Hace años estuvo triste, pero ahora Cristiano está enfadado con el Madrid. Entonces era el dinero la causa de su mustiez, y ahora también; el jodío parné, que diríamos en román callejero.

El mejor goleador de la historia blanca, y creo que de la mundial, es un hombre de extraordinaria personalidad dentro y fuera de los terrenos de juego. Una persona hecha a sí misma desde la triste y dura infancia que le tocó vivir y que no se amolda a convencionalismos ni a conveniencias sociales de ningún tipo, lo que le hace atractivo para quienes consideramos la naturalidad educada como un valor tan raro como admirable. Él es como es y nada ni nadie le hará cambiar. Afortunadamente ha conseguido independencia económica para ir por la vida con su forma de ser como mascarón de proa, la única libertad real posible en el mundo mercantilizado que nos circunda. Y como es muy consciente de que el dinero es la cúspide de la pirámide social que nos aliena, lo traduce inmediatamente al mundo de los afectos: si no me respetas en lo económico no me quieres. Ahora se siente poco querido por el Real Madrid, que según sus allegados fue quien le empujó a la ingeniería fiscal que le ha puesto en el ojo del huracán de la Hacienda española. El que gana dinero debe pagar impuestos, pero no todo será así.

El controvertido personaje no evita nunca el choque. Con los aficionados que le pitan, con la prensa que le critique, con el técnico que le afee, con los compañeros que no acepten su liderazgo, con los directivos que no secunden sus pretensiones o incumplan sus compromisos, etc. Y es normal, dentro de sus peculiares carácter y personalidad. Es singular para lo mejor y para lo censurable. Porque tampoco hay que olvidar su perseverante profesionalidad. Un futbolista con tantos años al máximo nivel y reinventándose, por la inteligencia de reconocer el paso del tiempo, es excepcional. Exigirse y exigir sin excusas es el altar de sus devociones, junto a la familia, que la mima con el esmero que tanto echó de menos desde sus primeros años. Un personaje para querer, disfrutar, admirar o envidiar, y para la mediocridad rampante, para odiar. Esos que no soportan el éxito ajeno sin dudar permanentemente de los valores que lo soportan, y mucho más si defiende colores ajenos, y que consideran la mansedumbre, confundida con la humildad, un valor esencial.

El asunto de Ronaldo con la Hacienda es llamativo, y más en España, donde este gobierno que nos masacra a impuestos, curiosamente llamándose conservadores y cuasi liberales, lo cual tiene guasa; busca siempre referentes expiatorios para atizar el fuego fiscal inquisidor. No llegará la sangre al río, como tampoco llegó en otros, pero es muy probable que cause un terremoto en el fútbol. Si el portugués es coherente, que ojalá sea solo pataleta, se irá del Madrid por mucho que Don Florentino haga juegos malabares para impedirlo y afloje su corazón y su cartera. Razones no le faltan. Cuando por fin ha conseguido iniciar su época de gloria indiscutible, vienen algunos amiguetes okupas de palco a bachearle el camino porque sustituir a Cristiano es imposible. No hay otro jugador, salvo Messi, que asegure a esos niveles cuarenta goles al año, como mínimo, más los que propicia. Y sin ellos, el invento de Zidane zozobraría. Porque más allá de sus registros, no solo hace mejores sino posibles a sus compañeros, al sistema, al técnico, al club, al presidente y a todo bicho merengue viviente.

El jodío parné sobrevuela en forma de buitre el Bernabéu y, salvo el cínico pasteleo acostumbrado, encontrará carroña. Ramón Calderón, el expresidente que lo fichó del Manchester y que lo conoce bien, asegura que la sonata y fuga de Ronaldo no tiene marcha atrás. Mal asunto. A Pérez le crecerán los enanos, y ni sus dos ojitos Benzema y Bale puestos uno encima de otro harán el gigante Cristiano. Un futbolista así surge cada varias generaciones y aún faltan varias para que aparezca otro. Mbappé sería la apuesta, pero tampoco le llega.

Mientras asistimos al enésimo aquelarre fiscal, que debería ser justo e igual para todos, en París y Manchester afloran las gumías de otros parnés, y en diversos sitios lejanos y cercanos se frotan las manos. ¿Qué dirán los llorones multicolores del Madrid nos roba? Pues buscar hojarasca para tapar sus propias vergüenzas. Lengua no les falta.