Ya roncan los rufianes al sonar la despierta, ávidos con sus dagas, torva mirada negra... Sí, si no logra enderezar el rumbo a tiempo, se avecina el amanecer en el que Zidane andará su último trecho blanco; en los aledaños del Bernabéu ya se escuchan los trajines de la erección patibular. Después expondrán sus restos en el funesto rollo futbolero de los cesados, como en la Edad Media se exponían los de los malhechores ejecutados en las entradas de los burgos para dar ejemplo, en forma de mil explicaciones tertulianas sobre sus fracasos y carencias.

La memoria del fútbol es corta y en el español aún más efímera. Para muchos madridistas, hasta septiembre era Dios y ahora Lucifer. Ha bastado un mes y medio de penurias goleadoras para que el aura mesiánica se le haya enroscado al cuello cuan soga patibularia. Un año y medio de triunfos extraordinarios sin precedentes, al albur de media docena de partidos malos. Así es este deporte. Cuanto más te quiero más te mato. Un tobogán de locos. Pero bendita locura para tantos millones de aficionados por todo el mundo.

Zidane cultivó con éxito el jardín que ahora le devora, tras heredar el enésimo erial deportivo de don Florentino. Un equipo plagado de medias puntas, al gusto del amo, que ahormó dotándole con la solidez de Casemiro en el medio centro, su inicial apuesta visionaria, liberando a Kroos y Modric del penúltimo marrón defensivo; circunstancia que esbozó su antecesor Benítez sin perseverancia ni convicción. De esa manera, los laterales Carvajal y Marcelo podían subir al ataque con más libertad y Ramos ejercer con menos preocupación su tendencia a distribuir juego desde atrás, y acudir con asiduidad al remate, así como Varane, aparte de acercar al alemán y al croata al área contraria con el peligro añadido de su indiscutible clase. Un peón estratégico fue suficiente para encajar los alfiles y caballos propios en el tablero contrario, propiciando de paso más lucimiento a los puntas; ahora tres, ahora dos -incluso hasta el barullo si la necesitad apretaba- en función de las esporádicas disponibilidades de Bale o las irrupciones desde el banquillo de Vázquez, Isco, Asensio y Morata, fundamentalmente, con James, Nacho, Pepe, Kovacic, Mariano y Danilo de bomberos. Después puso en liza a todos los secundarios, su segundo gran éxito, y ganó partidos claves en un final de temporada catártico, donde afloraron sus enormes cualidades como gestor de recursos y egos, cuidando hasta la delicadeza a los tenores blancos: Cristiano, Benzema y Bale; su tercer acierto enorme. En resumen, una gestión valiosísima con dos Champions consecutivas y una Liga en medio, al margen de otra media docena de trofeos mundiales menores. En menos de dos años es imposible mejorarla.

Pero como en el fútbol el hoy es ya antes de ayer, henos aquí con su cabeza más cerca del mal rollo que del reciente laurel, y en lontananza cabalgan amenazantes los apocalípticos con sus relucientes guadañas en ristre. Incluso ya suena un posible sustituto, al parecer nuevamente del gusto presidencial, Pochettino, que ha podido ser el brazo ejecutor del francés. Sus dos partidos dirigiendo al Tottenham, con un merecido empate en el Bernabéu y una gran victoria en Wembley, pueden pasar a la historia agridulce blanca; descabalgados, pero con el fichaje en ciernes del técnico argentino y el del inglés Kane, que en efecto es bastante más que un eficaz goleador.

Es cierto que Pochettino en Europa y Machín en Liga, el técnico del Girona, le dieron un repaso táctico a Zidane, por encima de la actitud de algunas figuras inapetentes, pero también que el francés suele aprender rápido de los errores. Supongo que no volverá a desarmar al equipo con solo tres defensas, dejando al descubierto tanto las carencias de Casemiro de central único como las del equipo sin él mismo de medio centro, y liberará a Cristiano de jugar encajado entre los centrales rivales sin espacio para explotar su potencia con unos metros de margen de maniobra. Marcará goles siempre, pero los siete u ocho que debería llevar más en esta liga seguramente explican parte de los mismos puntos que el Barça le lleva de ventaja.

Yo no daría por muertos a Zidane ni al Madrid, aparte de la magnífica trayectoria del Barça con el pronto ilustre Valverde al frente. Tan importante como la superación de su fracaso agosteño frente a los blancos y la sordina respecto al enrarecido entorno. ¡Ahí es nada!