Felizmente superada la primera eliminatoria del play off de ascenso por parte del Cartagena, tras vencer al Alcoyano, el ¿sorteo? ha dispuesto que el segundo rival a batir por los albinegros en su intento de ascender a Segunda División deba ser el Barcelona B. Conjunto este con el que el fútbol cartagenero guarda un hilo de conexión desde hace tres décadas. Más concretamente, desde que la directiva de entonces adoptase la decisión de abandonar el vetusto recinto de El Almarjal y estrenar un flamante nuevo estadio municipal. Ya que, como buena parte del aficionado sabrá, nuestro querido Cartagonova está basado en su diseño en el campo del Mini Estadi, feudo en el que hacen de locales los jóvenes culés. Así que, aprovechando la ocasión, vamos a recordar la primera vez que el Barça B nos visitó y pisó el césped al otro lado de la Rambla de Benipila.

Para ello debemos retroceder hasta febrero de 1988, a la época final en la que el Cartagena FC compitió en Segunda División. El primer partido oficial del estadio Cartagonova había tenido lugar tan solo siete días antes, ante el Burgos de Kresic (quien textualmente dijo que se trataba de un estadio merecedor de ser inaugurado por Madrid o Bayern). Entre semana el Efesé disputaba su siguiente jornada de liga en el campo del Racing y, por tanto, para el domingo posterior a su estreno el Cartagonova volvía a acoger un nuevo partido en casa. Esta vez ante el filial blaugrana, que en aquellos días se denominaba Barcelona Atlético o Atlètic según quisiera cada uno castellanizar, o no, el nombre.

Era la jornada 23 del campeonato y los albinegros se encontraban inmersos en una negativa dinámica de resultados sobre todo como visitantes, puesto que como locales en Torre Pacheco se había conseguido aguantar dignamente el tipo, que les había arrastrado hasta el penúltimo puesto de la clasificación. La dupla Añil-Pallarés al frente del banquillo había sido cesada unas semanas atrás y en su lugar llegaría el vasco Uribarri, que lejos de mejorar los números del equipo los empeoró. Para aquel encuentro ante el Barça B las cifras del nuevo entrenador reflejaban tres derrotas en cuatro partidos, con nueve goles encajados y no siendo capaces de marcar ni tan siquiera uno. Infame.

Llegado el 14 de febrero de 1988, los Trasante, Sagarduy, Paco Sánchez y cía se enfrentaron a un filial blaugrana que, a diferencia del actual, solo contaba con jugadores nacionales y de los cuales hoy día quizá solo recordemos a Luis Milla o Guillermo Amor. Quienes, por cierto, darían el salto al primer equipo el año siguiente con el regreso de Johann Cruyff al Camp Nou, ya como entrenador. El caso es que el partido en cuestión terminaría sin goles, pese al claro dominio albinegro y al buen ambiente reinante en las gradas, gracias a los cerca de 10.000 espectadores. Con dicho resultado, el Cartagena se situaba a tres puntos de la permanencia que marcaba el Granada, en unos años en los que la victoria valía dos puntos, recordemos. Desgraciadamente, los pupilos de Uribarri solo conseguirían tres victorias en las venideras quince jornadas de liga, traduciéndose en el irremediable descenso a Segunda B como colistas de la categoría de plata.

En lo extradeportivo, hubo otro hecho que también marcó aquel día de la visita del filial blaugrana. Unos incidentes previos al partido fruto de las malas relaciones entre la directiva albinegra y el Ayuntamiento de la ciudad, a colación de la imposición de una serie de invitaciones para el palco presidencial por parte del Consistorio y a las que el club se oponía. Lo cierto es que ya la semana anterior, en el estreno del estadio, se había constatado alguna descoordinación achacable y relativamente comprensible en toda inauguración, pero en este segundo partido existieron unas notables diferencias incluso a la hora de dirigir los servicios de bar. Tal fue el nivel de tensión por ambas partes que en señal de protesta el palco se quedaría vacío durante el encuentro, tanto de representación del club como de la corporación municipal, e incluso desde la entidad albinegra se llegó a barajar la posibilidad de denunciar en comisaría, debido al trato recibido desde el Ayuntamiento.