El destino le tenía preparado a Txiki el caramelo más dulce, ese cuyo sabor es difícil de olvidar. En un partido igualado en el primer tiempo y en otro segundo donde el Albacete quedó reducido a la categoría de Segunda B, el veterano defensa de 36 años tomó las riendas, se cambió de ropa en la cabina de teléfono y se puso la capa de superhéroe para transformar el último penalti de la tanda que dio al Cartagena la Carabela de Plata.

Que Víctor Fernández quiere implantar su estilo como jugador desde el banquillo es algo que su pudo comprobar desde el primer segundo. En el saque de centro, Menudo envió un balón largo a Sergio García, que finalmente interceptó la defensa del Albacete pero que recordó a aquella jugada de Víctor Fernández y Llorente con el Real Valladolid, en el año 2008. En esa ocasión sí pilló despistada a la zaga del Espanyol. Al margen de eso, el partido mostraba dos actitudes bastantes claras: si el Cartagena todavía no había aterrizado en el césped del Cartagonova, el Albacete, bien ordenado, avanzaba líneas y daba el primer susto de la noche con un disparo algo escorado de Carrasco. La imprecisión y la falta de continuidad albinegra contrastaba con la pausa visitante, tan cómodo que apenas mostraba fisuras. Si a unos les quemaba el balón, los otros lo arropaban con mimo.

La disputa por la posesión en el centro del campo evidenció una falta de autoridad de Sergio Jiménez y Luque, el doble pivote que plantó Víctor de inicio, superados en todo momento por Jara, un tipo que interpreta a las mil maravillas dónde va a ir la pelota. Falto de intensidad, el único acercamiento al área de Dorronsoro lo protagonizó Sergio García, quien provocó el primer córner a favor del Cartagena. Con hombres como Ceballos, Sergio Jiménez, Verdú o Montero, el balón parado debe ser una alternativa al gol peligrosa. Precisamente desde el banderín, Menudo, más acelerado de la cuenta, puso un centro al punto de penalti que cabeceó el central Verdú. El balón lo acogió Dorronsoro sin complicación entre sus brazos, cual bebé recién nacido. Desde entonces, el Cartagena se desperezó y buscó cualquier rendija en la sólida zaga impuesta por Luis César Sampedro.

Tanto se lo creyó el conjunto albinegro que incluso Jonxa, en el carril izquierdo, hizo acto de presencia por medio de una pared con Jesús Álvaro que le permitió centrar sin oposición. Diego Benito, astuto como ninguno de sus compañeros, interceptó el cuero justo cuando Montero ya se preparaba para cabecear desde el área pequeña. Pero la mejor oportunidad llegó en el ecuador del primer tiempo, en un balón suelto que recogió Sergio García para servir en bandeja a Menudo, quien erró el mano a mano con el portero del Albacete. Con pausa pero sin prisa, que diría Melendi, el Cartagena terminó los primeros 45 minutos con aires de entereza, tanto ofensiva como defensiva, y sin excesivo trabajo para Limones.

Cuando un viejo conocido por Benipila como Antoñito entró en el segundo acto, la respuesta de la grada era más silenciosa que agradecida. El ´23´, como lateral diestro, dio una clase magistral de cómo un defensa debe incorporarse al ataque: incansable, incisivo y atrevido en el regate solo cuando era realmente necesario. Además de él, el hispano-hondureño Jona, que ya sabe lo que es marcarle al Cartagena (lo hizo la temporada pasada con la camiseta del Cádiz, en el partido de ida y en el de vuelta), también merodeaba la zona sensible de cualquier equipo: el área de tu portero.

Como réplica, Víctor movió el banquillo: dio entrada a Candelas, Rivero por Jonxa y Montero. Así, Menudo pasó a ser la referencia ofensivo del equipo, y de hecho dispuso de una oportunidad para batir a Héctor, el arquero suplente del Albacete. Un tiro endemoniado, con mala leche, de los que botan antes de llegar al portero. Sorprendió a Héctor, pero la jugada posterior al rechace ya estaba invalidada por fuera de juego. Más tarde entraron dos jóvenes con espinillas que pueden dar mucho de sí esta temporada: Álex Jiménez y Titi Sanz, que hicieron diabluras en tres cuartos de campo como rebeldes que son. Un Albacete reducido, desahuciado a la suerte de Antoñito y Jona, y la poca fortuna local de cara portería dejaron que el punto de penalti decidiera el ganador de la Carabela de Plata.

La última prueba amistosa antes de la competición liguera tenía que terminar con un héroe del pasado que pretende vivir una segunda juventud: Txiki transformó el decisivo desde los once metros. Lo hizo con el sosiego que caracteriza a los veteranos, emulando al mismísimo Antonín Panenka.