Philippe Gilbert es belga, tierra de clasicómanos, de especialistas en carreras de un día, donde Alejandro Valverde ha logrado algunos de sus triunfos más sonados y es un ídolo. Se crió en la provincia de Lieja, donde el ciclismo es el deporte rey. Allí los niños no sueñan con darle patadas a un balón pese a que la selección belga de fútbol esté ahora de moda, en el número uno del ránking mundial. Solo piensan en subirse a una bicicleta y dar pedales ascendieron La Redoute, una de esas colinas míticas de la Lieja-Bastoña-Lieja, donde todos los años, en el mes de abril, se disputa una de las carreras más bonitas del mundo, donde los aficionados se agolpan a uno y otro lado de la carretera dejando un pequeño pasillo para que pasen los ciclistas.

Ayer, en la trigésimo sexta edición de la Vuelta Ciclista a Murcia, convertida desde hace unos años en clásica por la crisis económica, Gilbert, campeón del mundo en 2012 y con triunfos de etapa en las tres grandes vueltas, le robó al incombustible Alejandro Valverde, quien con 36 años parece que aún tuviera 25, que apenas tiene un gramo de más pese a que estamos aún en el mes de febrero, el triunfo ante su gente en la Gran Vía, donde le esperaban sus hijos y su familia. Correr en casa tiene un sabor especial, y de eso saben mucho los belgas. Y el ciclista del Movistar quería brindar a la afición el quinto triunfo de su carrera deportiva en la carrera que nació de la mano de Alfonso Guzmán el mismo año que su madre le trajo al mundo. Pero se quedó con la miel en los labios, al igual que Luis León Sánchez, que ha iniciado el año 2016 como una moto. El muleño, otro veterano que parece haber rejuvenecido después de superar un calvario en su tortuoso paso por el Rabobank, donde le hicieron la vida imposible, y de haber encontrado de nuevo la estabilidad en un grande del pelotón mundial, el Astana de Fabio Aru, también se quedó muy cerca, como ya le ocurrió en 2015, aunque en la pasada edición fue para que un compañero de equipo fuera el que se llevara las mieles del triunfo.

En la Gran Vía, después de 199 kilómetros marcados por el viento y el calor -se llegaron a alcanzar 24 grados-, el más rápido fue Gilbert, quien se lanzó a tumba abierta en el descenso de la Cresta del Gallo con la incómoda compañía de los dos murcianos, el ruso Ilnur Zakarin y de su compañero Ben Hermans, el que hizo el trabajo sucio para que él rematara. Valverde sabía que en condiciones normales, batir al belga en un esprint tan reducido es casi una misión imposible. Por eso fue el que se lanzó el primero en busca de la meta tras cruzar el Puente de los Peligros. 'Luisle' le siguió, pero ninguno de los dos pudo rematar la faena porque Gilbert, que es un ídolo en su país y que el pasado año solo brilló con luz propia en el mes de mayo en el Giro de Italia, donde ganó dos etapas -poco botín para un hombre como él-, superó por la derecha a los dos murcianos para levantar los brazos como campeón.

Todo ello ocurrió después de una primera fase de la jornada con escapadas, donde tuvo protagonismo otro murciano, Rubén Fernández, llamado a ser el referente del ciclismo regional en un futuro muy corto, y el ascenso al Collado Bermejo, donde se hizo una selección definitiva. Con el BMC y el Movistar, los equipos con mejor plantel en la carrera, empleándose a fondo, era difícil que ningún aventurero, como así ocurrió, llegara a las inmediaciones de la Cresta del Gallo con garantías de éxito. Y así fue. En una carrera donde han ganado a lo largo de su ya dilatada trayectoria ciclistas que llegaron como desconocidos, no hubo lugar a la sorpresa porque Gilbert y compañía, todos ellos con mil batallitas que contar a sus nietos, demostraron que las nuevas generaciones aún tienen mucho camino aún que recorrer.