El Cartagena-Jumilla no era un derbi para optar a los puestos altos de la clasificación, pero igualmente resultó ser un partido trepidante, fÌsicamente solo apto para los portentos y en que ninguno de los dos equipos se planteó otro resultado que no fuera la victoria. Un Cartagena atascado, sin banda sonora propia, se subió a la espalda de Quique Rivero, el solista que lideró al conjunto albinegro hacia la victoria, pudo hacer hat-trick de no estrellarse dos disparos suyos en el palo y vio la luz donde el resto de sus compañeros veÌan la oscuridad, la de un Jumilla impecable como grupo que defendió con dos líneas de cuatro.

Dos jugadores transmitieron el estado con el cada equipo afrontó la primera parte. Mientras que Perona fue el hombre más activo del Jumilla, desperezó a su equipo y abrió el campo por los costados, Menudo terminó por transmitir su ansia, su impaciencia, al resto de sus compañeros. El sevillano llevaba unas semanas por debajo de su rendimiento habitual y se le vio falto de confianza, precipitado cada vez que entraba en contacto con el balón.

Si el Jumilla era entereza en todas las líneas, el Cartagena era un motor desmontado, con todas sus piezas esparcidas por el césped. Tan solo Quique Rivero pudo sostener a los de Víctor Fernández: disfrutó, distribuyó e incluso disparó al palo. El cántabro, esta vez sÌ, ganó en concentración, seguridad y comodidad; ese bienestar, no obstante, no se contagió al resto de futbolistas albinegros.

Poco a poco, el Jumilla se asentó en campo contrario, acumuló varios futbolistas ahÌ y apenas si encontró oposición para hacerse con los rechaces. El conjunto vinÌcola desplegó un juego en el que casi siempre conseguÌa finalizar sus jugadas con disparos. Fonell, Perona, Etamané y el medio Borja merodearon el área de Limones. Este último, de hecho, probó suerte con un disparo raso que se marchó cerca del palo izquierdo de Limones.

El caso es que después de media hora no había ningún dominador claro del partido. El Jumilla siguió a lo suyo. O sea, como un equipo enérgico, unido y capaz de hacer sonar una música celestial, bonita y llena de sentimiento cuando van todos a una. Abrió las alas para atacar y se cobijó en un 4-4-2 cuando le tocó defender. El Cartagena, por su parte, se encomendó al solista Rivero, el único capaz de dar con la nota, con ese estribillo pegadizo: buscó espacios entre la defensa vinícola y dio fluidez al juego, primero con pausa y después con un punto de velocidad.

Ya en el segundo, el Cartagena empezó a ganar en posesión. Pero sobre todo ganó en combinación y avanzó metros, algo que se pudo traducir en una batería de llegadas locales y en la conquista del campo rival. En el minuto 57, además, el conjunto albinegro encontró el premio del gol, obra de Quique Rivero. El cántabro redondeó así su tarde perfecta: metió la pelota incorporándose desde el centro del campo y dos minutos más tarde pudo hacer el segundo, pero el disparo dio en el larguero.

Lejos de agachar la cabeza y tirar la toalla, el Jumilla, como réplica, continuó fiel a su arma m·s preciada: el balón parado. Así pudieron empartar el partido los de Fabregat. El pivote defensivo Julien remató de chilena en un córner, luego, el incansable Etamané lanzó un cañonazo al que respondió Limones con una buena estirada. Ya en los últimos minutos, Sergio GarcÌa, que anteriormente había salido desde el banquillo, puso los últimos 'Uy' de la grada antes de que Menudo pusiera la guinda con el 2-0 definitivo.