Las señas de identidad del UCAM Murcia, de las que tanto y tan bien habíamos hablado durante las últimas semanas, desaparecieron ayer durante los noventa y tres minutos que duró el encuentro de los universitarios en Getafe. El equipo azulón, que llegaba al encuentro tras haber sumado una victoria en las ocho jornadas precedentes, vio como el equipo entrenado por José María Salmerón le entregaba en bandeja los tres puntos y algo más.

El UCAM, más allá de lo que supone sumar la segunda derrota de la temporada, no perdió por ser peor que el Getafe, sino por acuciar una desmesurada falta de ganas, hambre y ambición en la que ni siquiera demostró querer luchar por ganar o, al menos, empatar el partido. El encuentro, siendo escuetos, podría resumirse en dos jugadas y en un dato estadístico: por un lado, los dos tantos encajados por el UCAM, en el que un lance en el que Albizua introdujo el balón en su propia portería y un fallo clamoroso en el marcaje en una jugada de estrategia facilitaron los dos tantos del Getafe; y por otra parte, los cero disparos a portería efectuados por los universitarios. Un rosco que no se levanta ni con grúa, menos aun sin ambición.

La versión a domicilio del UCAM, tras cinco jornadas actuando como visitante, ya ha dejado patente que el autobús y el contragolpe serán las señas de identidad de los universitarios cuando comparezcan lejos de La Condomina. Un salto que pasa del descaro y la convicción por ganar al tedio y al conservadurismo de una semana a otra.

Ayer, en Getafe, no fue menos. Solo los locales intentaron ofrecer algo de espectáculo, quizá más por la necesidad y las nefastas sensaciones que apremiaban dentro de la parroquia azulona y también, obviamente, por la necesidad de huir de los puestos de descenso. Biel Ribas, guardameta del UCAM, se vio obligado a intervenir hasta en cuatro ocasiones en los primeros veinte minutos del choque, en los que las acciones más reseñables llegaron en una parada tras intento de gol olímpico de Dani Pacheco y un disparo desde fuera del área que botó justo delante del propio Biel.

El UCAM no se aproximó hasta el arco defendido por Alberto hasta los 25 minutos de la primera mitad, cuando un disparo de Natalio se marchó a las nubes. Del UCAM ambicioso que actúa como local solo se podía reconocer el escudo.

El Getafe no desistió. Siguió conteniendo el balón, probando por la izquierda por medio de Dani Pacheco e intentando golpear por bandas, queriendo saborear el fruto de la insistencia pese a no disponer de credenciales ofensivos que hicieran pensar que el Getafe era mejor que el UCAM. Solo fueron mayores sus deseos de ganar.

El descanso fue mortífero para los de Salmerón, y es que tras el comienzo de la segunda mitad, una nueva e inexplicable pájara engullió al UCAM y lo hundió en las sombras más oscuras. En los minutos 47 y 53, la desconexión y el pasotismo defensivo propiciaron los dos goles que, a la postre, serían definitivos.

El primer tanto esgrimió la simpleza del partido. En el minuto 47, Molinero -reconvertido a lateral zurdo y no diestro- llegó hasta la línea de fondo para introducir el balón en corto para Pacheco. El ex del Liverpool la puso rasa hacia el segundo palo, con algo de potencia, buscando la llegada de algún compañero. Albizua, en un despeje rocambolesco, introdujo el balón en su propia portería. El segundo gol se produjo tras un claro aviso de Juan Cala. Remate de cabeza que se marchó fuera por poco tras una falta lateral. Ese segundo tanto se asemeja en gran medida a la anterior descripción. En el 53', una falta lateral botada en banda derecha por Damián Suárez fue rematada en plancha en el segundo palo por Faurlin ante la pasividad de los integrantes universitarios. Faurlin entró totalmente solo y sin ningún tipo de oposición.

Pese a que restaba casi toda la segunda mitad, el UCAM bajó los brazos tras el segundo tanto y no dio muestras de intentar conseguir un gol que recortarse distancias y permitiera, tras 55 minutos desperdiciados, entrar en el partido.

No obstante, ni la entrada en el campo de Nono por un descabezado Kitoko, el debut de Sergio Mora con los universitarios tras reemplazar a un desaparecido Tito, o el relevo de Collantes por Vicente, totalmente cortocircuitado, hicieron resucitar al UCAM. Ni resurgir, ni tan siquiera mostrar algo de orgullo para acercarse y mirar a los ojos al guardameta rival.

El Getafe se limitó a contemporizar posesiones, quizá con algo más de orden y practicismo y sin tan siquiera pensar en atacar. Se encerró en su campo y quemó segundos. El UCAM, sin ritmo y contagiado por esa parsimonia, se dejó llevar y regresa a Murcia apesadumbrado, seguramente pensando que en su breve periplo por la Segunda División, nunca había ofrecido una imagen cuanto menos condescendiente, y especialmente deprimente.