ElPozo se llevó el derbi (7-4) ante el Plásticos Romero Cartagena tras un increíble encuentro en el que los de Duda lograron dar la vuelta a un 0-3 para acabar llevándose un choque que, con orgulloso, puede mostrarse como ejemplo de la emoción, tensión y espectáculo que supone vivir el fútbol sala.

Era un partido especial. Si bien los derbis siempre lo son, en este caso estábamos ante un duelo donde las fuerzas estaban más igualadas que en años anteriores. Además, había cuentas pendientes. ElPozo no había logrado vencer al Plásticos en lo que llevábamos de temporada. Es más, le habían remontado un 0-3 en el encuentro de la primera vuelta y lo habían apeado, en penaltis, de la Copa del Rey, ese trofeo que llegó a las vitrinas de los de Duda el pasado curso. Y los de Juan Carlos Guillamón, con la moral por las nubes y ganas de volver a hacer claudicar a su rival, con el añadido de hacerlo en casa, estaban preparados. Así, se esperaba un duelo de máxima intensidad. Y se cumplió lo aquello a lo que apuntaba.

El adjetivo que mejor encajaría con el inicio del choque sería el de trepidante. Fue ponerse el balón en movimiento y comenzar los esprins. El balón bailaba con celeridad, los jugadores corrían por la pista sin dar un respiro al que lo cubría y las ocasiones, muy pronto, empezaron a sucederse. Y los goles llegarían bien temprano. El primero fue del Plásticos gracias a un error de Miguelín que Ique aprovechó para plantarse solo frente a Fabio y batirlo. En las gradas, había otro duelo. La afición local batallaba con los cánticos de los aficionados del Cartagena, unos doscientos, que trataban de imponer su voz en el Palacio.

No se había logrado recomponer ElPozo del tanto encajado cuando el Plásticos, muy bien plantado sobre el parqué del Palacio, hacía dos nuevos tantos, esta vez obra de Attos al transformar un penalti y gracias a un latigazo de Juanpi desde fuera del área. 0-3 y el encuentro hacía poco que había sobrepasado el ecuador de su primera parte. Las sensaciones eran diametralmente opuestas en cada bando.

Sin embargo, los locales supieron recomponerse, anular la ansiedad que los dominaba y consiguieron, en menos de cinco minutos, dar la vuelta al marcador. Fueron cuatro goles en menos de cinco minutos que destrozaron al cuadro cartagenero. Los tantos, obra de Miguelín, Marinovic y Andresito, por partida doble, lograron que ElPozo se marcharse al descanso por delante en el luminoso cuando instantes antes parecía una quimera. Increíblemente, los de Guillamón estaban dominando cuando se vieron superados por las ganas de los de Duda y no lograron frenar las embestidas de su rival, anulando el buen trabajo hecho hasta entonces. El golpe psicológico fue tan importante que el Plásticos ya no lograría recuperarse por completo a pesar de sus esfuerzos basados, sobretodo, en la fe.

En el segundo acto los goles aparecieron más pronto que en el primero. De hecho, a los dos minutos ya se había visto dos nuevos tantos. El primero, obra de un Pito que fue el más listo de la clase y en un balón largo se adelantó a Raúl para rematar de cabeza y perforar la red visitante. El segundo, esta vez del Plásticos, gracias a un Juanpi muy enchufado cada vez que juega contra sus ex y que, gracias a un disparo desde fuera del área que tocó en un defensor, logró batir a un Fede que en el descanso había sustituído a Fabio, quien vio el resto del choque desde el banquillo por decisión técnica.

Tras el golpe asestado por cada escuadra a su rival en los primeros compases, el choque bajó de revoluciones y se vivieron momento de una calma tensa donde, aunque ya no eran tan intrépidas las acciones de ataque, se respiraba la sensación de que cualquier cosa podía ocurrir. Una calma tensa propia del derbi y fruto de lo acontecido hasta el momento. ElPozo trató de dormir el duelo mientras que el Plásticos metía presión a su rival para obligarlo a que su circulación de balón fuese más rápida y propiciase algún error del que aprovecharse.

El cuadro local, en el que debutaron los brasileños Xuxa y Fer Drasler, se sintió cómodo con el esférico obligando al Plásticos a desgastarse por robarlo. Cuando lo conseguía, montaba ataques dinámicos, pero la fortuna le era esquiva. Y si bien las esperanzas de la igualada se mantenían intactas hasta ese momento, un gol de Miguelín a menos de diez minutos para el final sepultaron parte de las mismas. El tanto ademas servía como parte de redención para el ala balear, que firmaba un doblete, y cuyo falló en un control había propiciado el primer tanto del Plásticos. Si hay que pedir perdón, que siempre sea así.

Guillamón y los suyos no se dieron por vencidos y el técnico hizo enfundarse la elástica de portero a Jesús para jugar en superioridad y tirar de épica para igualar la contienda. Sin embrago, la moneda mostró cruz y encajaron el definitivo 7-4 por medio de Matteus en una contra. El gol dejaría sentenciado un encuentro para enmarcar por la calidad y fe mostrada por los jugadores. Un derbi de esos que demuestran todo lo fantástico que tiene el fútbol sala: competición, rivalidad sana, espectáculo y goles.