Lo primero en que te fijas cuando ves por primera vez a Rafael Lorente es su enorme sonrisa, y no deja de sorprenderte después del traumático suceso que ha tenido que remontar desde el pasado 19 de junio. A Rafa, como todo el mundo lo conoce, se le ilumina la cara, consciente ahora de que volvía a la vida unos instantes después de caer desplomado al suelo, aquel día que disputaba con su equipo, el CD Algar, un partido de la fase de ascenso a Tercera División frente a la Minerva.

El joven futbolista natural de La Unión ya está en la planta de cardiología del hospital Santa Lucía de Cartagena, tras pasar 16 días en cuidados intensivos, cinco de ellos en coma inducido.

Su cara de felicidad es síntoma de que el enorme susto vivido ha pasado, que las secuelas también se irán tapando con la normalidad del día a día y que Cloti, su madre, podrá volver a pensar en asuntos mas triviales que por los que ha tenido que deambular estos primeros días de verano.

Sobre su cama en el hospital cuelga un muñeco 'El hombre de acero'. Así se siente ahora, una persona capaz de recuperar la vida que pendía de un hilo, pero su juventud, su fisonomía y su fuerza de voluntad han sido determinantes para que Rafa reconforte con su chispa a aquellos que le rodean, especialmente a su madre, su hermana y su novia.

Empieza a asimilar que eso de seguir jugando al fútbol va a ser mucho más complicado a partir de ahora, pero se aferra a la idea de que tiene todo un mundo por disfrutar y mil cosas por hacer aún. «Lo único es que el año que viene no voy a poder estar con mis amigos jugando en Tercera», dice Rafa a Antonio Tudela, su presidente que no ha dejado de estar ni un instante con la familia hasta este momento.

Si todo marcha como hasta ahora, en unos días estará en casa tratando de adaptarse a la vida fuera del hospital. Dice que no tiene prisa por marcharse, que hasta que no se encuentre seguro de que todo está bien es mejor que los médicos sigan cuidándolo.

Pero Rafa denota en sus movimientos, su tono de voz cuando te cuenta lo sucedido o su rostro, que lo malo ya ha pasado.

El pasado lunes le colocaron un desfibrilador automático -denominado DAI- «que lo que hace es detectarme el pulso y la frecuencia cardíaca, y cuando hay alguna anomalía suelta unos impulsos para recuperar el ritmo y si se para hará unas descargas para que el corazón vuelva a funcionar», dice el joven. Ahora estará siempre controlado para evitar un incidente como el que tuvo que padecer.

«Me han contado la historia varias veces y desde varias perspectivas, por lo que a Paco Belda -el médico que lo atendía en esos primeros instantes- le estoy eternamente agradecido, porque le debo la vida», explicaba el propio jugador en declaraciones efectuadas al programa deportivo El Larguero, de la Ser.

Cloti asiste feliz. Nadie más que ella sabe el oscuro túnel que ha tenido que atravesar hasta ver la luz que ilumina el rostro de su hijo.

Mientras, Cristina Campos, su novia, suspira aliviada. Es el momento de mirar hacia adelante. El trauma ya es historia y todo quedará en un mal trago.

Rafa sigue avanzando, sonriente y rodeado de los suyos, ¿qué más se puede pedir?