Desde luego, pocas veces defraudan los partidos entre Murcia y Zaragoza. Tras la montaña rusa de parciales y sensaciones de una primera mitad en la que dio la impresión de que el partido no iba a acabar como finalmente hizo, llegó una segunda parte llena de igualdad e incertidumbre, hasta un tiempo extra en el que el conjunto local tuvo que tirar de épica y contar con el apoyo de una atronadora afición que resultó tan determinante como los Wood, Radovic, Cabezas o Lishchuk.

Y es que la diferencia entre el UCAM Murcia y el CAI en el inicio del partido fue abismal. Mientras que Casadevall trató con su quinteto imponerse por centímetros (con Berzing, Linhart, Fotu y Norel), Katsikaris optó por contrarrestar con todo lo contrario: la movilidad de Campazzo, Rojas, Wood y Radovic. La jugada le salió redonda, puesto que Linhart no era capaz de pasar bloqueos y molestar a Wood en sus primeros cuatro tiros de tres, que obviamente metió para empezar con 12 puntos. Radovic y Campazzo se combinaron para terminar de desarbolar a un equipo visitante que no las veía ni venir (23-10). Únicamente sumaban los maños con Norel en el tiro libre, y acabaron el primer cuarto sin una pista de cómo defender el tipo de juego por el que el UCAM había apostado durante los primeros 10 minutos (30-16), pero nada de eso se iba a mantener en un segundo cuarto tan malo para los locales como bueno había sido el primero. Porque, en vez de intentar adaptarse el CAI al ritmo endiablado que había impuesto el UCAM, parecía todo lo contrario, y las rotaciones murcianas no sólo no intentaron siquiera mantener la velocidad en el juego del primer cuarto, si no que parecían diseñadas para contrarrestar la salida de los Sastre, Tomás, Henry y Jelovac y adaptarse a su juego.El resultado fue que Jelovac, a la sazón el mejor jugador maño, puso el marcador en orden con 14 puntos ante un Antelo superado una y otra vez por sus recursos. Henry, Sastre y Tomás fueron mucho más que Kelati, Benite y Cabezas en estos minutos, tanto en lo físico como en la generación de ideas.

El CAI devolvió prácticamente intacto el parcial que había recibido en el primer acto (15-30 para el 45-46 al descanso), y al paso por vestuarios daba la sensación de que la iniciativa la había recuperado totalmente el conjunto de Casadevall con permiso del propio equipo local. Lo cierto es que, de no ser por la labor de Faverani debajo del aro, la venganza habría sido mucho mayor. Con el marcador reiniciado para la segunda parte, y a pesar de que volvieron los quintetos iniciales, los visitantes ya no se iban a dejar sorprender, especialmente cuando Campazzo y Rojas tenían que dejar su sitio a Martín y Kelati por faltas. El intercambio de golpes fue la tónica del parcial. El joven Alberto Martín mantuvo el tipo con solvencia durante todo el cuarto frente a Bellas primero y Henry después, pero ahora el CAI estaba mucho más asentado y afrontaba el último cuarto con la solidez necesaria para llevar el partido hasta el final (67-67)

El último cuarto no pintaba bien para los locales, con Campazzo y Rojas amenazados con la expulsion, Wood con la pólvora mojada en sus últimos tiros y Antelo cuajando un mal partido. Quedaba una dura batalla en el Palacio de los deportes en la que el apoyo de la grade tenía que resultar determinante sí o sí. El periodo transcurrió con igualdad extrema entre ambos equipos, que encontraban el camino al aro de una manera u otra para sumar y mantener a raya al contrincante. Pere Tomàs contestó con un triple a otro de Antelo que parecía insuflar moral al jugador y al equipo (80-80), pero en ese momento apareció Sastre para impulsar a los suyos con cinco puntos consecutivos sobre Campazzo (82-85). El devenir del choque se llevó a la línea de tiros libres, ya que ninguno de los dos equipos era capaz de conseguir imponerse en juego. Cabezas, Lishchuk y, en la última posesión, Kelati, no fallaron, todo lo contrario que Jelovac, por lo que el partido se fue a la prórroga (88-88).

El golpe lo acusó el CAI, bajo de moral por ver el encuentro alargado y presa fácil para la grada y, sobre todo, para un Wood con hambre que volvió para dar la puntilla con once puntos en el tiempo extra. Cabezas y Radovic se encargaron de seguir abortando los últimos coletazos junto a un Lishchuk peleón que era un coloso bajo el aro. Al final, el 110-102 supo a gloria en la grada de un Palacio que quizá sufrió de más. Pero mereció la pena.