El partido no iba a ser sencillo. Cartagena y Granada B igualaron a cero en un encuentro donde el físico, el músculo, era el protagonista. Fueron 90 minutos de igualdad entre dos huesos: Limones y Dimitrievski apenas fueron exigidos.

Fue un partido muy serio e igualado por parte de los dos equipos. Tanto que, de hecho, ninguno tiró entre los tres palos en la primera parte. El césped del Cartagonova, apto para rasear bien el balón, era un tablero de ajedrez donde cada movimiento contaba. En juego estaban ni más ni menos que dos buenas rachas: la del Cartagena, con tres victorias consecutivas en casa, y la del Granada B, con dos jornadas sumando de tres en tres.

El equipo de José Miguel Campos es un hueso, y como tal es difícil perforarlo. Dos portentos de largo recorrido como Uche, Sulayman fueron el escudo del filial nazarí, al que ni el Rivero más talentoso pudo hacerle frente. Por los costados, la asociación Clifford-Navarrete hizo daño entre líneas: el primero es un jugador muy atento a las imprecisiones; si pestañeas, te roba el balón. El segundo es un chileno de 21 años que participó bastante en el juego del Granada B. Activo y determinante en el último pase, a punto estuvo de hacer buena la asistencia a Matheus, pero Moisés cortó abajo a tiempo.

Por si fuera poco con remangarse, la defensa del Cartagena también sudó para frenar a Corozo, un lateral ofensivo, y a Denilson, un gigantón que roza los dos metros de altura. Son dos misiles, dos balas, pero les faltó asociación. Cuando lograron conectar, el ecuatoriano Corozo se metió hasta la cocina y forzó el saque de esquina.

El Cartagena tampoco consiguió ser constante. Trenzó alguna jugada, pero concretó un mínimo porcentaje entre los tres palos. Acaso si un intento de Jesús Álvaro de falta, que se estrelló en Uche; un melón de Menudo al banderín de córner y un tiro potente de Juanlu, desde la derecha, que atajó Dimitrievski sin complicaciones. Ni el portero macedonio ni Limones fueron exigidos.

Vista la primera parte, un mano a mano de seriedad y concentración, las fuerzas decidirían el devenir del partido. Músculo no le falta al Granada B, desde luego, pero José Miguel Campos se encargó de darle aún más con la entrada de Boateng, otro portento físico para el centro del campo, por Uche. También entró Hidalgo por Matheus, y Clifford pasó a la punta de ataque.

El Cartagena resistió el pulso gracias a ese gen luchador a veces tan demandado. No era el equipo de Huelva, temeroso, que retrocedió metros, no. No porque Sergio Jiménez, pura entrega, tiró del carro, fue bien al corte e incluso superó el límite de su posición: el centro del campo. Quien no baja los brazos, y eso no es noticia, es Laens, siempre hambriento de balón. Al uruguayo le falta dar bocados. Asombroso.

El partido entraba en esos momentos de contacto, de combate, de guerra, de balones aéreos. El Cartagena no iba a ser menos: si el Granada B quería fricción, la iba a tener. Montero, el matón del grupo, el chico que se divierte entre semana viendo Los Soprano, entró en el minuto 85. Pero las rachas, al final, no continuaron.