¿Cuándo le dio por el balonmano?

Empecé a jugar con diez años en el colegio, lo que pasaba es que entonces hacíamos multideporte, algo que no se ha mantenido en todos los sitios, y practicaba de todo, como fútbol, baloncesto y voleibol. Estuve hasta los 18 años jugando federado, pero cuando me fui a estudiar a la Universidad de Granada tuve un parón. Finalmente me metí a árbitro para seguir en contacto con el deporte que me gusta.

¿Pero entró en este deporte por tradición familiar?

Llevo el balonmano en las venas desde que me metí, pero nadie en mi familia sabía lo que era.

Entonces no es vocacional del arbitraje.

Casi nadie nace con la vocación de ser árbitro, porque normalmente un jugador no piensa en ser árbitro, quizás sí en ser entrenador, pero no en ser colegiado.

¿Tan mal jugador era?

No, aunque la realidad es que nunca fui un gran jugador. Lo que ocurrió es que yo era portero y en Granada tenía por delante uno muy bueno. En ese momento vi que se convocaba un curso de árbitro, me apunté con un amigo y he estado metido en ello desde 1992, es decir, 24 temporadas.

¿Qué estudió?

Hice Estadística y después quise venirme a Murcia a hacer Investigación y Técnicas de Mercado (ITM), pero no lo hice, aunque cuando finalmente me instalé aquí, me saqué la carrera estando ya trabajando.

¿Cómo llegó a ser Policía?

Porque era una época de mucho paro y tuve un acercamiento a este mundo a través de un primo mío, que es Policía Local, que fue quien me metió en la cabeza esto. Me preparé la oposición, aprobé y de pronto me vi en Ávila en la academia. Y la verdad es que estoy muy contento porque es una profesión de la que se tiene una imagen de ella desde fuera totalmente distinta a lo que es.

¿Cómo llegó a Murcia, por el balonmano?

No, por culpa de una murciana. Decía un jefe mío que un hombre nace en su pueblo y muere en el de la mujer, y yo he llevado eso al pie de la letra.

Vamos, Policía y árbitro, dos profesiones que no están bien vistas socialmente.

Eso decía mi suegro cuando mi mujer le dijo que estaba conmigo. Le preguntó si no sería también del Barça, porque para él ya sería la leche.

¿Dónde es más complicado pitar, en División de Honor o en categorías más bajas?

Es difícil de explicar, pero se puede decir que en División de Honor los contactos en el campo son mucho más limpios y se ven más claramente, pero todo sucede más rápido y la permisividad de los errores que puedas cometer es mucho menor.

Tan difícil como ver el fuera de juego en el fútbol.

El fuera de juego del fútbol lo quitarán algún día porque es increíble, no sé cómo lo hacen los linieres, tengo una gran admiración por ellos porque son capaces de tener la vista en dos sitios. Veo el fútbol más fácil de arbitrar que el balonmano, pero en eso no.

¿Y uno no para de aprender nunca?

Ya te digo yo que no. Reto a cualquiera a que me busque una duda de reglamento, pero el problema está en que cuando observas, tienes que ejecutar rápidamente. Y después está algo que no viene en los reglamentos, que es el control del partido psicológicamente de los jugadores, ya que el árbitro es un director de orquesta que debe hacer que los demás toquen la partitura correctamente. La autoridad en un campo con los jugadores no se impone, te la tienes que ganar a pulso.

¿Ha tenido que salir corriendo de muchos pabellones en su carrera?

Nunca, y problemas después de un partido en categoría nacional, solo un par de veces. Nunca me han montado un circo a la salida de un pabellón y esto que he pitado en toda España, desde ciudades grandes hasta pueblos pequeños. No hace falta decir que me han insultado, porque tenemos esa cultura, pero nada más.

Es que el balonmano es un deporte noble, al menos ese es el concepto que tengo.

En el balonmano, como en el rugby, siempre ha existido nobleza, y si un rival se cae al suelo, se le da la mano para ayudarlo a levantarse. Pero en las categorías base se están empezando a ver comportamientos que vienen dados por la sociedad y por los padres, que no están fomentando el respeto hacia los demás. Lo bueno que tenemos es que no somos tan mayoritarios como en el fútbol, y eso hace que seamos una familia donde se conoce todo el mundo, que es algo que te engancha.

Ha dejado el arbitraje, ¿pero abandona definitivamente también el balonmano?

Si te lo cuento no te lo crees. Además de ser presidente de la comisión nacional de balonmano playa, he decidido presentarme a las elecciones a la Federación Murciana. Lo tengo decidido, pase lo que pase, pero no dejo de pitar para presentarme, porque todo el mundo piensa que es así. Pongo fin por una situación personal después de tener un hijo hace un año. Mi mujer, Miriam Fructuoso, que también fue jugadora, lleva equipos...

¿Y usted le pitó partidos a su mujer?

Sí le he pitado a ella partidos sin saberlo, cuando jugaba en el Club Balonmano Murcia, pero mi relación con ella viene porque nos conocimos en la boda de un árbitro. La situación que nos hemos encontrado ahora es que uno de los dos tenía que dejar su actividad en el balonmano y di el paso de dejar el arbitraje, ya que yo, por edad, ya no podía seguir avanzando.

¿Lleva mucho tiempo en el balonmano playa?

Llevo ya tres años. La actividad es solo en junio y julio, pero nos tiramos todo el año preparando los campeonatos. Y también por eso fue por lo que dije que ya estaba bien. Es que es muy sacrificado estar todos los fines de semana fuera de casa, que mi hijo, que me ha acompañado desde que nació, ha hecho ya más kilómetros en un año que mi padre en toda su vida. He tenido que dejar de ir a muchas bodas, bautizos y comuniones y ha llegado el momento de dejar el arbitraje.