Baloncesto y espectáculo, gracias a la NBA, siempre han ido de la mano, formando un binomio indivisible. La ciudad de Murcia, gracias a la llegada del Júver a la ACB en 1990, tuvo que esperar hasta la última década del siglo XX para descubrir otro de los ingredientes de este deporte. Y fue en 1991 cuando el club decidió añadir a sus partidos un cuerpo de baile al más puro estilo estadounidense. Desde entonces, hace ya más de 25 años con alguna interrupción, los tiempos muertos han estado amenizados por música y coreografías de varias generaciones de jóvenes. Marta Miralles, Encarnación Belmar, Ascensión López, Rocío Marquina, Tania Hurtado, Lorena Nicolás y Amparo Guillamón forman hoy ese equipo de cheerleaders del UCAM Murcia que, sea cual sea el resultado, nunca pierde la sonrisa. Pero antes hubo muchas más.

Raquel Vivancos, por ejemplo, hacía danza clásica en 1991. Una noche, tomando unas cervezas por las tascas, llegó a sus manos un cartel anunciando el nacimiento de las cheerleaders. No lo dudó, se presentó a las pruebas y se quedó: «Fueron años maravillosos, la mejor época de mi vida. Estuve desde el nacimiento hasta 1997», dice esta murciana que ha encontrado en su sobrina Rocío a su sucesora.

Años después, en 1995, llegó Mariola Llanes. Ella también bailaba y vivió una época esplendorosa, como la Copa del Rey de Cáceres, donde el cuerpo de baile del CB Murcia fue elegido para representar a la ACB. En 2004, muy a su pesar, lo tuvo que dejar para ser madre.

Ana José Martínez estuvo entre 1995 y 1998. Hacía danza, pero buscaba algo diferente. «La Copa del Rey de Murcia, el All Star que también se jugó aquí... fueron muchos acontecimientos, nos pagaban el vestuario y hasta salimos en una ocasión en el programa Caiga quien caiga», recuerda.

25 años de Cheerleaders en el baloncesto en Murcia

25 años de Cheerleaders en el baloncesto en Murcia

Ascensión López lleva ocho años en este ´equipo´. Había pertenecido con anterioridad al grupo de animadoras del equipo de voleibol del Grupo 2002, pero un día escuchó en la radio una cuña que cambió su vida. «Bailaba por hobby en una compañía de danza, pero quería algo más», dice una joven que trabaja en una asesoría y saca tiempo para ensayar los viernes por la tarde y estar los domingos desde las ocho y media de la mañana en el Palacio para prepararlo todo. Su compañera Tania Hurtado es otra de las actuales componentes del grupo. Lleva tres años, tiene 30 y trabaja en el Centro Deportivo la Flota. «Son muchas horas de entrenamiento, pero lo pasamos muy bien bailando», afirma.

Lorena Moreno entró en 1999 y estuvo hasta 2001. Entonces era una chica que «siempre bailaba danza y moderno», a la que llamaba la atención actuar en público. Ahora sigue haciéndolo «en los carnavales», aunque siempre que se lo permite su niño, lo mismo que le ocurre a Tatiana del Moral, que también es madre y fue una de las pioneras. «Yo estaba haciendo la carrera de danza cuando me presenté a un casting. Lo único que buscaba era bailar, me daba igual lo que fuera», recuerda.

Virginia Rubio también fue una de las chicas que en 1991 realizó la primera actuación en el Príncipe de Asturias. Su trayectoria fue larga y «tuve la ocasión de disfrutar de la Copa de Cáceres, donde me llegaron a pedir autógrafos», recuerda.

Rocío Sanz, madre de un niño, ha pasado de bailar a ser la coreógrafa del grupo. Llegó en 2004 tras invitarla Olga Atienza, la coordinadora, a realizar las pruebas, aunque ella ya era aficionada al baloncesto «porque mi padre, que jugó muchos años, me llevaba a los partidos». Ahora se inspira en la NBA para elaborar los números, sobre todo de los «Miami Heat y Chicago Bulls, ya que allí también hay equipos que tienen cheerleading (acróbatas)», dice Sanz, quien afirma que «nosotras no enseñamos a bailar porque están muy preparadas».

Olga Atienza es la coordinadora del club desde 1995. Cuando recibió la llamada de la directiva que encabezaba Juan Valverde, «desconocía totalmente el baloncesto, no sabía ni que existían las cheerleaders aquí». En todo este tiempo «lo hemos pasado mal y bien, sufrimos como cualquier aficionado, incluso más porque trabajamos para el club», admite, pero siempre con un gran espíritu de «compañerismo, porque a todas nos gusta bailar y pasar un buen rato» pese a que a veces «hay que improvisar cuando la megafonía del Palacio nos juega malas pasadas».

El reencuentro

Varias generaciones de animadoras, de nuevo juntas

LA OPINIÓN reunió a diez cheerleaders de todos los tiempos en una imagen para la historia. Algunas de ellas ahora son madres, aunque todas mantienen la pasión por el baile. El reencuentro sirvió para revivir anécdotas, recordar los espectaculares números y esas dos Copas del Rey, la de Murcia y Cáceres, donde fueron grandes protagonistas.