¿Qué enfermedad padece?

Tengo una enfermedad que, según el médico que ha estudiado el árbol genealógico de mi familia, es genética. Para que lo entienda la gente, tengo las retinas más débiles que cualquier persona y soy propenso al desprendimiento de las mismas.

Vamos, que fue perdiendo visión paulatinamente.

Llevo ya ocho operaciones y de niño llevaba gafas con mucha graduación. Sufrí cuatro despendimientos de retina, un agujero retiniano y una catarata a raíz de tanto desgaste. Me metí una lente fija dentro del ojo y fue al operarme cuando dio la cara la enfermedad, pero era lo que yo quería, que me ocurriera siendo joven.

Por lo que dice, dentro de la desgracia tuvo suerte.

Mucha suerte, pero sobre todo por dar con un buen médico, Antonio Caballero. Estuve trabajando como pintor de casas, pero con 25 años ya no podía más, los ojos siempre los tenía irritados, me molestaba todo y entonces decidí operarme.

¿Cómo limitó su vida de niño?

Pues cuando todos mis amigos estaban jugando al fútbol, yo no podía hacerlo. El 80% de las cosas que un chaval de 14 y 15 años hacía, yo no podía, lo mismo que me ocurre ahora.

Pero usted no se ha parado.

La meta que me propuse fue no hundirme, porque si yo me hundía, se hundía toda mi familia. Mi padre también ha pasado por esto y solo ve por un ojo. He luchado para demostrar que soy útil, aunque la Seguridad Social diga lo contrario. Busqué otras alternativas, como entrenar al fútbol a chavales, que es mi gran pasión. Me vinculé al Montecasillas, echándole una mano a un compañero, y aunque no veo por el ojo derecho y por el izquierdo solo tengo una visión de un 60%, también he jugado a los dardos. No he estado federado, porque mi minusvalía no me lo ha permitido, pero participaba en campeonatos en cafeterías.

Incluso me han dicho que alguno ha ganado.

Sí, algunos campeonatos de cafeterías, pero no podía estar todos los días jugando para no forzar la vista. Ahora llevo dos o tres meses que no juego porque estoy volcado con el proyecto de la Cuna del Belén.

¿Cuál es su táctica en los dardos?

Memorizar las posiciones de los números en la diana. Me ponía delante, con mi brazo extendido, y memorizaba la posición de cada número. Entonces me iba a la línea, me ponía la mano en la frente y en el ojo derecho y calculaba dónde tenía que ponerme para que, por ejemplo, el dardo fuera al 20. Y lo conseguía.

¿Y cómo le dio por el fútbol?

Es que el fútbol es mi pasión. El espejo era mi tío, Pedro Irigaray, que jugó de central en Preferente y Tercera División y al que vosotros le hicísteis un reportaje hace años porque empezó de central y terminó jugando de portero. Él fue quien me cogió con ocho años y me llevó a un campo de fútbol a ver críos de mi edad jugar, porque yo no podía. Después, con el paso del tiempo, hubo una persona que me enseñó casi todo lo que sé, que es Tiberi, que me llevó al Montecasillas. Y después he estado con él en Torreagüera y Corvera, pero esta temporada, mi buen amigo Jesús García me contó el proyecto del Cuna del Belén y me entusiasmó, porque más que un club somos una familia. Soy el entrenador del equipo juvenil, profesor de la escuela de tecnificación y el director deportivo.

¿Cómo reconoce a los jugadores?

La única limitación es que por el ojo derecho no veo nada, y de cerca tienes que estar a medio metro mío para que te pueda ver. Con el izquierdo, que espero que me dure, de cerca veo bien y de lejos, solo unos siete u ocho metros. Veo las siluetas, pero no distingo qué jugador es, por eso los reconozco por la voz. Lo tengo todo mecanizado, pero cuando pierdo de vista el balón, tengo que reconocer a los futbolistas por la voz.

¿Los chicos se han adaptado bien a su limitación?

Sí, porque encima, seis de ellos ya los tuve en el Montecasillas.

¿Ve mucho fútbol por la tele?

No, por la tele veo lo justo, pero los fines de semana me los tiro en los campos viendo partidos.

¿De niño tuvo que soportar muchas bromas?

De niño y de adolescente, eso siempre ha ido conmigo. Siempre me hacían las típicas bromas porque llevaba las gafas gordas. Me decían capitán cuatro ojos y esas cosas. Y de adolescente lo típico, porque iba a la cafetería y la gente pensaba que no podía jugar a los dardos por llevar esas lentes. Pero siempre decía lo mismo, que el dardo se tira con la mano, no con el ojo.

¿Nunca se ha quedado encerrado en casa?

Solo una vez y fue porque la retina del ojo derecho me dio tanto follón, que estuve cuatro meses acostado boca abajo para que fijara. Me puse hecho un animalote porque llegué a pesar 110 kilos. Soy una persona muy activa y eso de quedarme en casa no va conmigo.

Pero mucha gente no hace como usted.

Más que quedarse encerrados, se aislan. Tengo amigos con otro tipo de minusvalía que se han aislado. Tengo 38 años y tengo que hacer vida de una persona de 60 o 70 años, pero sigo luchando, yendo con mis amigos, haciendo lo que me gusta.

¿Y ha podido hacer cursos de entrenador?

Cuando me operé en 2013 no veía ni para leer, y en el momento que caía la noche, me tenía que meter en casa, porque en el ojo que veo también me salió una catarata. Decidí operarme otra vez, para funcionar con ese ojo izquierdo, ahora, por ejemplo, leo la prensa ayudándome con una lupa. Antes de todo eso me había dejado a medio sacar el curso básico de entrenador, y cuando me recuperé me presenté en la escuela de entrenadores y les dije que lo iba a hacer. Me trataron de lujo y, de hecho, saqué la segunda mejor nota de todos los alumnos por las ganas con las que lo cogí. Y ahora estoy esperando para hacer el de coordinador deportivo.