Llegaba el Real Murcia a Nueva Condomina como el paciente que es trasladado al quirófano. Da igual si la enfermedad es más o menos grave, ver las puertas de acero inoxidable al final de un pasillo frío y vacío hace temblar a cualquiera. Por lo menos durante los instantes previos, porque en el momento decisivo siempre queda el consuelo de que el anestesista haga el trabajo lo más rápido posible. Y ayer, para suerte de Raúl Moro y Deseado Flores, el doliente no tuvo tiempo ni para empezar la cuenta atrás, porque el especialista, llámenlo Pedro Martín, apenas tardó un minuto en administrar la sustancia que dejó inconsciente a una afición que acudía con el temor de sumar un nuevo ridículo en una temporada que solo acaba de empezar.

La semana había sido más que complicada. Si los ánimos venían cargados, la derrota y la imagen dejadas en Córdoba, agravó la situación hasta el punto de que, con Víctor Basadre descartado como posible entrenador principal, a los responsables murcianistas no les quedó otra que lanzarse a la búsqueda de un técnico contrastado que actuase como bálsamo si el Marbella daba el golpe en Nueva Condomina. Pero, como el fútbol es imprevisible, los pañuelos y los improperios quedaron descartados en el primer minuto de juego, cuando la insistencia de Pedro Martín encontró la inestimable colaboración del meta Wilfred. En un balón sencillo, que llegaba manso, el portero del Marbella se mostró como un mal placador. Y ahí estaba el '9' grana para dejar constancia de que este año ha llegado para encabezar la tabla de 'pichichis' de Segunda B.

Era el primer minuto y el Real Murcia de los horrores ya era mirado con otros ojos por una grada que ha sufrido ya tanto que se conforma con algo. Y ayer ese algo no pudo ser mejor que el marcador, que, guste más o menos, es único que importa en el mundo del fútbol. Pues eso, el 3-0 que brillaba al final en los videomarcadores de Nueva Condomina, fue lo único destacado, porque a la hora de analizar el juego y las sensaciones, el equipo volvió a quedar más que en entredicho.

No hizo muchos cambios Víctor Basadre en el once titular. La línea defensiva, dada la ausencia de alternativas, y los hombres de ataque están más que claros, los problemas aparecen en el centro del campo, donde en nueve jornadas se ha abierto una grieta importante, por no hablar de una de esas fallas que provoca terremotos. No experimentó el técnico interino. Independientemente del estado de forma de Armando y David Sánchez, ambos son los más contrastados y, por tanto, los que deben estar en el terreno de juego cuando las cosas no van bien.

Poco se puede analizar del momento que vive el Real Murcia y de si después de dos semanas sin Sanlúcar, los jugadores están ya en la onda. Todo porque el gol de Pedro Martín en el minuto 1 tranquilizó a un equipo al que le tiemblan las piernas como a un niño cuando no encuentra el interruptor para encender la luz e iluminar una habitación oscura. Pero una cosa es que el tanto del '9' grana tranquilizase los ánimos y otra muy distinta es que los murcianistas fuesen capaces de sentirse dueños del partido, porque eso no lo lograron ni dos minutos seguidos.

Nadie se inmutó ni se lanzó a conquistar el corazón de una afición herida. Los jugadores del Real Murcia están en otra guerra, la misma que se ha ido repitiendo cada temporada en la que la billetera ha sido importante en el mercado de fichajes. Ni Armando ni David Sánchez cogieron la manija del centro del campo, y Santi Jara tardó demasiados minutos en activarse. Mientras que Pedro Martín y Víctor Curto, posiblemente aleccionados a lo largo de la semana por Basadre, se preocupaban más de tareas defensivas que de incordiar a los centrales rivales, Elady Sánchez era el único que intentaba ver si Wilfred seguía siendo un aliado.

El 1-0 mantenía a la grada dormida, tanto que la desgana, pese a ser la misma de otras semanas, no era castigada con los típicos pitos. Posiblemente porque el Marbella tampoco encontraba la fórmula para hacer sangre a una defensa que más que dar miedo hace gracia. Aunque, pese a que Basadre en rueda de prensa quitó valor a las ocasiones falladas por los visitantes, a la media hora más de uno se puso a rezar cuando los de Estévez parecían desperezarse. Tuvo que aparecer San Biel Ribas para presumir de cuerpo y frenar a un Añón que no estaba dispuesto a desaprovechar un precioso pase que le dejaba solo delante del balear.

El susto hizo reaccionar al Murcia, que, por primera vez en la campaña, dio sensaciones de haber ensayado alguna jugada de estrategia. Se demostró en el minuto 35, aunque el remate al larguero de Víctor Curto no tuvo valor al ser anulado por fuera de juego. Fue la última jugada del delantero en el choque de ayer, porque minutos después tenía que abandonar el campo entre lágrimas por una lesión que puede dejarle varios meses fuera del terreno de juego.

La segunda parte no cambió demasiado el guión. El Real Murcia mataba cada vez que pisaba el área, y el Marbella se encontraba con demasiados obstáculos en el camino. Mientras que Chamorro hacía que se elevaran los rezos de una grada que al minuto de la lesión de Curto ya le echaba demasiado de menos; Santi Jara levantó la mano para avisar de que estaba en el terreno de juego. No fue el mejor partido del albaceteño, que apenas dio muestras de su calidad, pero solo necesitó una jugada para convertirse en el mejor bailarín de la noche. Tras combinar con Pedro Martín, el extremo se adentraba en el área para recortar a Pavón y, con un potente disparo cruzado, batir a Wilfred.

Sin apenas despeinarse, el Real Murcia ya tenía encarrilada la victoria, la segunda de la temporada, la primera después de cinco jornadas sin ganar. Solo faltaba no conceder córner ni faltas cercanas al área, donde la defensa grana tiritaba de tal manera que cualquier médico hubiese sacado el termómetro para comprobar la temperatura corporal de los de Basadre. Pero como ayer todo estaba de cara para los granas, los fallos defensivos intentaron ocultarse, como también hizo el técnico en rueda de prensa, porque por segunda vez en el curso se consiguió cerrar el choque con la portería a cero.

Asustó Pavón en un saque de esquina en el minuto 63 y lo volvió a hacer en el 69 Catena, éste en una situación incluso mejor, pero el palo le demostró al Marbella que no era su día. Los andaluces no desistieron demostrando que el Real Murcia es tan pequeñito que, pese a sus múltiples quilates, no es capaz de coger el látigo y tomar el control. Añón y Juanfran siguieron intentando acortar distancias y provocar el pánico, pero Elady acabó con cualquier fantasma cuando en otra jugada individual se llevó el gol que llevaba buscando toda la noche.

Un 3-0 que no significó el bautizo del Real Murcia como bloque, aunque es suficiente para frenar una herida que empezaba a sangrar demasiado.