Érase una vez un pequeño pastor que mientras cuidaba sus ovejas pensó en qué podía hacer para divertirse un poco. «Qué mejor que gastarles una broma a mis vecinos», se dijo. Y, con la idea rondándole la cabeza, ya no hubo nada ni nadie que le parase. «Socorro, que viene el lobo», se puso a gritar, y nada más escucharle, sus paisanos cogieron todo lo que tenían a su mano para acudir en su ayuda. Sin embargo, cuando llegaron junto al pastor se dieron cuenta que todo era mentira. No conforme con ello, a la mañana siguiente, nuestro protagonista volvió a repetir la escena, y su grito hizo que de nuevo los bondadosos vecinos se movilizaran para salvar a la víctima de las garras del lobo. Pero, como el día anterior, los únicos animales que habían al lado del pastor eran sus propias ovejas, y de peligrosas, nada de nada. Pedro, así se llamaba el actor principal de este cuento, acababa de enfadar a todo un pueblo con su broma, y lo acabó pagando. Porque a los pocos días el lobo llegó de verdad, y el quejido desesperado del pastor, pidiendo que alguien acudiese para salvar a sus animales, no fue atendido por nadie.

Me podría haber ahorrado relatarles el cuento. Con solo hablarles de Pedro y el lobo, la historia ya habría aparecido sola en sus cabezas. Pero que hay mejor que por unos segundos volver de lleno a la infancia y recordar un relato que se parece mucho a la trayectoria del Real Murcia esta temporada en Segunda B.

Todo comenzó en verano, cuando los pastorcillos que trabajan en las oficinas de Nueva Condomina gritaron 'que viene el lobo', y allí que acudieron todos, pero a la hora de la verdad el único mamífero presente era un lindo corderito, y de miedo nada de nada. La broma para unos y pesadilla para otros siguió sucediendo, y pasado diciembre, nadie había visto los colmillos de la bestia. Si no se lo creen, que se lo pregunten a los jugadores del Betis B, a los del Lorca Deportiva o a los del Recreativo. Todos ellos acudieron a ver al lobo, pero se marcharon tan contentos y con algún punto en el bolsillo.

Sin embargo, cuando muchos ya empezaban a mirar para otro lado, el lobo apareció, y lo hizo en la situación más complicada. Salvo los más optimistas, pocos daban un duro por el Real Murcia ayer en El Ejido. Numerosas bajas, melancolía en ataque, un campo en el que solo había ganado el Extremadura... Todo eran piedras en una mochila ya de por sí pesada, pero los granas no solo no murieron en el intento de conquistar Santo Domingo, sino que salieron más vivos que nunca.

Como Escipión cuando lideró a los romanos en el asalto a Numancia, a Salmerón no le quedaba otra que confiar en sus jugadores, y no se volvió loco el técnico grana. Mantuvo su bloque y se dejó de inventos para paliar las bajas en su equipo, y después de amordazar a un CD El Ejido que es como los ejercitos pequeños, más impulsivo que ordenado, aprovechó dos penaltis para clavar en la mismísima aorta un puñal que acabaría en apenas cinco minutos con los almerienses.

Aunque hoy todo el mundo se quedará con el resultado, al final es lo que más importa, el Real Murcia, después de muchas jornadas, fue algo más que dos goles de penalti y esa intensidad que parece que fuera de casa aparece con más facilidad que en Nueva Condomina. P

Porque ya en la primera parte, pese a mantener siempre la atención para evitar las contras mortales de los locales, los murcianistas solo necesitaron veinte minutos para ponerse a mandar en el irregular césped de Santo Domingo. No estaba la hierba para bailes, sin embargo Fran Carnicer, que contradijo a Sergio Dalma en eso de que «bailar de lejos no es bailar», renació al ver tantos espacios alrededor. Se insertó entre Juanma y Armando, como esa bombona de oxígeno que permite a los buceadores llegar al fondo del mar, y poco a poco fue ganando terreno hasta el punto de moverse como un pez en el agua.

El Real Murcia era como una lanzadera, y las bandas se hacían importantes, más Juanra que un Fede Vega que parece que ha envejecido cien años en apenas unos meses. Algo parecido le ocurría a Pedro Martín. Se gustaba el Murcia moviendo el balón, crecía a pasos agigantados Juanma; intentaba no desentonar Jordan; pero cuando el balón llegaba al '9' grana ocurría como cuando abres el horno sin respetar los tiempos y el bizcocho se viene completamente abajo. Por más que los granas movían el balón y buscaban el hueco, las pocas veces que consiguieron encender la mecha, ahí estaba el malagueño para convertirse en el mejor aliado de Gianfranco.

Pudo costarle al Murcia muy caro el no materializar sus ocasiones, y si al descanso el marcador no se movió fue gracias a Juanma. El canterano, que ayer le demostró a Salmerón que está para ser muy titular, fue el encargado de despejar un balón que iba directo a Javilillo, quien ya se relamía pensando en cómo celebrar el gol.

Quedaban 45 minutos por delante y podía pasar de todo. Y vaya si pasó, aunque todo fue de color grana. Cayó Elady en el área y el colegiado señaló penalti. Era el minuto 50 y el andaluz no falló. El lobo acababa de enseñar los dientes, pero muchos empezaron a fijarse bien por si era el mismo engaño de otros días y en realidad lo que estaban viendo era un cordero. No hubo tiempo a pensar demasiado. Una acción extraña, en la que Gianfranco golpeó a Pedro Martín, el colegiado fue más que generoso con los granas. Expulsión y segundo penalti a favor.

Si Elady tiró el que le hicieron a él, el malagueño no iba a ser distinto. Colocó el balón sobre el punto de cal y batió a un Cristian al que no le había dado tiempo ni de colocarse los guantes.

Quedaba media hora por delante y con el Real Murcia nunca se sabe, sin embargo, y eso que los cambios siguen siendo un arma más para perder el tiempo que para revitalizar en momentos de debilidad, los granas tenían claro que era su día y que nadie les iba a estropear la entrada en el cielo. Falló una clamorosa Chamorro y se estrelló con el palo Elady, pero nadie lo lamentó, porque todo era felicidad. Ahora solo falta saber si el lobo ha llegado para quedarse o si la magia solo dura cuando la defensa rival es tan torpe para regalarte dos penaltis.