Barinas, una pedanía de Abanilla de apenas un millar de habitantes, vivió en la década de los ochenta y principios de los noventa una época de oro futbolística. En sus partidos se congregaba un cincuenta por ciento de la población. Los futbolistas del equipo eran considerados como héroes en la localidad. Pero detrás de aquel milagro había un mecenas, un empresario dedicado a la hostelería con tres pasiones: su familia, el fútbol y los toros. Félix Rocamora Tenza (24 de junio de 1942), el 'marisquero de Barinas', apasionado del Real Murcia, tenía un sueño: sentarse en el palco de La Condomina. Y lo consiguió. Llevó a su modesto equipo, al que atrajo a destacados futbolistas, desde regional a Tercera División, con ascensos en Albudeite y Mula, hasta alcanzar el grupo XIII en 1989. Y Félix, benefactor del club grana en multitud de ocasiones, al que recurrieron muchos directivos de la época para apagar fuegos -«al Murcia le he dado dinero a espaldas de mi mujer y mi hija», confesó en una entrevista a LA OPINIÓN-, vio a su Barinas jugar, y perder solo por 1-0, contra su Real Murcia, aunque fuera el Imperial.

Veintisiete años después de aquella efeméride, entrenadores, jugadores y toreros amigos de Félix respondieron rápidamente a la llamada de Pepe Valero, colaborador de este diario y fotógrafo del equipo durante aquellas temporadas de gloria, para rendirle un homenaje que se venía fraguando desde hace un tiempo. Cano, Mangui, Sastre, Ica, Joaquín Sánchez, Salvador, Churri, Tiberi, Ojeda, Juan Alejo, Antonio Marco, Vicente Jordán, Juany Vicente, Celso, Rafa, Pascual, Valentín, Gambín, Joaquín, Otilio, Álvarez, Nicolás, Cutillas, Porras, Arsenio, Ernesto, Pepe Maximino, El Moreno, Torres, Antonio e Ignacio acudieron a la cita junto a los toreros Pepín Liria y Juan Belda, así como las mujeres de algunos de ellos y la viuda de otro exjugador que dejó huella en Barinas, Ildefonso, el hombre que «apaciaguaba el vestuario», recordaba un emocionado Félix, sorprendido por el acto que también había tenido como cómplices a su mujer, Agustina, y su hija Mari, quien sigue ahora al frente de la conocida Marisquería Casa Félix.

Una placa de agradecimiento, una Cruz de Caravaca que le obsequió Joaquín Sánchez, el entrenador al que fichó en una cama mientras superaba una enfermedad, y palabras, muchas palabras de cariño ganado a base de altruismo y de darlo todo sin pedir nada a cambio, recibió Félix, quien entre las mil anécdotas que guarda en su privilegiada memoria, no olvida el gesto que tuvo en una ocasión el fallecido Eusebio Ríos, quien propició que el primer equipo del Real Murcia jugara un amistoso en Barinas: «A los jugadores le dijeron que podían ir a jugar a Caravaca o venir aquí, pero mi amigo Eusebio Ríos y los futbolistas dijeron que ellos se venían aquí», decía Rocamora, quien durante toda la noche tuvo a su lado a Pepín Liria, quien no olvida el gesto que tuvo este empresario una noche tras una mala tarde en Pamplona, cuando lo dejó todo para darle ánimos.