La tragedia futbolística que supone para el Real Murcia la permanencia, por tercer año consecutivo en Segunda B desde que Tebas lo desterrara allí, marca el curso 16-17, y pasará a la historia como posiblemente la más amarga de esta segunda década del siglo; e iguala en parte la otra gran tragedia histórica grana: cuando el Murcia de Mesones, el de la temporada 70-71, líder desde inicio de la 2ª División, no supo ganar el último partido que le permitía ascender directamente a 1ª y se vio abocado posteriormente a una promoción que perdió. Lo mismo que el del domingo, que no supo superar a un filial que fue superior en el cómputo de los dos partidos, y convirtió a los granas en el tercer segundo que caía, tras el Toledo (Grupo II) y Alcoyano (Grupo III).

Cuarto batacazo consecutivo grana, donde más allá de la derrota, deja la sensación de que solo la suerte le salvará. Las últimas derrotas, ante Córdoba (1-2) , Hércules( 0-1) ,Toledo (1-2) y (0-0) el Valencia Mestalla, todas ante una afición ejemplar que casi llenó NC. Fatalismo que no pudo superar un equipo con doce partidos sin perder que venía en un slalom ascendente desde la jornada vigésimo novena y que le permitió pisar la promoción en la penúltima jornada y ocupar el segundo puesto en la última. Arreón que ilusionó, y de qué manera, al murcianismo, que prácticamente ya se veía en Segunda, y que ha recibido en dos semanas una sobredosis de realidad. Un amargo despertar.

Esta funesta temporada está marcada por la existencia de dos directivas, una con Guillermo Martínez Abarca a la cabeza y otra con Raúl Moro al frente. En esta segunda etapa, que comenzaba en diciembre, Deseado Flores, mano derecha en cuestiones futbolísticas de la Junta del extremeño, se encargó de remodelar, de arriba a abajo a una plantilla mucho más cara, pero también infinitamente más competitiva, y en donde su único baldón fue mantener tanto tiempo a Paco García en el banquillo, un error que pudo costar muy caro.

Nunca en su casi centenario discurrir ha tenido que emplear el Murcia a 34 futbolistas en los 38 partidos de Liga, uno de Copa y cuatro de promoción, 43 partidos en total, desgraciadamente abortada cerca de los 45 que pudo jugar. Ejecutar nueve despidos en el mercado de invierno y fichar diez reemplazos. Y hasta incluso hacer debutar en el primer equipo a dos canteranos (Juanma Bravo y Andrés). Y con el problema del gol, factura que tuvo que pagar en la segunda vuelta.

Portería. Experiencia y juventud

Es con certeza la línea mejor valorada. Titular inicial claro en la persona experimentada de Diego Rivas: 25 partidos mas el de Copa, donde en la derrota de San Fernando fue purgado por Mir, para darle el puesto a Simón, que ya fue titular en todos los partidos, salvo el día postrero del campeonato. Con cualidades evidentes, el murciano solo encajó 11 goles en 17 partidos ( 0, 64) promedio mejor que el gallego, 0,96: 24 goles en 25 partidos.

Defensa. Oxígeno del equipo

Inicialmente se necesitaron siete hombres para cuatro puestos, de los cuales se tardó poco en decidir la pareja de centrales: Fran Morante y Golobart, con Jaume Sobregrau, operado al inicio de la temporada, de comodín. En las bandas, Jose Ruíz y Pumar se mantuvieron como titulares, con Paris, ambidiestro, para ocupar cualquiera de los dos.

La zaga fue la zona mas coriácea, pese a lo cual se reforzó con Juanjo (lateral derecho) y una pareja de centrales, Borja Gómez y Josema. La pareja de centrales fueron ya Golobart y el murciano, con Juanjo, a vuelta de sus lesiones, en la derecha, donde no mejoró el papel de José Ruiz. Y si me apuran tampoco el de Paris, que con Jaume tomó las de Villadiego en enero. La portería y la zaga han sido las mejores líneas, oxigenando al equipo con 29 goles encajados, solo superado por los 25 del Melilla. Hasta cinco integrantes de la misma - Golobart, Pumar, José Ruiz, Diego Rivas y Fran Morante- , están dentro de los once jugadores que completaron más partidos y minutos. Además se reparten 8 goles -Josema (3), Golobart y Morante (2), y Pumar (1)-.

Centro del campo. Parejas en el medio

Dudas iniciales muy pronunciadas, por lo que tuvo que hilarse muy fino al principio, esperando a la puesta en marcha de Diego Benito , sobre el papel el que más números tenía en la libreta para ser el director de juego. Incertidumbre primero con el pivote defensivo, donde pasaron el vizcaíno Iru o el moañés Adrián Cruz, hasta que Armando, denostado al principio, fue el escogido, convirtiéndose en el tercer jugador con más minutos. La otra pareja a quien acompañaran las vacilaciones se vieron en los repetidos cambios, con el citado Diego Benito, Cruz o el murciano Saura que no tuvieron, al lesionarse Rubén Ramos, que sería otro a valorar, regularidad, escasa, por no decir nula dirección, para mantener el ritmo de juego u optar a un tipo mantenido de juego.

Es llamativo que en una zona vital solo se reforzara con una sola pieza, eso sí, de gran relevancia como fue David Sánchez, un ejemplo de lo que debe ser un medio y en donde su imagen levitando sobre el césped, con su varita mágica, repartiendo juego a diestra y siniestra es de las cosas buenas que más recordaremos. Tanto que posiblemente sus dos partidos contra el filial no fueran tan descollantes, sobre todo en la ida, hirió al equipo más de lo debido. Llama mucho la atención que esta línea, fundamental por ser escudo o espada del equipo, haya marcado tan pocos goles (8).

Delantera. Fractura invertida

Curiosamente el equipo comenzó con más delanteros que otras temporada. Entre medias puntas, arietes o extremos hasta ocho hombres completaron esta línea que exige la total confianza por parte de su entrenador. La tardía aparición, por su operación veraniega, de Germán Sáenz, la lesión de Rubén Ramos, la escasa convicción que mostraron Titi, Isi, y Roberto Alarcón y sobre todo la nulidad atacante, en un vibrante ejemplo de como no escoger un goleador, en la presencia de Borjas Martín y Wilson Cuero, línea que fue mirada con lupa y completar ocho goles, al término de la primera vuelta, fue un desastre.

Si algo hay que alabar a Deseado fue la cirugía directa que imprimió al problema dela falta de gol: buscar a los goleadores. Con cifras casi astronómicas, contrató un cuarteto Victor Curto, Guardiola, Rayco y Elady, amén de otro Aguilera, para el Imperial, todos consumados goleadores y con vitolas de buenos habanos. Primero el de Tortosa y después el balear-jumillano que primero con Paco García y después con Mir, demostraron que lo eran. Victor Curto diez a los diez que había marcado en el Linares (hoy descendido a Tercera por el trauma de perder a Curto); y Guardiola otros diez, conforman una dupla de oro, poco vista, en esta categoría nefasta. En 15 partidos una línea que marcaron 29 goles que indican que la caída frente al Mestalla no es culpa exclusiva de la falta de gol.