Hacerlo peor que el rival le supuso al Murcia una dolorosa derrota ante el UCAM, pero fue una imagen tan mala que sobrepasó al terreno de juego y también se tradujo en una cuestión de mala educación, ya que los granas vieron, entre jugadores y cuerpo técnico, hasta tres tarjetas rojas en el duelo ante los universitarios.

A los quince minutos se produjo la única expulsión que era difícil de evitar. Santi Jara entró con ímpetu y levantó la pierna en exceso hasta que impactó en la cabeza de Góngora, una acción que con el reglamento en la mano mandaba a las primeras de cambio al exjugador del Racing de Santander a los vestuarios. Nadie interpretó voluntariedad ni maldad en la acción, pero fue un lance desmedido que este curso se va a traducir en tarjetas rojas cada vez que los colegiados se enfrenten a una acción de este tipo.

Y por si la expulsión de Jara, uno de los jugadores de la plantilla que más calidad tiene y que mejor desborda, hacía mucho daño en el capítulo deportivo, tampoco desde el cuerpo técnico se le dio muy bien ejemplo a los pupilos de Manolo Sanlúcar. Sin ir más lejos, el delegado del conjunto grana, Antonio Morote, fue expulsado por el colegiado Ricardo Escudero Marín en el minuto 78 por «protestar de forma ostensible una decisión técnica mía», tal y como recogió el árbitro en el acta del encuentro.

Y después llegó el tercer regalo para la afición grana de uno de sus jugadores, en este caso el portero Biel Ribas, quien se empeñó en obtener en el acta arbitral el protagonismo que no fue capaz de tener defendiendo la portería murcianista. Así el balear, nada más acabar el choque, se ganó la primera amarilla por protestarle algunas decisiones al colegiado, pero el exportero del UCAM, no satisfecho, esperó a llegar al túnel de vestuarios para dirigirse «a mi árbitro asistente nº1 en los siguientes terminos: 'os ha venido grande el partido'», una frase poco ocurrente e impropia de un jugador de su experiencia que va a tener consecuencias en forma de castigo. Demasiadas expulsiones para un equipo que desde que encajó el primer tanto Quiles se tendría que haber preocupado de otras cuestiones mucho más importantes que el criterio del colegiado.

Ayer en Nueva Condomina se produjo la mejor entrada de la temporada con 11.364 espectadores, aunque otro de los aspectos más tristes del encuentro es que muchos aficionados, con veinte minutos por delante después de ir perdiendo por 2-0, prefirieron dejar sus butacas para no seguir viendo cómo un equipo que el curso pasado le metía el miedo en el cuerpo a sus rivales ha pasado a ser un gatito tierno al que sobra con entretener dándole unos sorbos de leche bien caliente.

Y hablando de caliente, para temperatura la del palco del coliseo grana, donde hacía ya mucho tiempo que no se dejaba ver el alcalde de la capital, José Ballesta, acompañado de su concejal de Deportes, Felipe Coello, quienes no quisieron perderse el choque desde la primera fila de la zona noble. Y es que, por si alguien todavía no se ha enterado, el presidente del Murcia, Raúl Moro, tiene en la nómina del CB Myrtia a un hijo de Ballesta y otro de Coello, un motivo que ha llevado a los mal pensados a abrazarse con más fuerza a la teoría de que las buenas relaciones entre el consistorio y la entidad grana han tenido más que ver con parentescos familiares que por respetar a la entidad deportiva más importante de la Región. ¡Y lo que te rondaré, morena!