Reconozcámoslo. Nos encantan los finales felices. No hay nada mejor que una película que acabe con un beso, o una novela en la que los protagonistas, después de muchas lágrimas y desaliento, nos enseñen que no hay amor imposible. No hace falta ir al cine o a la librería. Piensen en sus vidas. Preferimos las canciones alegres y las buenas noticias. Se imaginan un periódico con solo titulares positivos. Seguro que no dejaríamos escapar la oportunidad de leerlo. Pues el fútbol no es tan lejano a la realidad. Los disgustos, los fallos, los malos partidos... todo se olvida si al final un héroe llega sobre su caballo blanco para conseguir el gol que lo cambie todo.

En Nueva Condomina ayer ocurrió algo parecido. Sin palomitas, calefacción ni relleno en los asientos, sin tinta que nos ensucie los dedos, los aficionados del Real Murcia abandonaron su 'casa' con una sola imagen en su mente, la de los jugadores murcianistas tirados sobre el césped celebrando un tanto que llegaba en el minuto 89 y que nadie, ni los protagonistas, saben realmente cómo ocurrió.

Da igual. No importa si el gol de la victoria lo consiguió David Sánchez, que ayer se estrenaba con la elástica murcianista; o si fue en propia puerta del meta visitante Wilfred. Tampoco si el encargado de dejar los tres puntos en el casillero murciano fue Golobart, con el que en un primer momento nadie contaba pese a saber que el catalán siempre es el más listo de la clase en acciones a balón parado.

Por importarle solo le importaba al árbitro, que al fin y al cabo tenía que cerrar el acta para llegar pronto a casa. Porque a los allí presentes solo les interesaba mirar al marcador y ver un 2-1 demasiado falso. Pero, según otra de las leyes del fútbol, el realismo queda escondido en un baúl cuando de éxitos se trata.

Mientras el electrónico reflejaba un 2-1 a favor del Real Murcia, el juego visto sobre el césped lo desmintió durante demasiados minutos. Tanto que de los cinco mil aficionados que se dieron cita en Nueva Condomina, ni un 2% creía que los tres puntos se quedarían en casa.

Y es que, el segundo tiempo, y eso que el árbitro se convirtió en un amigo de los granas, fue para olvidar. Pese a la necesidad de ganar, pese a tener claro que el tiempo se agota y que las oportunidades cada vez son menos, pese a que el Villanovense veía como González era expulsado en el minuto 63 por la acción tonta de la jornada, pese a que los malos ya no están y los buenos dominan el club, pese a todo ello, el Real Murcia de Paco García volvió a convertirse en un equipo débil mentalmente, en el que nadie es capaz de poner criterio ni de dar ideas, en el que por ningún lado se ve la mano de un banquillo que desaparece ante los problemas.

Pero allí estaba, en el minuto 89, Golobart para, como cantaría Mecano, poner una sombra aquí y otra allá, y maquillar un partido que además de tres puntos, también permite ver el play off a dos puntos. No hay que dejar de lado la pillería de Morante, molestando a Wilfred. El fútbol, no lo olviden, también es de pillos.

Fue el premio a un mal estudiante. Fue un regalo para un niño mimado al que han alejado tanto de las críticas que ya se conforma con cualquier cosa. Un niño que en la primera parte intentó sacar su otro lado, el de adulto, el que no se detiene ante ningún problema, pero que tras el paso por vestuarios volvió a lo de siempre, a la imagen que no se aleja demasiado de las palabras de su entrenador.

La final de Paco García empezó mal. Solo habían pasado 8 minutos, y los aficionados ya habían sumado el primer disgusto. Paris Adot andaba tan desubicado en la banda derecha -José Ruiz era baja por decisión técnica-, que Carlos Andújar se metía hasta la cocina. Lo único que no hizo fue abrir la nevera, porque allí estaba Carlos Fernández para hacerlo.

El gol fue un jarro de agua fría. Y para calentarse el Real Murcia abandonó su juego monótono y de constante toque en el centro del campo para apostar por una versión más vertical. No desagradaron los murcianistas en esos instantes. Con un encuentro abierto, de los que no le gustan a Paco García, los granas se sintieron cómodos. El centro del campo, donde Armando compartió titularidad con David Sánchez, también conocido como el nuevo, no existía, y Rubén Ramos se convertía en protagonista intentando buscar por la vía rápida a Isi y Roberto Alarcón. Hasta Wilson Cuero estaba inspirado. Muy participativo, el colombiano disfrutó de la compañía como un niño en un cumpleaños.

No necesitó mucho más el Real Murcia. A los cuatro minutos del gol de Carlos Fernández, los granas ya habían logrado la igualada. Aprovechando la incapacidad del Villanovense para despejar el balón a Groenlandia, el Murcia fue creciendo rebote a rebote, hasta que el esférico llegó a Isi, quien rompió la red de la meta defendida por Wilfred.

Las aproximaciones siguieron llegando. E incluso, las jugadas a balón parado, con David Sánchez como nuevo protagonista, crecían en importancia y en 'uy'. También ayudaba a ello el Villanovense, que después de verse por delante en el marcador, quedó tan desubicado que olvidó de golpe las lecciones aprendidas. Eso mientras que no la cogiera Jesús Rubio, ex del UCAM, que era capaz de romper cualquier equilibrio murcianista.

Pero el árbitro, amigo durante muchos minutos, se convirtió en el principal enemigo del Real Murcia cuando señaló el descanso. El equipo que entró y el que salió no fue el mismo, aunque los once dorsales se mantuviesen en el césped.

Del conjunto intenso, capaz de ir a por cualquier balón, de no dar una batalla por perdida, en definitiva, dispuesto a mancharse el traje, ya no quedaba nada. Cada chispa fue desapareciendo poco a poco al igual que los minutos corrían directos hacia el 90. Incluso cualquier recuerdo de fútbol rápido y vertical quedó en nada con la entrada de Benito y Javi Saura. Y eso que el Villanovense se echaba atrás después de que González viera la segunda amarilla por perder tiempo al poner en juego el balón.

Si desde el 45 al 64, cuando el colegiado dejaba a los visitantes con diez, el Murcia no se había acercado a Wilfred, a partir de ese instante solo cabe destacar una falta de Roberto Alarcón que se marchó alto. De no ser por las necesidades y las obligaciones que tienen los granas, entre ellas las de consolidarse en la zona de play off -plazas que no han pisado en lo que va de temporada-, daba la impresión de celebrar un punto que, viendo al Villanovense lamerse las heridas por el jugador perdido, era difícil perder.

Sin embargo, cuando menos se lo esperaban los granas, los astros se unieron para que a la vez que Golobart tocaba un balón en el que nadie creía, Wilfred, molestado por Morante, erraba en la salida. El resultado, un gol que permite al Real Murcia meter presión a los de arriba -el play off está a dos puntos- y sentirse guapo antes de visitar a un Lorca crecido.