¿Cómo y cuándo llegó al deporte?

A mí nunca me había gustado el deporte, era la típica niña vaga a la que no le gustaba correr ni nada, pero mi hermano se apuntó a mi club, yo iba a verlo a las competiciones, y mi padre me preguntó en una carrera si no me gustaba todo eso. Empecé en el club y mi entrenador pensaba que no iba a durar ni dos meses.

¿Y la marcha, cómo entró en su vida?

Empecé corriendo, pero sufrí una periostitis, y para que no perdiera la forma, mi entrenador me propuso ponerme a marchar. Eso fue un lunes y el sábado me estrené en una competición en la que acabé penúltima.

Bueno, pero no fue la última.

Es cierto, pero incluso a raíz de esas molestias de periostitis terminé por engancharme a la marcha porque había un grupo de compañeras de mi edad que marchaban y yo era la única que corría. Hasta ese momento no sabía qué era la marcha, pero lo típico, como vi a mis amigas, me animé. Me costó un tiempo dar el paso porque no tenía confianza con mi entrenador (José Antonio Carrillo) y tardé un poco en decirle que quería marchar.

Carrillo es muy duro, con él no valen las bromas.

No, en realidad no es tan duro. A lo mejor a la gente de fuera le parece muy serio, pero es un trozo de pan.

¿Alguna vez en su vida ha tenido dudas?

No, nunca me he planteado dejarlo, ni incluso cuando lo he pasado mal. Lo bueno que tiene el deporte es que si tienes cierto nivel, te ayuda, por ejemplo, a entrar en la Universidad. Sí que es cierto que hay mucha gente que cuando afronta la Selectividad o el primer año de Universidad, lo deja, pero a mí no me ha pasado.

Ya, pero una cosa es estudiar una carrera y otra muy diferente es hacer Medicina, como usted.

Sí, pensé qué carrera era más difícil y esa elegí. Hubo gente externa que quiso quitármelo de la cabeza, porque me decían que era muy difícil. Me preguntaban si no prefería Enfermería, pero yo lo tenía claro, quería Medicina. Mi segunda opción era Fisioterapia, pero entré y aquí estoy, en quinto.

¿Medicina por tradición familiar?

No, para nada, porque salvo uno de mis tíos, no hay ningún médico en la familia. Fue una decisión que tomé con el paso de los años, porque me llamaba la atención. Me dije a mí misma que si al primer año no me gustaba, siempre tendría tiempo para tomar otro camino.

Pero combinar una actividad deportiva de élite y una carrera universitaria de esta índole debe ser bastante complicado.

Sí, sobre todo ahora que estoy en época de exámenes. Prácticamente he ido a curso por año, pero éste me he dejado tres asignaturas sin matricular.

¿Cómo saca tiempo para todo?

Mucha organización. En período de exámenes cuesta concentrarse en los entrenamientos, porque estás pensando en lo que te viene encima. Pero los deportistas, como tenemos poco tiempo para estudiar, nos organizamos mejor. A lo mejor estudiamos más tiempo durante el curso que el resto de compañeros, que concentran los estudios unas semanas antes.

Vamos, que usted no hace como a mí me gustaba, estudiar el día después.

No, eso es jugársela mucho, me lo tomo con tiempo.

Y con ese ritmo de vida, los jueves universitarios los habrá probado poco.

Ufff, solo he salido dos veces y a principio de temporada en los cinco años que llevo de carrera con mis amigas de la universidad.

Pues para las fiestas contarán poco con usted.

Los jueves ya saben que no, algún sábado sí que me escapo porque el domingo no entrenamos, pero en verano, que cuenten conmigo para lo que quieran.

¿Esta temporada aún le quedan muchas competiciones por realizar?

Llevo desde el Campeonato de España de El Hierro, a principios de marzo, sin parar. Estoy haciendo este año más competiciones de 20 kilómetros que en toda mi vida, porque no contaba con la Copa de Europa. Decir ahora mismo que voy a luchar por una plaza en el Mundial sería de ser bocazas, porque no me veo aún, pero sí que puedo luchar por mejorar mi marca.

¿Cree que se ha perdido muchas cosas por dedicarse al deporte?

Yo siempre digo que igual que quizás tenemos que sacrificar cosas, como salir de fiesta o ver más tiempo a nuestros amigos, también tenemos placeres como viajar y conocer otros países. Yo no cambiaría nada de lo que he cambiado por estar aquí.

La gente les ve subir a los podios, pero no lo que hay detrás. Por ejemplo, ¿cuánto entrena?

Hay diferentes ciclos al año, pero nosotros entrenamos seis días, y en la semana de subida he tenido que doblar cuatro días, y eso se hace duro.

¿De verdad tiene ganas de coger un libro cuando llega a casa?

La verdad es que no. Y lo peor es que esas dos semanas duras me tocaron en época de exámenes. Al principio me agobié, pero después me organicé bien y al final salió la jugada redonda.

Es que es injusto jugarse un año en un día.

Sí, bastante. Fíjate que antes de la Copa de Europa me dejé dos asignaturas para julio para estar centrada en los entrenamientos, y justo tuve unos problemas físicos ese día que me dieron mucha rabia.

Pese a todo, entre los atletas encuentro más autocrítica que en otros deportistas, porque hay algunos que se flagelan.

Yo soy de las que se flagelan. No me gusta justificarme falsamente; si una competición me ha salido mal, me ha salido mal y punto. En la Copa de Europa fue mi entrenador quien me tuvo que decir que no me obsesionara, que lo había hecho bien. Los dos sabíamos que podía haber salido mejor, porque estaba muy bien de forma, pero las cosas salen como salen.