetas, prebenjamines, benjamines, alevines, infantiles, cadetes y féminas. Numerosos conjuntos de la zona participaron en el evento: EF Los Alcázares, La Aljorra, Cartagena FC, Dolorense, Alumbres, Pozo Estrecho, Juvenia La Palma, Torre Pacheco, Santa Ana, Barrio Peral, El Algar, Balsicas, Pinatar, La Vaguada, Esperanza, y muchos más. Hasta 202 equipos, pertenecientes a 43 clubes participan en esta edición.

El acto finalizó con una foto de familia, en la que reinaba el colorido de las diferentes camisetas de la liga local. En fin, una competición que acoge cada año a miles de participantes de todas las edades, que disfrutan con el deporte rey desde 1993.

Acabado el descanso, se reanudó el juego y la afición contempló como al Cartagena se le escapaban dos puntos en uno de los partidos más incómodos del año.