Cuando hace treinta y siete años Alfonso Guzmán creó la Vuelta Ciclista a Murcia, que en su primera edición se disputó en el mes de septiembre, Alejandro Valverde Belmonte tenía solo cinco meses. El mentor de la carrera, un periodista ya veterano por entonces que había cubierto el Tour de Francia en infinidad de ocasiones para Radio Nacional de España, soñaba con traer a grandes figuras hasta su tierra para que su prueba, que entonces era para amateurs, se convirtiera en profesional. Con el paso de los años lo consiguió y logró atraer a ciclistas de la talla de Miguel Induráin, Marco Pantani, Alberto Contador, Lance Armstrong y muchos más. Pero lo que también anhelaba él, que había sido director deportivo del equipo Licor 43, era que un hombre de la tierra, un chico criado entre limoneros, fuera al menos una vez profeta en su tierra.

Y en esto que apareció Alejandro Valverde Belmonte, que en 2004, en la montaña, cimentó su primer triunfo en la Vuelta a Murcia. Después llegaron los éxitos en 2007 y 2008, tras firmar dos grandes cronoescaladas; y en 2014, con la carrera ya convertida en clásica de un día, con final en el Castillo de Lorca, en una de esas rampas donde el ciclista del Movistar es un especialista. Solo le faltaba ganar en solitario, dando una exhibición, y ayer, para firmar el repóker, lo consiguió. A sus casi 37 años, Valverde está llegando al final de su carrera deportiva, que tiene previsto concluir en 2019. Ya no corre por obligación, sino por vocación. No tiene nada que demostrar a nadie, solo a sí mismo. Y pese a que la gran mayoría de ciclistas de su generación han puesto ya pie a tierra cansados de estar tantos días fuera de casa y de tener que entrenar y entrenar porque les cuesta una barbaridad coger la forma, él sigue en lo más alto de los podios, ganando tanto subiendo como esprintando. Le faltaba ganar fugado, algo muy difícil para los superclases como él, a los que nadie deja escaparse. Ya le pasaba cuando era júnior y llevaba a casa con los tobillos ensangrentados porque los rivales le clavaban los calapiés. Pero ayer, en una jornada con inicio en San Javier y final en la Gran Vía de Murcia, lo consiguió arropado por el calor de sus fervientes seguidores en un día frío, de fuerte viento y con el cielo amenazando lluvia de forma constante.

Después de anular la organización por causas de fuerza mayor la subida a la Cresta del Gallo, la edición número 37 no era la apropiada para que Valverde ganara. Pero este ciclista que es padre de tres niños y una niña vive una eterna juventud. Ayer se reinventó, lanzó un ataque subiendo el Collado Bermejo, a 70 kilómetros de la línea de meta, una auténtica barbaridad, como reconoció en la línea de meta, y voló para presentarse en solitario, sin que nadie le acompañara en su larga aventura, lanzándose a tumba abierta por carreteras por donde transita a diario junto a sus amigos de esa interminable 'grupeta' con la que sale a entrenar y que tiene la clave de su longevidad.

Coronó la cima del Collado en medio de una intensa niebla con una ventaja de algo más de un minuto y medio sobre sus perseguidores, apretó los dientes bajando en dirección a Gebas y Fuente Librilla, siempre con un ojo puesto en ese medidor de potencia que hoy en día llevan todos los ciclistas para controlar los esfuerzos, y se plantó en Alcantarilla con una renta de tres minutos que ya era insalvable para el grupo que trataba de darle caza por atrás, con los equipos Katusha y Lotto tirando con fuerza, pero sin llegar a tener el entendimiento necesario para inquietar a Valverde, que realizó una espectacular contrarreloj. Después de 4 horas, 3 minutos y 8 segundos, se presentó en la línea de meta victorioso, con una sonrisa que se mezclaba con los gestos de sufrimiento por el gran esfuerzo realizado. Por detrás, impotentes, entregados a su suerte, los integrantes de un pelotón que se presentó con más de dos minutos de retraso. En el sprint final, el colombiano del Katusha Jonathan Restrepo logró el segundo puesto en la clasificación, con el austriaco Patrick Konrad, del Bora, en la tercera.

Otra buena noticia para el ciclismo murciano fue ver en acción a Rubén Fernández. El de Churra, después de sufrir un grave accidente en el mes de noviembre mientras entrenaba, regresó a la competición con buenas sensaciones y acabando en el pelotón perseguidor, en la vigésima plaza, aunque en este caso, el puesto es lo de menos el día que Valverde demostró que también sabe volar.