Jumilla. Campo de La Hoya. Doce de la mañana de un domingo cualquiera. Los futbolistas saltan al terreno de juego, pero no suena el himno de la Champions ni miles de personas sueñan con grandes títulos. Es Segunda B. Es fútbol modesto. Y ahí se siente cómoda gente como Guillermo Fernández Romo. «Sé relativizar. He perdido demasiado». Cuando escuchas esa frase de sus labios descubres que los ´pobres´ en el fútbol son mayoría. Los malos resultados superan a los buenos, los fallos son mayores que los aciertos, el ruido gana la partida a la calidad... Y ante eso solo hay dos opciones: «quedarte en casa o no rendirte nunca y avanzar». Y este madrileño del barrio de Aluche siempre lo tiene claro. Ahora lidera a un equipo de trabajo que intenta cada día tapar un agujero en Jumilla, sobrevivir en una crisis constante, pero la palabra crisis suena en su boca de manera diferente a cuando aparece en cualquier titular. Y, todo ello, dejando de lado sus ganas de entrenar. Ya lo decía Manel Estiarte, el camino del éxito comienza cuando aprendes a festejar los goles de tus compañeros como si fueran los tuyos propios.

Decía Dante Panzeri que «los únicos tontos del fútbol son los que creen que los técnicos hacen jugar a los jugadores». Rezará mucho cada domingo para que sus futbolistas se levanten con el pie derecho.

No hay mayor realidad y verdad que esa. Año tras año vemos casos de jugadores que con diferentes entrenadores, solamente por ellos mismos, son capaces de hacer las cosas mucho mejor. Porque la verdad está en ellos siempre.

De los jugadores depende ganar y perder, pero los entrenadores siempre están en la diana. ¿En qué falló Ángel Cuéllar?

Hay veces que en las interacciones de muchas personas falla algo. No sabemos el qué, pero lo que si te puedo decir es que no era un problema de motivación, de alegría, de que estuviesen mal con él, sino todo lo contrario. Después de analizar muchos factores, yo entendí que se estaba generando una condescendencia entre la plantilla y el entrenador, y eso genera relajación, porque no se busca culpa en uno mismo para mejorar. Se busca en lo externo, y creo que eso es peligroso. Por eso, cuando llegamos a ese punto, tomé la decisión.

¿Devoraron los jugadores al entrenador?

Yo no lo creo así. Lo que le devoró fue el rendimiento competitivo del equipo, que no está en que te lleves mejor o peor con los jugadores. Está en conseguir que los jugadores rindan al nivel. Era imposible reconocer a los jugadores en el terreno de juego, y eso puede no ser solo culpa del entrenador. Yo también manifesté culpa en los jugadores, más que culpa, responsabilidad.

¿La destitución de Cuéllar fue la primera crisis de la temporada?

Hemos vivido una crisis continua desde el primer día. Lo otro es una crisis de resultados, que eso al final es un mal de todos los equipos. Pero con la palabra crisis hemos convivido desde que llegamos. No éramos capaces ni de contratar a un utillero. Había mil problemas, intromisiones externas, pocas manos para ayudar... No había nada. La mayor crisis para mí fueron los tres casos en los que tuve que intervenir en verano: las renovaciones de Titi y Neftalí, y la rescisión de Perona.

¿Su mayor logro fue la continuidad de Titi?

Con los tres me siento contento de como salieron las cosas, pese a que alguno no pudiera seguir con nosotros. Pero con Titi fue increíble, porque es la primera vez en mi vida que no utilicé un arma económica para negociar, utilicé la empatía. Cuando nos pusimos a la misma altura y empatizamos, llegamos a un acuerdo en la misma tarde.

¿Lo que necesitaba Titi era negociar con una cara distinta a la de las personas que le impidieron salir al Cartagena en enero?

Posiblemente. O a lo mejor lo que había que hacer era sentarse con él y escucharle. Yo le escuché, y a partir de lo que me dijo, hice todo lo posible para que estuviera.

¿Es su mejor fichaje de invierno?

Sí. Nadie va a incorporar ahora un delantero de ese nivel para un equipo como el nuestro. Si encima le sumas a Caye y a Chaco, ningún equipo de nuestro nivel tendrá esa delantera.

¿Está satisfecho con la plantilla que construyó?

Pese a lo mal que estamos deportivamente, sinceramente sí. Pero es verdad que me costó mucho, porque tuve que traer a gente con la que realmente tengo ascendencia, porque no quería venir nadie. Me tocó hacer contratos personales, no profesionales. Catalá, Txomín, Chupe, Miquel... Todos ellos son jugadores que conozco hace muchos años, con los que tengo mucha relación y a los que he convencido para que estén conmigo en este proyecto. Son grandes futbolistas y grandes fichajes, y ahora mismo están a un nivel muy bueno.

¿Siente que tardó demasiado en destituir a Cuéllar?

Decir eso sería ventajista. Además, estaríamos basándonos solo en los resultados. También podría decir que esa decisión la tenía que haber tomado nada más llegar, porque si yo llego y entiendo que no es la persona indicada, debería haber buscado una solución. Pero si decido desarrollar un trabajo común, hay que dar tiempo para que la gente se relacione y se ponga a funcionar. Cuando se vio que el problema era futbolístico, y que era irreversible, se tomó la decisión.

Los que le conocen dicen que lo que a usted lo que le gusta es entrenar. ¿Por qué no tomó en ese momento el mando del equipo?

La dirección general del club y la presidencia me dijeron que yo tenía que ser el entrenador. Pero rechazo esa opción por varias razones. Les argumento que no soy la persona indicada por cuatro razones. Una, porque estaríamos tirando por tierra la estructura de director deportivo que habíamos generado en verano. Dos, porque había sufrido un gran desgaste con los jugadores a nivel extradeportivo, de contratos... Si me he desgastado contigo por mil euros, cómo te voy a pedir luego que presiones o defiendas. Tres, por respeto a mi colectivo y a Ángel Cuéllar. Yo no estoy ahí con la espada de Damocles para ponerme a entrenar. Si hubiera sido así me hubiera quedado en casa esperando que me llamasen para un banquillo, porque en lo que va de temporada ya me han llamado tres equipos y he dicho que no. Y la cuarta razón es porque no tenía energía ni actitud en ese momento para sentarme en el banquillo.

Es decir, que dejó de lado sus deseos por el bien del grupo. Eso es dar ejemplo.

Ojalá salga bien y sea un buen ejemplo. Si algo he aprendido en los veinte años que llevo entrenando a grupos de personas, es que lo mejor para el equipo no tiene nada que ver con lo que es bueno para uno mismo.

¿Está contento con la evolución del equipo?

Estoy contento porque empiezo a reconocer a los jugadores, y para el que hace los fichajes eso es importante.

¿Se hizo Pato rápido con el vestuario?

No, porque al principio le costó. De los cinco primeros partidos, perdió tres. Llegamos al partido ante el Badajoz en una situación complicada, a ocho puntos de la salvación. Quizá esa victoria nos ha llevado a lo demás. El valor es que con el paso de los días ha conseguido demostrar que está capacitado para entrenar a este equipo y a cualquier otro. Le ha demostrado al vestuario que es un tipo en el que confiar, lo que no significa que Cuéllar no lo hiciera, que también lo hizo.

¿El mal inicio ha unido más a la plantilla?

No. No creo que perder mucho te una más, creo que es todo lo contrario. Siempre estás en el filo de romperte, por muy bien que te lleves. Eso es como cuando tú estás en pareja, te quiere mucho, pero peleas siempre. Es imposible que al final eso funcione. Aquí estamos todos para ganar y si de repente entre todos perdemos, eso se tiene que romper, porque llegaría diciembre y habría que cambiar, en vez de cuatro fichajes, a ocho, o a dos entrenadores, o al director deportivo. No ha sido un problema el nuestro de motivación ni de alegría.

Para usted personalmente, 2017 ha sido un año muy duro. Tanto en el Real Murcia como en el Sabadell, le despiden por un cambio de propiedad...

(Risas) Si me lo pones así, me dan ganas de llorar. No me lo había planteado tan mal. En una misma temporada que te echen por dos cambios de propiedad no le ha pasado a nadie. Te digo una cosa, lo de Sabadell fue durísimo, más que Murcia. Es la situación más dura que yo he vivido futbolísticamente en veinte años. Eso sí que no se lo recomiendo a nadie. Fue como que se te muera un padre o una madre, o un hermano. El equipo, pese a las lesiones de jugadores importantes, se quedó donde se tenía que quedar. Fuimos muy competitivos, de dieciséis partidos perdimos tres. Y cuando renuevo y empiezo a pensar en la siguiente temporada, hay un cambio de propiedad y me despiden sin dar la cara. Se hace muy duro. Así que fue una situación complicada, pero bueno, después tuve dos opciones: evitar que no volviera a suceder quedándome en mi casa de Madrid o no rendirse nunca y avanzar. Y ahí me llamó el Jumilla y decidí que podía ser una opción importante para mí.

Y de su estancia en el Real Murcia, ¿qué es lo que más le dolió?

Sobre todo no haber sabido la verdad desde el primer momento. Cuando firmo me hubiera gustado que me explicaran que el cargo tiene fecha de caducidad de tres, cuatro o cinco meses, no por los resultados, sino porque el club está en proceso de cambio y los que mandan tienen mucha prisa en irse. Eso no hubiera cambiado mi llegada, porque el Real Murcia es un club al que hay que venir siempre que uno pueda para desarrollase como profesional, pero esa información me faltó y me condicionó mucho lo que después pasó.

¿Con qué cara se queda, como director deportivo que era, cuando se entera que le han dado un poder a otro para fichar?

Te quedas con cara seria. Ahí no hay risas ni golpes en la espalda. Si ellos deciden poner a otra persona me parece estupendo, pero deben tener en cuenta las consecuencias. No me puedes dejar como un potro de oficina. Eso era a lo que yo me negaba. No solo me quitaban mi valor profesional, sino también el personal, y eso no se lo tolero a nadie, ni al Rey.

Lo normal hubiera sido despedirle el mismo día que daban el poder de fichar a otro.

Yo me quedo en esa situación porque ellos se sienten responsables positivos hacia mí. No me quieren responsabilizar de determinadas cosas ni hacer ver que el culpable soy yo. Ellos piensan ´vamos a intentar si con Deseado empieza algún tipo de relación´. Pero no hubo nada, porque yo con Deseado Flores no he hablado en mi vida. Cuando ellos se dan cuenta de lo que yo ya les había dicho que iba a pasar, de que yo voy a pintar ahí menos que una silla, es cuando deciden tomar una decisión consecuente y despedirme.

Si algo positivo sacó de su estancia en el Real Murcia, es que a la hora de fichar un entrenador, mejor que no sea de la tierra.

(Risas). No creo que sea un caso que siempre se vaya a repetir. Pato, por ejemplo, es vecino. Tiene que ver más con los valores de las personas con las que te relacionas. Hay gente que es muy buena amiga pero no te considera de la misma manera, porque los valores de la amistad de uno no son iguales a los del otro.

Hablemos un poco del presente. ¿Cómo ve el Grupo IV? ¿Tanta igualdad es por debilidad o por poderío?

Voy más por lo segundo. Se nota que hay grandes equipos, que tienen grandes sueldos. Es muy difícil quitarle a un jugador al Badajoz o a El Ejido. Fíjate el traspaso que ha pagado el Extremadura por Enric Gallego, al que por cierto tenía firmado por dos temporadas en el Sabadell. Hay buenas plantillas y presupuestos elevados, por eso es tan difícil.

¿Cuál es para usted el equipo más fuerte?

Por juego, ninguno. Pero yo en esta categoría no valoro tanto el juego como el ruido, y en el ruido el más poderoso quizá sea el Extremadura. Aunque luego en la primera vuelta tampoco ha sido tan determinante. A ver qué pasa.

De momento, el FC Cartagena es campeón de invierno. ¿Lo ve capaz de mantenerse?

El Real Murcia, el Extremadura y el UCAM van a apretar bastante, y aguantar en el liderato será difícil, pero el Cartagena es un equipo equilibrado en todos los sentidos, no solo en lo futbolístico. Es un club que transmite sosiego -directivos, entrenador...-, y creo que eso es positivo para ser regulares. No es fácil ser campeones de invierno dos años seguidos, sobre todo porque no tienen tanto presupuesto como el Extremadura y otros clubes.