El Real Murcia se siente bello. Es como esos chicos atractivos que donde van triunfan. Da igual que un día se descuiden, que no se pongan la cantidad de gomina adecuada, que opten por una camiseta holgada y unas zapatillas de estar por casa o que simplemente salgan en plan más tranquilo y sin ganas de emociones fuertes, al final acaban la noche acompañados.

Pues un poco de todo eso se vivió ayer en el estadio Nueva Condomina. Los de José Manuel Aira se olvidaron en casa esa corbata que solo utilizan para entrar en los locales más vips -llámense Ramón de Carranza o La Condomina-. Tampoco se sentían inspirados. Ni un solo piropo salió de sus bocas durante los primeros cuarenta y cinco minutos. Y qué decir de la comodidad. Los uniformes que vestían no parecían suyos, como esas tantas veces que intercambias la ropa con algún amigo y luego te das cuenta de que no es suficiente con compartir la misma talla. Era como si la resaca de la última gran fiesta siguiese demasiado presente pese al transcurrir de los días.

Pero nada de eso pareció importar cuando llegó la hora de la verdad, ese momento de la noche -perdón, quería decir de la mañana- en el que te das cuenta que el desodorante siempre está de tu lado. Y si no que l0 creen, pregunten a Germán Sáenz por lo que siempre se ha conocido como 'efecto Axe'.

El tinerfeño, posiblemente en su salsa por el solecito más veraniego que otoñal de la mañana de ayer en Nueva Condomina, cambió sus habituales embestidas por banda, donde apenas fue capaz de superar a su par, para colarse de incógnito en el área, como el que se mete en la pista de baile a ver qué pasa. Y, cuando el colegiado ya estaba más pendiente del túnel de vestuarios que de la jugada, el atacante, o su olor, atrajo a un balón perdido en el área, necesitado de cariño y emociones fuertes, para enseñarle el camino de la red. De ese anonimato volvía a aprovecharse ya en el segundo tiempo cuando, después de una espectacular galopada de Chavero por la banda, metió la pierna para trasladar de nuevo todo su amor a una pelota que no pudo más que dejarse guiar.

Dos goles que llegaron como un rayo de sol en un día de lluvia o como una sonrisa infantil que se cuela en el silencio de la tristeza adulta. Germán lo cambió todo. No es que el Real Murcia hubiese sufrido. Solo que los granas no conseguían sentirse cómodos.

El Real Jaén, con un sistema tan enredado que en ocasiones liaba a los propios jugadores andaluces, tejía una tela de araña en el centro del campo que capaba cualquier intento murcianista. Quesada hacía de llave cerrando unas veces la defensa y abriendo en otras el medio centro. Así, los locales siempre estaban en inferioridad. Sin embargo, esa posesión, tan mentirosa como la protagonista de una de las canciones de David Civera, no era lo que en realidad pretendía ser. Los de Arconada se conformaban con el empate. No daban miedo ni ponían en aprietos a Fernando. Solo guardaban la ropa y lo hacían con el balón en los pies. Posiblemente también por el gran trabajo defensivo de un conjunto grana -volvieron a repetir Jaume y Tomás Ruso- que ya ha demostrado que es capaz de ir superando hasta sus más complejos defectos.

Pero el Real Murcia era incapaz de darse cuenta. Al contrario de los grandes choques, los granas volvieron a dejarse en casa ese equilibrio que tan buenas sensaciones deja cuando aparece. Eran incapaces de ganar la partida en un centro del campo poblado por unos jugadores visitantes que se iban combinando hasta conseguir formar una sola línea entre la defensa y la medular. Y ese trabajo anulaba a Sergio García, ayer más apagado que de costumbre, y al mencionado Germán, que se veía incapaz de superar tantas piernas. Carlos Álvarez, demasiado aislado, respondía con presión y trabajo, y Chavero, por muchos poderes que tenga, no es Moisés para abrir las aguas. Solo la rapidez, la 'mala fe' y la virtud de mirar siempre al frente salvaba a los murcianistas. Cualquier robo de balón era una contra y cualquier contra era una acción de peligro. Pero hasta en esos instantes llegaban las imprecisiones.

Ya en el minuto 1, el meta Felipe había tenido que estirar una pierna para sacar un disparo de un José Ruiz que está creciendo como la espuma. Chavero, con un tiro cruzado, y Fran Moreno, en un intento lejano que se posó en las manos del portero jienense, intentaban animar sin éxito a la afición. También la tuvo Tomás Ruso en el saque de un córner, pero al central le sorprendió tanto recibir tan solo como al meta visitante encontrarse con el disparo del central grana.

Eran pequeños detalles que no acababan de decantar la balanza para el lado murcianista. La posesión del Jaén seguía pesando demasiado, y eso que hubo que esperar hasta el minuto 22 para que Fernando viese el primer balón por las inmediaciones de su portería. Fue un disparo de Álex Cruz que se marchó muy cruzado. Más cerca estuvo el gol de los jienenses en una de las mejores acciones del partido para los de Arconada. Una falta pegada al área botada por Santi Villa se encontraba con una reacción perfecta de Fernando, que posteriormente veía como la suerte también es importante. Y es que el balón despejado por el meta murciano caía a un Hugo Díaz cuyo remate de cabeza se marchaba pegado al poste.

Dos acciones del Jaén que reforzaban las dudas que estaba dejando el líder. Recelos que también llegaban a José Manuel Aira, que a la media hora ya había enviado a calentar a Gorka Azkorra y a Arturo.

Y cuando las cortinas ya se estaban corriendo para poner fin al primer acto, Germán cazó una falta botada por Armando y que se había quedado en el limbo para empezar a hacer los primeros méritos para llevarse el premio al más oportunista de la mañana.

El líder, sin ofrecer su mejor versión, ya estaba por delante, y los de Aira no estaban dispuestos a desaprovechar el 'efecto Axe' iniciado por Germán. Los movimientos de piezas también ayudaron. El técnico grana apenas tardó cinco minutos en empezar a dar más consistencia al centro del campo. Primero saltó al terreno de juego Arturo y poco después lo hizo Rafa de Vicente para sustituir a un Fran Moreno que se marchó lesionado. Las fuerzas en el medio se igualaron. Para el Jaén ya no era suficiente con mover el balón en la zona tranquila del campo. Ahora tenía que arriesgar más. Y eso favorecía a un Real Murcia que además se daba el gusto de disfrutar de Chavero en la banda izquierda, donde se movió como pez en el agua.

No necesitó muchos minutos en construir una autopista y en bautizarla como 'Vía Chavero'. El centrocampista grana, que en el minuto 48 ya había querido ser protagonista sirviendo un centro de oro a un Carlos Álvarez que incomprensiblemente cabeceó para cualquier sitio menos para la portería, se reencarnó en un guepardo para marcharse de todo y de todos por la banda. Galopada que era impulsada por el aliento de una grada que ya está preguntado cuánto cuesta tatuarse el nombre del catalán en el pecho.

Una vez desnudó a sus adversarios sirvió a un Carlos Álvarez que volvió a fallar. Pero por allí, como el que no quiere la cosa, aparecía Germán para firmar su doblete y para refrendar al Real Murcia como un líder que atrae hasta en sus peores tardes, un donjuán que esta semana cambiará las canciones de moda por el tradicional 'cinco lobitos'. Y es que cinco victorias consecutivas no se consiguen todos los días.