Por habitual, es un viaje de ida y vuelta en los grandes, solo hay que mirar la historia para comprobarlo, y únicamente los muy grandes permanecen. Madrid, Barcelona, United, Bayern, Milán, Inter o Juventus, que protagonizan las mejores páginas del fútbol europeo, lo conocen en carne viva.

Esta temporada parece que el Barça continuará el calvario iniciado cuando se desarmó el grupo de futbolistas que lo hicieron el más grande hace pocos años. Y el Madrid, por el contrario, apunta maneras de continuidad en el éxito reciente desde que Florentino Pérez le confió la aguja de marear a Zidane.

El vodevil deslumbrante de Neymar ha puesto de manifiesto la diferencia entre la lealtad canterana y el egoísmo figurón. Pero no todo es achacable a la apetencia dineraria, cuestión esencialmente humana, sino a los principios. El añorado Xavi ha dejado dos frases para la reflexión. Dice que jamás hubiera repescado para el Barça a quien desertó, quizás por Piqué o Cesc, y no entiende que nadie quiera dejar ese club. Al extraordinario jugador de Tarrasa le ha traicionado su inextricable corazón culé. Los dos primeros se marcharon de la Masía a Inglaterra por carecer de perspectivas en el primer equipo, cuando en el Barça aún deslumbraban los rescoldos holandeses y se aspiraba a los grandes fichajes foráneos: Ronaldinho, Deco, Eto'o, etc., con él mismo e Iniesta de comparsas -el manchego fue suplente en la final de París de 2006 de Rijkaard y él ni la jugó-; y Neymar se ha marchado buscando el brillo personal indiscutible y el dinero; lo mismo que le hizo cruzar el Atlántico hacia el Mediterráneo. El tan ingenuo como magnífico futbolista Xavi no debería pedirle peras al olmo, aceptando que él tuvo la inmensa fortuna de protagonizar la única etapa azulgrana donde se apostó de verdad por la cantera, gracias a los colgantes de Guardiola, coronada por su mejor época histórica. Ahora es otro cantar, aunque albergo la esperanza de que la fuga del carioca permita que Deulofeu alumbre por fin su extraordinaria clase.

Esta temporada ha empezado para el Real Madrid como acabó la pasada, con el oro de cara y una plantilla cargada de juventud, entusiasmo y clase, y mientras Zidane pueda maniobrar - ya dijimos que puede ser el Di Stéfano de Pérez-, brillará un modelo de éxito que puede propiciarle sus mejores años desde los lejanos cincuenta del siglo pasado.

Se han cambiado las tornas y parece que aquel lejano ideal de Florentino de Zidanes y Pavones, que tanta ilusión despertó en el 2002 para marchitarse al poco, puede hallar su lugar al sol. Los Carvajal, Lucas, Vallejo, Llorente o Varane, con mención especial para el deslumbrante Casemiro; canteranos unos y llegados muy jóvenes otros a la casa blanca, amalgamados con las figuras actuales y las que puedan llegar, aseguran una línea de trabajo -los principios que decíamos- tan ilusionante como exitosa. Esperemos que Pérez y sus adláteres no se cansen pronto del sorprendente modelo triunfal que ni ellos mismos previeron -ni esperaban- cuando buscaron en Zidane la solución de emergencia tras liquidar a Benítez. El fútbol mundial, y en especial el español, lo agradecerán tanto como los aficionados merengues.

Quien de momento se escapa de tal montaña rusa es el Atlético, que mientras Simeone aguante tiene asegurada una continuidad en los aledaños de la cima europea. Garra, contundencia y pelea en el centro y atrás, aderezadas con los chispazos de calidad de Griezmann, Oblak, Filipe, Koke, Saúl, Carrasco o del emergente Thomas; son su base, pero la figura es el técnico argentino. Y que dure.

En cuanto a futbolistas, capítulo aparte merece Casemiro. Hace años, cuando se fue Alonso, defendíamos aquí casi en solitario su importancia; todos se empeñaban en Kroos de pivote. Crece día a día geométricamente y es el arco angular del tinglado artístico blanco; defiende, tapa, distribuye y golea decisivamente. En cuanto a Isco, algunos apuntan que será el segundo español en conseguir el Balón de Oro. Dentro de su excepcionalidad será difícil cuando no lo consiguieron Raúl, Xavi o Iniesta, más laureados que él. Guti tenía tanta calidad, si no más, y siempre fue tan suplente de lujo como eterna promesa.

Enfrente, Mbappé es una incógnita, Messi sigue siendo el mejor del mundo, y Neymar, la otra singularidad del verano, no alcanzará en París la relevancia de su pasado culé; su carácter y la realidad del PSG, pese a los millones árabes, le traicionan. Tiempo y hierba.