Una vez introducido en el túnel del tiempo, el regreso a los años 40 es fácil y apasionante. Hoy martes se cumplen 75 años desde que el Real Madrid cayó por primera vez en la competición liguera en La Condomina. Aunque el equipo blanco, amén de amistosos, ya había visitado la capital del Segura en competición oficial en sendas eliminatorias de Copa.

El primero acompañando al Sevilla, en fase clasificatoria (1926) preliminar para acceder a la misma y el segundo en octavos de final, a doble partido (1931) que acabarían 1-2 la primera y 0-0 la segunda, con Zamora defendiendo la portería merengue. Por tanto, después de nueve años, La Condomina recibía, en competición liguera, al Madrid, pero en otras circunstancias. La cruenta guerra incivil había terminado hacía un año y al balompié hispano le costaba despegar. Mucho más en el Real Madrid, equipo que, si bien había recuperado el título de Real, no conseguía todavía la potencia que comenzaba a aflorar en los años 30, a lo que sería posteriormente el club mas laureado del siglo XX.

En el fútbol español, cuando no existía la profesionalidad y sí amateurs, los equipos más laureados y potentes eran los de la cornisa cantábrica y Cataluña. El Barcelona, el Atlético de Bilbao, el Real Unión de Irún, el Arenas de Guecho, mientras en otro segundo escalón se instalaba el Real Madrid. Desde la instauración de la Copa (1902), el dominio del Atlético de Bilbao, con 13 campeonatos seguido de los ocho del Barcelona y los siete del Real Madrid (cuatro de ellas en una sola tacada) confirmaban la teoría anterior. Con la implantación de la Liga (1928-29) los ocho campeonatos jugados no revierten la situación anterior, con los cuatro torneos del Atlético de Bilbao, los dos del Real Madrid y los solitarios del Barcelona (que inauguró la lista) y el 'outsider' que fue el Betis, con un equipo plagado de jugadores vascos.

Precisamente cuando se introduce el profesionalismo es el Real Madrid, anticipando tiempos venideros, utilizó su potencial económico y fichó a los que eran astros. Primero el arenero José Mari Peña (1926), el primer jugador profesional de la historia del Real Madrid y en 1931, fichó en cascada a Luis Regueiro, el corzo de Irún, Quincoces, Ciriaco y Olivares, todos del Alavés; García de la Puerta, del Murcia; Hilario, del Coruña y sobre todo a Ricardo Zamora, que el Español traspasó por 150.000 pesetas, una millonada entonces.

El resultado es evidente. El Madrid, sin el Real, gana en la 31-32 su primera Liga, terminándola imbatido (igualaba la marca del Atlético de Bilbao en la 29-30). Título que repitió la temporada siguiente, el año en que se incorporó a Samitier, el mejor jugador del Barcelona y que gracias a la amistad que tenía con Santiago Bernabéu y una hábil intervención del manchego, terminó con el fichaje del astro catalán.

Todo el exordio obtuvo su benevolencia para explicar cómo era el Real Madrid de 1940 que llegaba a Murcia. No es el gran Madrid que se formó a inicios de los 30. Cuando terminó la cruenta guerra incivil, el Madrid, como casi todas las sociedades deportivas, se encontró con estadio, arrasado, la sede social destruido, con solo cuatro jugadores (Lecue, Quincoces, Bonet y Sauto) y lo que es peor, con una situación económica nula, y por tanto, sin su mejor arma. En la Liga anterior y también en esta, el Real Madrid no es el mismo Real, sin fichajes de lujo, apoyándose en los veteranos. Como en tantos otros equipos, la base de los conjuntos era siempre formada jugadores vascos, los mejores futbolistas de la época. Y no iba a ser el Real Madrid distinto. Hasta ocho futbolistas con esa misma raigambre: Quincoces, Mardones, Ipiña, Marín, Barinaga, Lecue, Arbiza y Alday, conformando las zonas más necesarias.

Los dos defensas, Mardones y Quincoces, el medio centro Ipiña, los dos interiores, Barinaga y Lecue y el ariete, y goleador, Alday. Y en el banquillo, Paco Bru, el madrileño que dirigió, y lo hizo subcampeón y medalla de plata olímpica, a la selección española en su debut en Amberes. Llegó a Murcia en la séptima jornada, en segunda posición empatado a puntos con el Sevilla, merced a la derrota andaluza en Murcia. Inicialmente el Murcia, muy seguro, presentó un solo cambio en el equipo que derribó a los Stukas. Suárez; Tamayo, Urbano; Castro, Solé, Huete; Huguet, Gaspar Rubio (que suplió al murciano Quetglas) Uría, Rancel y Tito I. Y los madrileños a Esquivas; Mardones, Olivares; Sauto, Ipiña, León; Marín, Barinaga, Alday, Lecue y Emilio Sánchez. El partido fue de total dominio del Murcia, que en los primeros 45 minutos decidió el encuentro. Certificaron el 3-1 con el que al final acabó el partido. Los goleadores fueron Huete, Gaspar Rubio y de nuevo Solé, subieron el 3-0 que Alday maquilló con su gol. Una actuación memorable del terceto compuesto por Castro, Solé, Huete, que le valió al manchego irse al Madrid la temporada siguiente.

La campaña en donde el Murcia obtenía sus dos primeras victorias en la categoría a costa de los dos equipos que compartían el liderato, no acabó bien. El Madrid, con el sexto puesto, a nueve del campeón y el Murcia descendería por vía promocional, ya que ese año no se descendía automáticamente. Y el Madrid estaría 20 años sin alzar un campeonato de Liga. Hasta que viniera Alfredo Di Stéfano, pero esto es otra batalla.