ElPozo volvió a brindar una victoria a su afición tras vencer al Peñíscola por 5-2 en un choque de claro dominio local que no terminó en goleada tanto por la falta de acierto de los pupilos de Duda unas veces, como por la gran labor de la defensa visitante en otras. Un encuentro que mostró a un conjunto local muy serio, con las ideas claras y sabiendo conducir el partido, pero que no llegó a certificar esa superioridad acompañada de infinitud de ocasiones que hubieran cambiado el adjetivo del partido: de bueno a excelente. Todo porque, a veces, la pelota no quiere entrar, y aunque no fue por falta de intentos, los palos y el meta Gonzalo hicieron que el triunfo de ElPozo no sea pleno, a pesar del gran valor que tiene el volver a ver a ese equipo dominador que se siente más cómodo en el área rival que en la propia.

Fue una primera parte extraña, rara. Porque ElPozo, equipo caracterizado por su potencial ofensivo, pareció saltar a la pista del Palacio con la pólvora mojada. De tantos lanzamientos a puerta dispuso a lo largo del primer periodo, que resultó increíble que solo hubiese dos goles en el luminoso cuando los jugadores enfilaron el camino a vestuarios. El encuentro había arrancado con la intensidad como protagonistas. Ambas escuadras iniciaron el choque presionando y atacando, y eran dos los goles que señalaba el marcador cuando solo se habían cumplido tres minutos de partido. Se adelantó el conjunto local gracias un tanto de Álex. El ciezano, puro nervio y uno de los más listos de la clase, remató de cabeza un balón que tocó en un defensa visitante para hacer el primero de los suyos. No tardó en responder Peñíscola, que igualó la contienda un minuto después tras un disparo de Eric Martel que tocó en un jugador de ElPozo y despistó a Rafa.

Tras los golpes iniciales del combate, cuando el frenesí con el que arrancó Peñíscola fue disminuyendo por el control impuesto por el conjunto de la capital del Segura, ElPozo empezó un asedio sobre la meta visitante ante el que nada pudo hacer el equipo de Carlos Sánchez, que se limitó a aguantar las embestidas de su rival y a confiar en que acabase el primer acto. Fue una lluvia de ocasiones las que se vivieron sobre la pista del Palacio, todas ellas a cargo de ElPozo, que se desesperaba al ver como lo hacía todo bien salvo lo más importante: finalizar las jugadas. El choque estaba encaminado al empate en los primeros veinte minutos hasta que, a pocos segundos del final, Raúl Campos lograba batir a un Gonzalo que se hizo enorme para los pupilos de Duda. Y con una ventaja mínima para los locales, se llegó al descanso.

Un segundo tiempo de infarto

Cuatro lanzamientos al poste y cuatro goles fue lo que deparó el segundo acto. Los primeros llevaron el sello de ElPozo, al que la fortuna pareció dar la espalda. Los tantos, tres de los murcianos y uno del Peñíscola, hicieron justicia a lo visto sobre la pista. Los jugadores de Duda saltaron al parqué sabiendo que, tarde o temprano, los goles debían llegar. No se podían esquivar tantos golpes. Pero no fue hasta el ecuador del segundo tiempo cuando la pelota decidió que era hora de alojarse en el fondo de las mallas. Y fue gracias a un soberbio disparo de Juampi que quitó las telarañas de la escuadra y que dio paso a un final de infarto.

Rota la maldición que impedía que el marcador se moviera, Miguelín hizo el cuarto tras una gran jugada de Raúl Campos. Parecía que el choque estaba visto para sentencia, pero Javi Alonso, en un contragolpe, hizo el segundo de los suyos y llevó la tensión al Palacio. Porque, habida cuenta de que ayer ElPozo necesitaba lanzar treinta veces para cantar un gol, estar con dos tantos de ventaja se antojaba una renta insuficiente. Sin embargo, si los locales no estaban centrados en ataque, sí lo estaban en defensa, y aguantaron a un rival que se plantó en su área con portero-jugador intentando reducir distancias. Fue en vano. Ya al final, Rafa desviaría un doble penalti que pudo nublar el cielo del Palacio y, en una contra, Marinovic certificaría la victoria haciendo el quinto de un conjunto que, a pesar de no estar fino en ataque, fue excelso en su juego.