La pasada temporada los dirigentes del FC Cartagena podían presumir de que estaban dando pasos para que en el primer equipo la presencia de jugadores nacidos en la ciudad o en alguna de sus diputaciones fuera habitual. La llegada de Arturo el verano de 2016, la cesión de Juan Antonio Ros en enero de 2017, la renovación de Sergio Jiménez por tres temporadas y la continuidad de Gonzalo Verdú hacían prever que el proceso de cartagenerización de la entidad que dirige Paco Belmonte era irremisible y que la tónica habitual sería ver como mínimo dos o tres futbolistas en la primera plantilla cada temporada. Si a eso le unimos que el trabajo en las bases del club crece a marchas agigantadas y que cada vez son más y mejores las expectativas para que en las campañas venideras suban al primer equipo los futbolistas que potencialmente ofrecen la garantía de dar la cara en Segunda B, pues todo haría pensar que Belmonte y Breis han dado con la tecla para cartagenerizar de una vez por todas y para mucho tiempo a este FC Cartagena que tantos años ha estado huérfano de futbolistas de la tierra.

Pero esta temporada el proceso de descartagenerización lleva camino de dejar al conjunto que entrena Alberto Monteagudo sin efectivos. De momento, el 50% de los mismos -Verdú y Ros- no podrán repetir. El defensa central ha firmado, como los seguidores albinegros ya conocen, con el Elche después de que las negociaciones con Belmonte no fructificasen. Aducen en la entidad que desconocen los motivos por los que Gonzalo decidió marcharse, cuando todo hacía prever que el acuerdo era un hecho. Verdú dijo, por otro lado, en su presentación como jugador del Elche, que tuvo sobre la mesa la oferta de renovación del Cartagena pero cuando el Elche llamó a su puerta «no me lo pensé dos veces».

La relación, idílica hace unos meses, se truncó y uno de los cartageneros referentes en la entidad «que representa los valores del club», tal y como el propio Alberto Monteagudo llegó a expresar hace un mes cuando indicaba que quería que se quedara, decidió marcharse para buscarse el futuro lejos del Cartagena.

Juan Antonio Ros solo vino para unos meses y no se puede decir que su experiencia como parte del primer equipo haya sido demasiado enriquecedora. El jugador, que es propiedad del Celta B, llegó tras la baja de Pablo Ortiz y Quintana en el mercado de invierno, pero el centrocampista ha disputado tan sólo cinco partidos en la segunda vuelta, con un total de unos testimoniales 69 minutos que tampoco le hicieron albergar esperanza alguna de que pudiera volver a quedarse cedido otra temporada.

En el caso de Arturo Rodríguez, los dueños del equipo quieren rescindir el contrato con el futbolista cartagenero. Ni el entrenador ni Belmonte han quedado satisfechos con el rendimiento del atacante, que no ha tenido el acierto suficiente para llevarse de calle a la afición. Sus siete goles han sido insuficientes, lo que provoca que desde el FC Cartagena le busquen una salida a pesar de que tiene un año más de contrato y que el pasado verano llegara como una de las grandes apuestas por y para el cartagenerismo. Arturo es consciente de que el año ha sido más bien malo y aunque no renuncia a triunfar en su tierra, sí que sabe que su sueño está a punto de acabar.

Sergio Jiménez, es, de esta forma, el último reducto del cartagenerismo en el equipo.