Qué mejor momento para evaluar el papel de este curso 2015-2016 del UCAM Murcia tras la consecución del campeonato del grupo IV de Segunda División B. El equipo universitario iniciaba el curso en agosto con exigencias representativas tras su gran papel en la temporada anterior. Una actuación sorprendente a la altura de pocos equipos de la categoría y en la que concluyó segundo en su congregación, tras el Cádiz, y llegar directamente de la Tercera. En ésta, la temporada de la confirmación de un proyecto creado exclusivamente para el ascenso, el UCAM ha iniciado la hazaña cumpliendo el primer objetivo. Ahora falta concluir la verdadera tarea.

Es obvio que la consecución del campeonato del grupo IV, sin rematar el año con el ascenso, no se recordará por magníficos que hayan sido los métodos para lograr dicha distinción (que se lo digan al Cádiz el pasado año). No obstante, la plantilla de este UCAM sí será recordada por otras cuestiones llamativas dignas de analizar, un estilo impuesto por su técnico, el almeriense José María Salmerón, que a fin de cuentas ha demostrado ser el más digno y válido para conseguir este primer objetivo.

Dos guardametas lideran desde atrás. Ya desde el curso pasado, en el que el UCAM encadenó una racha de 23 jornadas sin conocer la derrota en la segunda temporada de su historia en esta categoría, se pudo comprobar la fiabilidad defensiva del conjunto azul y dorado. Un trabajo refrendado por el portero titular, Miguel Escalona.

Esta campaña, Escalona firmaba los mismos números bajo palos tras 19 jornadas (primera vuelta completa) con 11 tantos encajados, que auguraban otro año en el que las marcas del propio Escalona del curso anterior serían batidas por él mismo: 25 goles en contra en la 2014-2015 y una marca de 583 minutos consecutivos en Liga sin encajar un tanto. Sin embargo, antes de la jornada 20, uno de los aspectos que más tranquilidad aportaba al UCAM se veía alterado en forma de lesión: el meta titular se lesionaba el dorsal y decía prácticamente adiós al curso.

No obstante, un tipo que confiesa sentirse ´casi´ obsesionado con dejar la portería a cero en cada partido y pelear por batir récords llegaba al UCAM para suplir a Escalona y seguir echando el cerrojo sobre el arco universitario. El mallorquín Biel Ribas, con una dilatada experiencia en Segunda, ha firmado números que agotan los calificativos: 4 goles encajados tras 17 partidos con el UCAM, para un total de 1.530 minutos disputados en Liga, lo que reafirma que el portero balear encaja un tanto cada 382 minutos (gol cada cuatro partidos). En cuanto a récords, este pasado sábado ante el Cádiz batía su propia marca de minutos imbatido, la segunda mejor de la breve historia del UCAM en Segunda B, que estaba fijada en 473 minutos. Ahora, la mantiene en 512, por lo que en el próximo partido que dispute, el portero balear podría escribir su nombre en los anales de la efímera historia del UCAM batiendo la marca de 583 de Escalona.

Regularidad durante todo el curso. Parece obvio que las palabras ´campeón y ´regular´ vayan siempre ligadas, pero en el caso del UCAM toma una acepción especial. Únicamente va a ser líder del grupo IV durante un total de siete jornadas de las 38 totales. Además, no es el conjunto con menos derrotas, honor que pertenece al Sevilla Atlético con cuatro, pero el UCAM solo ha perdido en cinco ocasiones tras 37 partidos disputados.

Pero más allá de esos dos datos curiosos, otras cuestiones hablan por sí solas. En ningún momento conectó una racha de dos partidos consecutivos perdiendo, y solo estuvo sin vencer en dos partidos seguidos en dos ocasiones (Linense-Sevilla Atlético, con empate y derrota en enero; empates ante Melilla y San Roque en abril). Además, ha mantenido dos rachas de encuentros sin conocer la derrota en esta segunda vuelta que prácticamente le ha garantizado el billete para el play off de ascenso. Ambos períodos, de ocho encuentros consecutivos sin perder, han sido durante el segundo tramo de la campaña, iniciados tras las derrotas ante Sevilla Atlético en enero y Algeciras en marzo, ambas por 1-0 como visitante. Si el UCAM no pierde frente al Linense en casa en la última jornada, habrá conectado su mejor racha del curso con nueve partidos sin perder en esta temporada regular.

Estilo innegociable que ha dado sus frutos. Los duelos de Segunda B, sobre todo los que implican a equipos con poco potencial ofensivo, terminan por ofrecer el espectáculo justo y necesario para pasar el domingo por la tarde. El UCAM, que parecía tener bien asimilado su concepto de juego armonioso y de posesión al final del pasado curso y al principio de éste, sufrió, poco a poco y con el paso de las jornadas, una asimilación del concepto que José María Salmerón tiene del fútbol.

Esta metamorfosis ha derivado en un híbrido bien absorbido por sus futbolistas. Los ataques en estático, que se regían por una imponente velocidad y una solidaridad abismal de cada compañero ofreciéndose en el pase, dieron lugar a una fluidez más lenta, con poco movimiento y con escasos intercambios de posición arriba. Por ello, el UCAM ha dejado de tener el balón para crear el peligro, para terminar poseyéndolo y no recibir goles. Por otra parte, es difícil no recordar la importancia de un canalizador de juego como era para el UCAM el ahora grana Alejandro Chavero. De esta forma, el esquema destroza y origina ocasiones a sus rivales por los costados, olvidándose del medio: Josan, Nono I, Tekio, Góngora, Iván Aguilar, Isi Ros€ jugadores con desborde en banda que han originado una enorme cantidad de puntos para el UCAM. Se han explotado otras vertientes de peligro, como el uno contra uno, el balón parado, y los centros desde la banda.

Esta idea se puede entender a través de lo siguiente. La velocidad y el esfuerzo físico que se otorgaba al ritmo de la posesión de balón se administran ahora para dotar a las piernas de un plus defensivo a lo largo de los noventa minutos. No todos los jugadores intervienen en ataque, pero ninguno escapa del trabajo defensivo que ha posibilitado que en veintitrés encuentros de un total de 37 disputados, el UCAM haya dejado su portería a cero.