El sueño se hizo realidad. Tocó sufrir durante los más de 180 minutos que duró la eliminatoria, pero la casta, el orgullo, la eficacia goleadora de los delanteros del UCAM y un trabajo exasperante en defensa de todos y cada uno de los futbolistas universitarios, fueron motivos suficientes para concluir una temporada histórica culminada de la mejor forma: ascenso a Segunda División de forma directa, por la puerta grande.

La suerte deparó que el UCAM se enfrentase en este cruce a un coloso ofensivo como es el Real Madrid Castilla. La mejor defensa de la categoría supo contener los destellos de magia de unos chavales, los del filial del Real Madrid Castilla, que, particularmente, no extrañaría a nadie que acabasen ascendiendo igualmente a Segunda. El marcador global del cruce delimita la dureza del compromiso: por la mínima, un luminoso total de cuatro a tres goles, y con cada uno de los equipos haciendo gala del fútbol que les había llevado hasta estos partidos.

El choque de ida dio muchas ideas al UCAM de cómo podía meter mano a este filial madridista. La defensa merengue ya hizo aguas en La Condomina, y los pupilos de Salmerón se marcharon con la lección aprendida.

De esta forma, el choque crucial que dictaminaría un campeón comenzó de forma previsible. El Castilla tomó el peso del encuentro, domando el balón con mimo, rompiendo líneas con pases diagonales y buscando la electricidad de Mayoral en banda izquierda.

El UCAM sufrió en este arranque de partido, achicó espacios lo mejor que pudo o supo, y aguantó las primeras embestidas del filial madridista. Tejero, con un potente disparo hacia el lateral de la red, y un par de internadas hacia el área de Mayoral partiendo desde la izquierda, hacían presagiar lo largo que se iba a hacer el partido.

Sin embargo, Iván Aguilar, sin duda uno de los grandes artífices de este ascenso, se echó el equipo a la espalda junto a Nono I y empezó a reactivar la ofensiva universitaria. Ambos provocaron un par de acercamientos estériles que presagiaron lo mejor de los primeros 45 minutos. Un balón que sobrevoló todo el cielo de Valdebebas cayó dentro del área. El central Héctor, novedad en el once del Castilla, la pifió dejando el balón completamente muerto dentro del área. Aguilar, que luchó ese balón como si fuera el último, dejó botar, y con una fiereza indomable, asestó un zarpazo con la zurda y de volea imparable para Carlos Abad.

El delantero malagueño anotaba su tercer tanto en la eliminatoria, el décimo cuarto de la temporada, y dio alas al UCAM de cara al resto de la primera mitad.

No obstante, el que nunca ha fallado, el guardameta universitario Biel Ribas, tuvo trabajo. Realizó una intervención magistral en dos tiempos ante un disparo cruzado de Mayoral, que seguía siendo un quebradero de cabeza para el lateral diestro Tekio. Ya le hizo sufrir en la ida, y en la primera mitad de la vuelta volvió a rubricar su calidad.

Biel Ribas despejó a córner. Un saque de esquina que posibilitaría una volea desde la frontal de Marcos Llorente y que peló el travesaño. Sin embargo, el UCAM se creció, estiró sus líneas, y se sacudió el susto inicial. El Castilla dejó de circular con velocidad, ya que Odegaard, Febas y Javi Muñoz estaban desaparecidos en las tareas de elaboración.

Aguilar pudo firmar el 0-2 antes del descanso, pero su lanzamiento, mordido en el mano a mano frente al meta Carlos Abad, fue rechazado por el central madridista Lienhart. Góngora, de falta directa, también probó suerte desde muy lejos, dando muestras de la fragilidad que compete al guardameta madridista. Despejó con muchísimos problemas un envío desde unos treinta metros.

El paso por el descanso sentó fatal al UCAM. El juego del equipo se centró al 100% en labores defensivas: achicar espacios, juntar las líneas, encerrarse alrededor del área, y despejar el peligro de la forma que fuera. Parecía que los universitarios desperdiciaban el buen trabajo y las mejores sensaciones con las que concluyeron la primera mitad.

Odegaard, con un buen chut con rosca desde la frontal, y el mismo Odegaard, tras un lanzamiento cruzado con su zurda, hicieron trabajar a Biel Ribas de nuevo. La perla noruega sí dio vestigios en la segunda parte de lo que puede llegar a ser en el mundo del fútbol, ya que partió desde la derecha para adentrarse en el medio y probar al guardameta del UCAM.

El primer susto de la noche se vaticinaba, y llegó en el minuto 61. Góngora flotó defensivamente al extremo Álvaro Jiménez, que entró en la segunda mitad. El lateral universitario dio mucho espacio al extremo merengue, que la puso desde la derecha de forma exquisita y directa a la cabeza de Mariano. El hispanodominicano se alzó por encima de toda la zaga para rematar con potencia con la testa y batir a media altura a Biel Ribas, que a punto estuvo de atajar.

Pero el UCAM, al igual que sucedió antes del hemisferio, volvió a asestar la puñalada en el momento preciso. Acalló el empuje del Castilla, que marcando un gol más podía forzar la prórroga.

La mejor jugada del partido fue culminada de forma excelsa por Pallarés dentro del área. Entre Tekio y César Remón montaron la jugada, el lateral molinense ganó la espalda a la zaga, puso el pase de la muerte hacia el borde del área pequeña, y Pallarés, como el chacal cazagoles qué es, se anticipó a los centrales para enviar el esférico hacia el fondo de las mallas con un toque sutil.

Pallarés silenció Valdebebas, pero por si acaso, mandó callar al graderío merengue llevándose el dedo índice a la boca.

El Castilla necesitaba tres goles, y el UCAM, un 'honoris causa' también en el 'otro fútbol', empezó a llevar el partido a su terreno. Achicaba espacios de forma magnífica, enviaba balones largos para despejar de forma total el peligro y, cada cierto tiempo, algún futbolista se tumbaba al suelo o hacía correr el reloj apelando a lesiones o tirones musculares: por esta cuestión, hasta tres jugadores del UCAM verían cartulina amarilla.

Hubo tiempo para un susto más, ya que Mariano, de golpe franco directo, firmaba su doblete en el partido. El lanzamiento, potente y a media altura, resultó imparable para Biel Ribas.

A falta de diez minutos, el UCAM estaba totalmente replegado: repelía el peligro, perdía tiempo de cualquier forma y contaba los segundos hasta el pitido final. El Castilla, pese a empatar el choque, dejó de creer e incluso se quedó con uno menos. El UCAM abrió bien sus ojos para dejar de soñar, para hacer realidad el objetivo por el que se había luchado durante más de diez meses.

De Tercera a Segunda División, dos ascensos, en tan solo tres temporadas. Este histórico UCAM no tiene límites.