Cuentan que los chinos desarrollaron uno de los métodos más crueles de tortura. ´La Gota China´, la llaman. El invento era a la vez simple y a la vez mortal. Solo se necesitaba una cuerda para atar al preso, un cubo lleno de agua y mucha paciencia. Las gotas iban cayendo sobre la cabeza del prisionero cada cinco segundos hasta prácticamente taladrarle la piel de la frente y provocarle la locura, primero, y la muerte, después. Sin más historias y sin tener que mancharse las manos de sangre. Ahora, sin necesidad de viajar al país asiático, vistan al torturador de grana y al reo de albinegro, y en un segundo entenderán lo que ocurrió ayer en el derbi de Nueva Condomina.

Sin mirar el reloj, con la tranquilidad de sentirse líder y, como ya hemos contado en semanas atrás, con la ventaja de tener la genética o la belleza de su parte, el Real Murcia coció a fuego lento un método simple y eficaz que acabaría significando una tortura para el FC Cartagena y, sobre todo, para la especulación con la que jugó un equipo albinegro que demostró que el play off le queda muy lejos o muy grande -8 puntos, siendo exactos-.

La primera gota que cayó sobre el cerebro del FC Cartagena la impulsó José Manuel Aira. La presencia de Rafa de Vicente, hasta ahora solo titular en la segunda jornada, decantó para los granas la balanza del centro del campo e incluso enseñó al propio técnico murcianista que es hora de que supere su alergia a los ´jugones´. Sin embargo, para ver los efectos hubo que esperar, tal y como ocurría en las cárceles chinas. Porque los albinegros no se dieron por enterados y saltaron con fuerza al césped de Nueva Condomina. Querían agradar y no estaban dispuestos a dejar salir vivo al líder. Impulsados por Menudo y con el apoyo de Juanlu y Jesús Álvaro, los cartageneristas se empecinaron en volver loco a José Ruiz. Por la otra banda, el albinegro Sergio García -el grana del mismo nombre estaba en el banquillo por orden de Aira- probaba a Fernando en el minuto 7. Y Laens, después de un saque de esquina botado por Menudo, estrelló un balón en el palo en posiblemente la única ocasión del uruguayo en el encuentro.

Pero, de repente, como si las gotas fueran haciendo efecto en el cerebro o las piernas albinegras, los visitantes, especialmente el motor representado por Luque y Sergio, empezaron a sentir pesadez en los movimientos y a dar síntomas de estar perdidos. La presión no era suficiente para frenar la maquinaria una vez que Armando, que ayer sacó a pasear la personalidad que tanto se le pide, y Rafa de Vicente empezaron a engrasarse. Los apoyos de Chavero cada vez que entraba en juego eran como las luces de Navidad que adornan las ciudades en estos días. Solo faltaba pisar área y encender la mecha. Único ´pero´ que se les pudo poner a los granas en la primera parte, que apenas inquietaron a Limones con un cabezazo de Azkorra a centro de Chavero y un disparo del propio centrocampista catalán cuando restaban dos minutos para el descanso.

La Gota China siguió cayendo lentamente nada más comenzar el segundo periodo. Fernando se lucía para enviar a córner un disparo de Sergio García a la vez que mandaba un mensaje claro: ´1 gol en seis partidos´. Y, como el que queda muy tocado mentalmente, ahí acabó el Cartagena y apareció el líder. En ese instante se empequeñeció Víctor Fernández en el banquillo visitante y se creció José Manuel Aira en el local.

Y es que a la vez que el técnico grana movía una ficha, como si del parchís se tratase, se comía veinte. Porque con las salidas de Javi López y sobre todo con la de Sergio García, el Real Murcia demostró que era el único sobre el terreno de juego que quería conseguir los tres puntos y la fuerza moral que significa alargar a siete las jornadas sin perder y ganar un partido más que especial para la afición.

Con Chavero y Rafa de Vicente esparciendo polvos mágicos como Campanilla en el cuento de Peter Pan y con un Sergio García con ganas de sacar a pasear su zurda, el Real Murcia hizo desaparecer completamente del campo a un FC Cartagena en el que Menudo, el jugador llamado a marcar diferencias, se diluyó incluso más pronto que un azucarillo al entrar en contacto con el café. A ello también contribuyó el propio conjunto albinegro. Ya sea por el miedo, por lo cercano del final o por las propias gotas que iban taladrando su frente hasta llegar al cerebro, los de Víctor Fernández, inexplicablemente, dejaban claras sus intenciones, se conformaban con el 0-0.

Entendido el mensaje, los granas sacaron su lado más ambicioso. Sin conseguir regularidad en el juego ni abrir hueco en el muro formado por la defensa albinegra, la línea más sólida en el partido de ayer, el Real Murcia volvió a sacar máximo provecho de las jugadas a balón parado. Javi López, que apenas llevaba dos minutos sobre el terreno de juego, sacaba un córner para que Tomás Ruso celebrara su primer gol como murcianista. Y vaya si lo celebró. El problema es que el central alicantino, después de recorrerse todo el fondo sur para festejar su tanto con los aficionados murcianistas, se dio cuenta de que el árbitro, dejándose guiar por el banderín levantado por el asistente, anuló la jugada por fuera de juego. Una decisión que quedó cuestionada por las imágenes de televisión.

Quedaban menos de veinte minutos y el FC Cartagena ya estaba desnudo. Los cambios de Víctor Fernández no servían de nada. Sin personalidad y reducidos a lo que el Real Murcia determinase, a los albinegros solo les quedaba salvar la situación como fuese. Y, después de un intento de Rafa de Vicente en el que quiso sorprender a Limones y otro de Javi López que no aprovechó un centro perfecto de Chavero, los visitantes empezaban ya a saborear el punto que tanto deseaban. Pero en tres minutos descubrieron que no hay peor muerte que la que llega de forma lenta. Porque después de 86 minutos y cuando la orilla ya aparecía al fondo, los albinegros se estrellaron con la realidad. Esa que dice que los chinos, o en este caso los granas, saben perfectamente lo que hacen.

Y si Aira había elaborado el guión y Rafa de Vicente y Chavero habían dirigido la película, Sergio García, que lo mismo responde cuando es titular como cuando sale de suplente, se llevó el premio al mejor actor de la tarde. Primero sirvió un córner para que Azkorra confirmase definitivamente su recuperación con un nuevo gol que acabó valiendo los tres puntos. Pero el cántabro tenía más hambre. Sus ganas se chocaron con todos los miedos de los albinegros al ver el camino de la muerte. Luque, posiblemente con los ojos cerrados ante un suplicio que era lento a la vez que eficaz, no se entendió con Moisés en una zona en la que el extremo murcianista, el más listo de la clase, se llevó el balón y, caracoleándose primero a un defensa y posteriormente a Limones, puso un 2-0 que como dice un amigo mío solo sirve para confirmar una máxima del fútbol tantas veces olvidada: «Ganó el que quería ganar y perdió el equipo que salió a especular». Tan simple como los crueles métodos de los torturadores chinos.