El Reus Deportiu, en rara ocasión, volverá a encontrarse con una victoria a domicilio tan plácida. Sin practicar un partido de gran calidad, pero con control de la posesión, mucha concentración y sin concesiones atrás -demostrando por qué es el equipo menos goleado de toda la Segunda División- firmó un retrato de la cara más aciaga del UCAM Murcia.

No fue una goleada sonora, ni una superioridad abrumadora la que permitió al Reus llevarse los tres puntos ayer de La Condomina. Se puede perder, pero las dos últimas derrotas ligueras son la representación de que la defensa del UCAM, y a día de hoy, también la portería defendida por Biel Ribas en Liga, no está moralmente capacitada para jugar. Y atención, porque no se achaca falta de calidad en ninguna demarcación, sino de sangre, de consistencia mental, de alma para salir a pelear cada partido e intervenir en cada jugada.

La imagen de esta premisa puede personificarse en el central Unai Albizua, sustituido antes del descanso después de dos errores que costaron dos goles. Aunque también se contó con la versión más desacertada del propio Biel Ribas, dormido y sin reacción en los dos tantos.

Y es que todo se puede resumir en unas pocas líneas. A los treinta segundos, el Reus disfrutaba del primer regalo. Biel Ribas efectuaba un mal saque en largo que Ricardo Vaz aprovechó para disponer de la primera ocasión del partido. Se internó en el área por la derecha, pero su disparo centrado lo atajó el propio Biel Ribas en su única intervención del encuentro.

Un minuto después, un balón llovido del cielo tras un mal despeje cayó en los pies de Fran Carbiá. El atacante del Reus la bajó con plomo de espaldas a la portería, se giró ante la pasividad de Albizua, y definió sin ajustar el lanzamiento, con escasísima potencia, ante Biel Ribas.

Errores de pachanga de barrio caían como una losa sobre las cabezas de los jugadores del UCAM.

El Reus se solventó atrás, y movía el esférico sin problema alguno bajo la parsimoniosa batuta de Albistegui. Fue así como transcurrieron los minutos iniciales en La Condomina. El UCAM no daba pie con bola y estaba totalmente noqueado.

Fue bajo esa circunstancia cómo se fraguó, cómo se regaló el segundo gol del partido. Fran Carbiá firmaba su doblete en el minuto 15 gracias a una concesión imperdonable. El mediapunta del Reus recogió el esférico en el centro del campo, inició la arrancada sin oposición y bajo la atenta mirada de Juande, Hugo Álvarez y de nuevo Albizua -que prácticamente no cerraron el espacio-, armó la pierna derecha desde la frontal con potencia buscando la base del palo. El disparo no salió excesivamente ajustado, pero la tardía reacción de Biel Ribas, que se lanzó abajo cuando el balón ya estaba dentro de la portería, concedía el segundo tanto al equipo catalán.

Los fantasmas de Zaragoza de la primera jornada se personaron en La Condomina por primera vez en la temporada. Parecía que el UCAM, con el paso de las semanas, ya había abandonado esas prácticas tan profundamente sonrojantes, pero el golpe moral que supone la derrota de ayer se presume difícil de apaciguar.

El equipo universitario, desde ese segundo gol en el minuto 16, hasta el descanso, fue una sombra deambulante sobre el césped: minutos de posesión del Reus que se hacían eternos y que seguían golpeando de forma torturadora las cabezas de los futbolistas que vestían la casaca azul y dorada.

Vicente y Natalio pudieron abrir las aguas con su bastón de no ser por su poca puntería. Dos pases de la muerte llegados desde la derecha tuvieron el mismo desenlace: disparos potentes a bote pronto que se marchaban por encima del travesaño.

Fue la única manera de incordiar, ya que a partir de la creación era totalmente imposible. Las pocas veces que le duraba el balón al UCAM en los pies terminaban por jugarse con el portero. Nono, Góngora o Juande alzaban las manos solicitando apoyo en diversas ocasiones, pero la desconexión era total.

Tras el descanso, el Reus apaciguó sus ansias de burreo y se limitó a encerrarse. El UCAM intentó salvar la dignidad, aunque la circulación de balón era estática y con un ritmo soporífero. Sergio Mora sustituyó al defenestrado Albizua antes del descanso, pero su aporte fue prácticamente estéril.

La entrada en el campo de Juanma, que compartió sus primeros minutos junto a Jona en la punta de ataque, fundamentó la idea de entrar por banda y buscar el área a base de centros. Así, Vicente pudo hacer algo de daño, teniendo una buena ocasión dentro del área, pero su lanzamiento se marcharía demasiado cruzado.

También pudo acortar las distancias en el marcador el valenciano Juanma, que al verse solo a la hora de atacar, agachó la cabeza tras recibir en la izquierda, sorteó a dos rivales, y mandó un disparo que peló la base del palo de la portería defendida por Edgar Badía.

Sobrepasada la hora de partido, el UCAM dejó de creer. No llegaron más ocasiones con el balón en movimiento, ya que únicamente Góngora dispuso de un par de acciones a balón parado. Una falta desde la frontal que rechazó la cabeza de un miembro de la barrera, y un golpeo directo desde el córner que salvó Edgar Badía sobre la línea de gol.

Tras esto, impotencia, la cual quedó reflejada en un par de duras entradas de Hugo Álvarez y Juande, y una última ocasión para el Reus, de nuevo clarísima. Jorge Díaz se plantó ante Biel Ribas dentro del área, pero su toque sutil por encima del guardameta del UCAM lo consiguió despejar Tito sobre la línea de gol cuando ya se visionaba la goleada visitante.

Tres disparos, dos goles, y una convicción fundamentada en una defensa férrea, fueron las credenciales de un novato en la categoría, al igual que el UCAM. Pero las diferencias entre ambos, plasmadas ayer sobre el césped de La Condomina, retrataron la gigantesca desigualdad moral que atraviesa cada uno de estos dos equipos. El UCAM queda, de esta manera, a un punto del descenso, y a un pequeño mundo de recuperar las mejores sensaciones.