Hace cinco meses, el Real Oviedo le 'robó' el liderato al Real Murcia en el Carlos Tartiere; ayer, en Nueva Condomina, le quitó cualquier esperanza, por muy remota que fuera, de luchar en las seis jornadas que restan para el final por conseguir ese primer puesto que tantos privilegios da en el play off. Aunque la batalla por ser el mejor del Grupo I estaba prácticamente descartada desde hace dos semanas, los granas desaprovecharon la oportunidad de mandar un mensaje al resto de rivales, de dar un golpe sobre la mesa y gustarse ante los muchos aficionados que posiblemente acudían ayer por primera vez esta campaña al estadio murcianista.

No es que el equipo de Aira desentonase. De hecho, fue el único que intentó encontrar agua en medio de un desierto. Pero una cosa son las intenciones y otra muy distinta los objetivos.

Cuando el Real Murcia saltó al terreno de juego lo hizo con una idea clara, la de ganar. Por su parte, el todopoderoso Oviedo, el equipo que en el Grupo I es como el coco de los cuentos de nuestra infancia, solo tenía una idea, no perder. Así, transcurridos los noventa minutos, los papeles quedaron más que claros: los murcianistas jugaron a lo que les dejaron los asturianos y Sergio Egea se llevó el título al mejor estratega de la tarde.

Si todos esperaban a un Oviedo avasallador y dominante, dispuesto a marcar territorio en campo ajeno, Sergio Egea sorprendió con un planteamiento conservador. Sus mejores hombres estaban en el campo, pero todos ellos tenían una instrucción clara, pisar el acelerador lo justo y necesario. De hecho, la primera y casi única ocasión de los asturianos en los noventa minutos la tuvo Linares a la media hora, pero su disparo se marchó fuera.

Con el Oviedo aferrado a su papel de sumiso, al Real Murcia le tocó llevar la iniciativa. La alineación de Aira, que en esta ocasión sí puso todas sus cartas ofensivas sobre la mesa, ayudaba. Jairo y Flores fueron los primeros en intentarlo, pero sería el omnipresente José Luis Acciari, que ayer lo bordó de nuevo en el trabajo 'sucio', el que en el minuto 20 obligaría a Esteban a estirarse para evitar que el balón cabeceado por el argentino tras una falta lateral sacada por Armando acabase en la red.

Sin embargo, el Real Murcia nunca se creyó superior ni con capacidad para hacer sangre al Oviedo. Su timidez en la zona de creación volvió a convertirse en una losa demasiado grande. El Oviedo amontonaba a su ejercito en el medio campo y Armando, que necesita demasiados segundos para pensar, veía muchas piernas y pocos espacios. Y sin nadie que mande, la nave grana zozobra. Eso ocurrió durante muchos minutos, instantes en los que los visitantes, sabedores de que su trabajo de contención estaba teniendo el efecto esperado, reforzaron su idea, dejando a Linares en un segundo plazo para beneficiarse de cualquier posible fallo de la defensa murcianista.

Después de un lanzamiento de falta de Armando que llegó manso a las manos de Esteban, los granas volvieron a poner en aprietos a la defensa asturiana. Pumar, que sigue en el once pese a desentonar más de la cuenta, puso el balón a un Carlos Álvarez que se revolvió a la perfección, aunque su disparo se marchó pegado al poste. El asturiano volvería a ser protagonista nada más comenzar la segunda parte.

Apenas habían transcurrido unos segundos cuando robaba un balón por la derecha. El centro llegaba a Jairo, quien tampoco encontraba puerta.

El Real Murcia en vez de crecerse ante un rival apocado, sin nada de fútbol, fue contagiándose de las intenciones de los visitantes. Poco a poco, el balón apenas salía de la zona del medio y los pelotazos eran la única fórmula que unos y otros encontraban para llegar a posiciones de ataque. El cuerpo a cuerpo y las constantes pérdidas de tiempo de los asturianos, que desde el minuto 1 aprovecharon cualquier interrupción para robar unos segundos al cronómetro, empequeñecían a los de Aira y cabreaban a un Carlos Álvarez que gastó tantas energías en sus aspavientos y sus gestos de malestar ante los pocos balones que recibía que cuando realmente tuvo que demostrar sus condiciones optó por un disparo flojito y más que fácil para Esteban (58').

José Manuel Aira intentó corregir la situación con los cambios. Pero como le ocurriera hace una semana ante el Somozas no eligió el manual adecuado. Aunque también puede ser que, como un mal médico, llegara a un diagnóstico erróneo. El leonés, pensando que la deficiencia estaba en la delantera, aumentó la dosis con la entrada de Carrillo y Gerard Oliva, llevando a su equipo a jugar con tres atacantes durante los últimos veinte minutos. Mientras tanto, Armando no era capaz de dar un buen pase ni de encontrar el hueco adecuado. Todos los balones que pasaban por sus piernas acababan en el bando contrario. Y así ni con tres delanteros, ni con cinco ni con diez.

La única esperanza estaba en Javi Flores, ayer más y mejor cubierto que en partidos anteriores. Pero el andaluz siempre tiene recursos. En una de sus entradas al área, después de marear a dos o tres rivales, vio a Pumar ganar la espalda a la defensa. Allí puso el balón, dejando en una posición más que ventajosa al gallego. Pero el lateral, al igual que Armando, prefirió aliarse con los asturianos. Mientras que cuatro jugadores granas esperaban su centro, su golpeo envió el balón a las manos de Esteban.

Quedaba un cambio y dos minutos más el descuento. Mientras Aira seguía errando en su diagnóstico (el centrocampista Javi Saura veía desde el banquillo como Víctor Ruiz era elegido para sustituir en el tercer cambio a Pumar), el argentino Sergio Egea ya encargaba las pizzas para la cena. El objetivo de los suyos estaba cumplido.