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La situación deportiva que atraviesa el UCAM Murcia en la temporada de su estreno en Segunda División tiene una descripción gráfica muy concreta: es una montaña rusa de sensaciones tras once jornadas de Liga. Y en este momento, se encuentra cuesta abajo y sin frenos pese al empate en Cádiz, partido en el que el equipo apeló a la épica, pero que no enmascara la realidad.

El equipo universitario, liderado desde el staff técnico por el entrenador José María Salmerón, está viendo marcada su trayectoria en este primer tercio del curso por la falta de consistencia, y por un bagaje de puntos bastante escaso. En una categoría marcada por una igualdad enajenante, en la que cualquier equipo puede ganar cada fin de semana al rival que sea, el UCAM ha sido incapaz hasta la fecha de ofrecer resultados positivos con regularidad, ya que a base de empates, y con tan pocas victorias, será difícil conseguir el objetivo de la permanencia.

Es aquí, ante la negatividad de los resultados, cuando se pone a prueba la paciencia de una directiva encabezada por el presidente José Luis Mendoza y el director deportivo, Pedro Reverte. Un temple y un conformismo que, en precedentes anteriores, ha demostrado ser bastante escaso, por no decir inexistente. Ya durante el pasado verano el organigrama institucional decidía remodelar ampliamente la plantilla que obraba el histórico ascenso hacia el fútbol profesional, renovando hasta tres cuartos del plantel total. En la ventana de fichajes anterior, durante el mercado de invierno, casi media plantilla rescindía su contrato para así traer nuevos refuerzos.

No obstante, en ningún periodo de la ´era Salmerón´ el puesto del técnico almeriense ha peligrado. Pero vistos los antecedentes, no sería de extrañar que si las sensaciones dejadas por el equipo y, obviamente, los malos resultados, la directiva se planteará el cambio de entrenador. En once jornadas, el UCAM ha acumulado dos rachas excesivamente largas sin ganar: los primeros cuatro partidos, a los que siguieron las dos victorias que el equipo ha cosechado, para después encadenar cinco encuentros sin conocer el triunfo. Una racha en la que el equipo se encuentra sumido, y en la que el empate del pasado domingo in extremis no empaña el desastre generalizado del equipo.

Sin ideas en la elaboración, pendientes de chispazos o volcando el juego en los centros desde las bandas, el equipo ha abandonado los credenciales que parecía tener hace un mes y medio. Una situación encarnada por la poca continuidad de los jugadores en el once, ya que Salmerón no ha podido repetir ni una sola alineación tras dos meses de competición debido a las irregulares actuaciones de sus futbolistas. Un periodo de adversidad y crisis representado por la inoperancia defensiva del equipo, que ha encajado dos goles en cada una de las cuatro últimas jornadas. Eso sin mencionar los partidos de Cádiz y ante el Reus, en los que el UCAM encajó dos goles en el primer cuarto de hora del equipo.

Aunque no hay informaciones concretas, los resultados se van precipitando y la paciencia se agota rápido en una afición exigente, pero en una directiva que lo es aún más. Y es que el del UCAM es un proyecto de elevadas obligaciones pese a tratarse de un club tan joven. Una entidad en el que cada paso adelante sabe a poco debido a esas imposiciones, y que podrían precipitar las primeras consecuencias en forma de ajuste en las próximas fechas.