A estas alturas de la temporada, con el Grupo IV tan igualado -o tan irregular en su parte alta, según se mire- lo único importante es ganar. Ni ´jogo bonito´ ni otras pantomimas. Sumar de tres en tres se convierte en el quebradero de cabeza de todos los equipos llamados a alcanzar los puestos de play off de ascenso a final de temporada. Y el UCAM, un enfermo que se encontraba cerca de la UVI en las últimas semanas, ha retomado fuerzas con un triunfo tan vital como indispensable.

Sin alardes ofensivos, seguro, y oxigenado gracias al buen trabajo de un tipo condenado a ser clave en el equipo universitario como es Ritchie Kitoko, el UCAM Murcia cosechó su primer triunfo en Liga de la ´era Campos´ ante un filial que depende demasiado de los chispazos de calidad de sus hombres más talentosos. Una vez frenado ese ingenio califal, el UCAM no tuvo más que explotar algunas de sus virtudes para encauzar la victoria: el balón parado, trascendental en esta categoría, y la profundidad por banda para generar peligro.

Lo tenía bien claro el propio técnico universitario, un José Miguel Campos que da rienda suelta a sus hombres de ataque para encimar la portería contraria, pero que no pasa ni una cuando a su equipo le toca defender la posesión contraria. Apuntaló la medular con Kitoko, dio aire a Vivi, y edificó un bloque compacto de líneas muy juntas muy difícil de sobrepasar. Campos, del mayor defecto de su equipo, que no es otro que el poco peso que sus centrocampistas tienen en los partidos, obtuvo el mayor botín posible ante un Córdoba B que sin espacios se ahoga. La muestra, el gran número de robos que consiguió el UCAM Murcia, y la falta de conexión de un filial verdiblanco que no se encontró cómodo nunca con balón en los pies.

Los universitarios arrancaron el partido con un bloque medio de presión que fue necesario para imposibilitar la salida de balón limpia del Córdoba B. Fue así como, tras rápida recuperación de balón, Urko Arroyo y Quiles empezaron a acercarse al área. Sin embargo, sin la precisión necesaria para enlazar una buena jugada que se culminase en gol, el UCAM Murcia consiguió extraer grandes réditos de esos acercamientos. Los saques de esquina y las faltas laterales se fueron precipitando como una cascada, y con especialistas de la talla de Góngora, termina por ser imposible que el peligro no llegue a la portería rival. Fue así como en la tercera oportunidad desde el córner, Fran Pérez abrió el marcador. En el minuto 21, el central, imperioso siempre en el remate de cabeza, se levantó por encima de todos sus rivales para aprovechar un envío medido de Góngora a su testa. El remate, que botó poco antes de llegar a la línea de gol, entró ajustado al palo y siendo imposible de detener por Marcos Lavín.

El partido prosiguió por las mismas directrices, ya que el UCAM, más liberado tras romper la igualada inicial, mantuvo la idea inicial en busca de un nuevo golpe que sirviera para domar el partido con total tranquilidad. Mediada la primera mitad, Chevi se lesionaría, por lo que Campos, técnico universitario, dio entrada a David López, colocado detrás de Quiles y como buen conector de juego entre las bandas.

Fue gracias a una jugada de esas características como el UCAM consiguió forzar el penalti que se tradujo en el segundo gol universitario. Marc Fernández caracoleó y fintó dentro del área tras recibir de David López, y aprovechando un mal gesto en forma de entrada de Rubén García, el extremo universitario buscó y encontró la pierna de su rival para ser derribado en el área. Un penalti tan absurdo que pareció muy claro en el acto, y que el colegiado Muñoz Piedra no dudó en señalar.

Góngora, entonces, apareció en el 31´ para ampliar la ventaja desde los once metros. Ajustó el lanzamiento a la base del palo haciendo inútil la estirada del meta visitante, Marcos Lavín.

No obstante, pese a que los universitarios continuaron sin sufrir ante el juego de control del Córdoba B, y gracias a una renta de dos goles que el UCAM no saboreaba desde la jornada cinco en Nueva Condomina, los visitantes volvieron a meterse en el partido casi sin querer. Sebas Moyano, eléctrico en banda derecha aunque también demasiado solo, la colgó desde el costado buscando a uno de sus compañeros. Sin embargo, de forma sorprendente, se alió con Kitoko para reducir distancias en el marcador. El congoleño, de forma inexplicable, introdujo el balón en su propia escuadra al conectar la pelota con la cabeza. El gol llegaba en el peor momento para los universitarios, justo antes del descanso, y al igual que les sucedió la pasada jornada en el Romano frente al Mérida.

En todo caso, el Córdoba B ganó tras el descanso algo más de valentía, pero no precisión ni frescura en la toma de decisiones. El UCAM, apurado en alguna acción con balón en línea defensiva, continuó pese a ello sin sufrir demasiado. Y además, gozó de buenas internadas por banda para sentenciar el partido de una vez por todas. Eso sí, ni Quiles ni Marc Fernández encontraron puerta, y cuando lo hicieron, se toparon con un Marcos Lavín que ganó en seguridad con el paso de los minutos. El UCAM mostró entonces el practicismo que denota el perfil de su entrenador: cedió metros, resistió tanto con seguridad como con comodidad, y buscó la el gol de la tranquilidad en transiciones rápidas. No hubo sentencia, ni grandes alardes futbolísticos, pero el técnico mazarronero José Miguel Campos jugó la partida sin prisas y sin ansias y encontró el premio que las dos semanas anteriores se le resistió a su equipo. Gracias a una victoria así, el UCAM gana tiempo y credibilidad en el Grupo IV. Ahora puede respirar con más tranquilidad.