Usted fue jugador de fútbol sala. ¿Cómo fueron sus inicios?

Cartagena tenía y tiene una liga local muy potente, de la que cuatro jugadores pasamos a un equipo de División de Plata de Torre Pacheco. Jugamos una fase de ascenso, a la que fueron muchos ojeadores, y se fijó en mí el entrenador del Salazones Diego de San Pedro del Pinatar, que estaba en División de Honor. Me ficharon, estuve allí dos temporadas y después pasé otras dos en el Construcciones Débora de Elche.

¿Y qué tal jugador era?

Tenía mucho físico, técnicamente no era malo, y jugaba de ala, pero era muy intenso.

¿Pero se fue al fútbol sala porque no valía para el fútbol, como ocurría entonces a muchos jóvenes?

Sí, fue por eso, porque un entrenador me dijo que era un buen lateral derecho, pero que por mi estatura no iba a llegar a más. Me lo dijo cuando estaba en juveniles y en lugar de hundirme, busqué otra alternativa, que era el fútbol sala, y fíjate que fui el primer jugador cartagenero que militó en División de Honor.

Entonces, ese entrenador le hizo un favor.

Yo se lo he agradecido porque tenía razón, ya que no crecí más y me dejó claro que tenía que buscarme otra alternativa y, claro, no era ni el baloncesto ni el voleibol, por supuesto. Se me dio bastante bien el fútbol sala y estuve cinco temporadas en División de Honor.

¿Cómo era ese fútbol sala de los años ochenta?

Era muy bonito porque empezaron a llegar brasileños y tuve la suerte de vivir ese boom. España es hoy en día en fútbol sala lo que es gracias a esos brasileños que vinieron a enseñarnos. Coincidí con Super Mauro en Elche, con Marabú y Tacinha, y también con españoles como Pato y Vicentín. También tuve la suerte de jugar esa generación de murcianos que formaban Álex, Parri, Gázquez y Pepón.

¿Entonces se ganaba dinero en el fútbol sala?

Lo máximo que llegué a ganar al mes fueron 110.000 pesetas en Elche, que entonces era una pasta. Con ese dinerito me compré un Volvo que pagué a toca teja.

¿Y cómo empezó su carrera como trabajador de la Universidad?

Gracias al fútbol sala, porque logré una beca en el servicio de deportes de la Universidad de Murcia como deportista de alto nivel. Estaba estudiando Magisterio de Educación Física?

¿Entonces había muchos deportistas estudiando?

El único era yo. Me dieron una beca de colaboración, asumí el papel de Juan García Pellicer, que en ese momento se cogió una baja, y después saqué la oposición, momento en el que decidí dejar el fútbol sala.

¿Y con el tiempo se fue a Cartagena?

Cartagena era entonces un campus de la UMU y cuando en 1998 me propusieron ser el jefe de deportes de la Politécnica, que fue después de hacer la licenciatura, creé el servicio de promoción deportiva de la UPCT.

Y recuerdo que también fue preparador físico del anterior club de Cartagena de fútbol sala.

Cuando llamaron a Blas Moreno para ser jugador y entrenador con Javi Aparicio del Mínguez&Sáez, que entonces estaba en División de Plata -temporada 1997-1998- entré en el cuerpo técnico, ascendimos a División de Honor y estuve tres temporadas más, hasta que después de entrar Polaris me lo dejé.

¿Qué jugador le ha impresionado más en su vida?

Manoel Tobías, la persona más ejemplar que he visto en mi vida. Cuando fichó por Cartagena fui a la Virgen de la Caridad a agradecerle el fichaje porque incorporábamos a un gran jugador y una gran persona. Casi me convertí en su entrenador personal porque trabajé con él muy particularmente. Un profesional como la copa de un pino, el primero corriendo, todo lo contrario que los brasileños al uso, que se escaqueaban.

Hace dos años asumió la presidencia del Cartagena Fútbol Sala. ¿Le engañaron o se dejó?

Me dejé engañar. Me dijeron que se iba todo al garete, que no había nadie que quisiera tirar del carro. Como el fútbol sala lo ha sido todo en mi vida, porque hasta tengo trabajo gracias a él, nos juntamos un grupo de amigos y tiramos para adelante.

Vamos, que acudieron a usted en situación límite.

Sí, porque el fútbol sala moría en Cartagena y había que crear un nuevo club nuevo, ya que el anterior tenía muchas deudas. Y dije que si tenía que ser la cabeza visible de un grupo de amigos, yo me prestaba.

¿Cómo se viven los partidos en el palco?

Muy mal, porque a uno le gustaría estar abajo cuando el resultado no favorece, pero uno se acostumbra. No sé si alguien algún día me sacará de quicio, pero de momento sé estar. Afortunadamente en Segunda no he tenido la compañía de muchos presidentes, por lo que se puede vivir de forma un poco más efusiva, pero el día del Hércules tuve que tragármelas dobladas con el 2-9.

¿Y ahora, tras el ascenso tiene futuro el club?

Hombre, nunca llegará a ser lo de Polaris porque ese fútbol sala murió con la crisis del ladrillo. Lo que ha pasado ha sido bueno porque se había sobredimensionado, aunque la crisis nos ha perjudicado porque ha bajado el nivel.

Ahora hay jugadores que no ganan en Primera lo que usted hace 30 años.

Correcto. La crisis nos ha puesto en nuestro sitio, pero se han recuperado valores que se perdieron un poco en la época de vacas gordas.

Me llama la atención que su patrocinador sea Plásticos Romero, una empresa de Molina.

Hay una carencia y falta de confianza de los empresarios cartageneros con el deporte de su ciudad. Pero tenemos la suerte de que Juan Fernando Romero es un enamorado del fútbol sala, porque de lo contrario no se entendería que una persona de Molina de Segura apostara por un club de Cartagena y ya está confirmado que va a continuar con nosotros la próxima temporada.