Piensen en sus estómagos. En cómo han sobrevivido a las Navidades sin perderse ni un solo compromiso. Estando a la altura de todas las comilonas. Sin necesidad de estudios, el remedio posiblemente sea similar en todos los casos. Después de los excesos, llega la hora de depurar el cuerpo. Un poquito de lechuga por aquí, algo de fruta por allá, varios litros de agua y mucho descanso para recuperar las horas de sueño.

Pues ahora cambien sus estómagos por las piernas de los futbolistas del Real Murcia, las comilonas por 180 minutos de máximo esfuerzo -viaje de ida y vuelta a Granada aparte- y las sales de frutas por los litros de Reflex, y se darán cuenta de que los jugadores granas, por muchas remontadas y lideratos, son mortales y que los sobresfuerzos, sean en la mesa o en el césped, se acaban pagando.

Si lo que mejor venía ayer a los chicos de Aira era una jornada de baño y masaje, el Marbella, mejor visitante del Grupo IV, no les concedió ni un segundo de relax. La exigencia fue máxima desde el minuto 1 cuando Narváez dio el primer susto de la tarde. Y al Real Murcia solo le quedó sobrevivir.

Primero con un primer periodo en el que solo destacaron las pequeñas combinaciones entre Guilló, Rafa de Vicente, Chavero y Sergio García, pero que en ningún caso se tradujeron en peligro real en el área defendida por Quique, que 'sufrió' el primer disparo local en el minuto 17 y no tuvo que esforzarse hasta el 29, cuando blocó un tiro de Azkorra; y después con un segundo tiempo en el que la mejoría y el dominio del balón se chocó una y otra vez con un equipo aguerrido y que defendió con uñas y dientes su portería.

Con un conjunto visitante muy bien colocado, que se agrupaba como un acordeón y que tapaba cualquier intento de los granas por banda, donde tanto Cubo como Rodríguez mantuvieron a raya a Sergio García, ayer titular en sustitución del sancionado Carlos Álvarez, y a Germán. Azkorra, delantero único, quedaba aislado, empequeñecido lejos de su territorio y rodeado de tiburones que sabían perfectamente dónde estaba su presa.

No solo defendía el Marbella. Durante muchos instantes, los andaluces llevaron el mando, obligando a los granas a remangarse. Sergi Guilló veía la amarilla en el minuto 15 y Tomás Ruso y Armando, que ayer tuvo que adaptarse al centro de la defensa por las bajas de Jaume y Satrústegui, tuvieron que afinar su radar para adivinar los continuos intentos de los visitantes con balones bombeados y malintencionados en busca de Narváez, uno de los más activos, y de Gerrit.

El Murcia intentaba sacar la cabeza. Rafa de Vicente pedía el balón para dar oxígeno a sus compañeros. La presión visitante, con líneas muy juntas, lo hacía imposible, desesperando a los granas, a los que solo les quedaba disparos lejanos que pocas veces fueron entre los tres palos.

Analizando los últimos encuentros del Real Murcia, lo mejor que podía pasar era que el colegiado señalase el túnel de vestuarios y que José Manuel Aira, en plan Panoramix, sirviese a sus chicos la poción mágica que cambiase el devenir del partido. Pero en esta ocasión las piernas estaban tan cansadas que esa fuerza sobrehumana que tantas alegrías ha dado hasta el momento no llegó a tiempo.

Para ver al Murcia mandar todavía hubo que esperar un rato más. Porque los primeros minutos de la segunda parte volvieron a ser del Marbella. Un disparo de Sergio Narváez se encontraba con el cuerpo de un jugador grana y se iba a córner, mientras que Fernando frenaba en dos tiempos otro intento de Añón.

Viendo el panorama, a Aira solo le quedó reaccionar. Buscar un revulsivo y para eso recurrió a Arturo e Isi, dos de los futbolistas claves en la remontada del pasado miércoles en Granada. El de Abarán, que saltaba al terreno de juego en el 51 y que provocaba una serie de movimientos en el once que acabaron siendo beneficiosos, sustituía a un Sergi Guilló cuyas pilas, después de varias semanas de inactividad, llevaban minutos pidiendo a gritos el cambio.

Más reforzado en el centro del campo, donde se notó especialmente el paso atrás dado por Chavero, el Real Murcia consiguió por fin llevar la voz cantante y hacer prácticamente desaparecer al Marbella. En el 67, Germán enviaba a la cruceta, pero su ocasión estaba anulada por fuera de juego. Chavero, en el 69, lo intentaba desde fuera, y en el 76, en un córner, Azkorra rozó el gol en un balón que llegaba peinado por Tomás Ruso.

Isi también quería seguir dando la razón a los que hace ya tiempo le colocaron el cartel de revulsivo. Lo intentó de todas las maneras. Ante una defensa muy bien ajustada y que no dejaba ni un solo hueco, el ciezano fue el único capaz de huir del centro de la tela de araña en la que iban cayendo casi todos sus compañeros. Pero el extremo no tuvo su mejor día. En el 77 vio como uno de sus disparos se marchaba pegado al palo y cinco minutos después, tras una combinación con Chavero, Isi sacaba la varita mágica para intentar meter la pelota por la escuadra, pero su golpeo no solo no cogió el efecto necesario sino que salió demasiado fuerte.

Sin ser capaces de hacer los deberes, granas y andaluces lo dejaron todo pendiente para el minuto 90, donde los acontecimientos se agolparon, no dando tiempo prácticamente a reaccionar en uno u otro lado. Todo empezaba en una jugada en la que Fernando y José Ruiz evitaban un disgusto mayor al sacar una clara ocasión de Añón. La contra la montaba Isi, que tiraba de velocidad para marcharse por la banda derecha. Solo Juanfri, que le agarró como si en ello fuera su vida, consiguió frenarlo con una falta que le costó la amarilla. Pero el ciezano, en vez de respirar hondo y pensar en que hasta el final siempre hay esperanza, reaccionó de forma infantil, golpeando a su adversario y viendo una roja que le envió antes de tiempo al vestuario.

Ahí murió el partido, y en ese instante, en el mismo que se dejaban escapar dos puntos, las piernas de los jugadores del Real Murcia celebraban el final de una semana intensa en la que se ha reforzado el liderato y el inicio de una jornada y media de descanso en la que el baño, los masajes y las horas de sofá sabrán más dulces que nunca.