¿Cuánto influyen en nuestras vidas 79 centímetros más o 79 centímetros menos? Depende de lo que estemos midiendo y del momento, me contestarán. Pero no se asusten ni se sonrojen, tampoco miren más allá (o más abajo), piensen solo en un paso. Neil Armstrong consideró en 1961, cuando se convertía en el primer hombre en pisar la luna, que su gesto apenas tenía significado para él mismo, pero que sería «un gran salto para la humanidad». Cincuenta y tres años después, un salmantino llamado Julio Velázquez se vistió de astronauta para hacernos olvidar el presente, la decepción del pequeño paso dado ante el Real Zaragoza, para mentalizar a los más negativos que 79 centímetros pueden cambiarnos la vida o el futuro, enviarnos al play off como paso previo al ascenso. Tranquilos, no tendrán que esperar años, ni décadas, para saber el resultado, quince días serán suficientes para obtener conclusiones. Y, si Velázquez, el más pesimista de los hombres, confía, habrá que creer.

Pero una cosa es la clasificación y otra el partido. Sigamos con el ejemplo de los pasos. Un punto en una liga tan igualada y en la que parece que nadie puede ganar se convierte en dulce para un equipo como el Real Murcia que, con constancia y trabajo, se ha permitido soñar, sin embargo, si la victoria no se quedó en Nueva Condomina fue más por el paso atrás de los murcianistas que por la mirada al frente del Zaragoza.

Cuando todo parecía de cara, cuando un tomahawk de Saúl que sorprendió a Leo Franco desnivelaba el partido al borde del descanso, a los granas les pesó la presión que no sintieron ante el Mirandés. El play off ya no es algo que está ahí, por mucho que lo nieguen, todos saben que es una posibilidad real y no lo quieren dejar escapar, por ello miraron al marcador, pensaron en los tres puntos, en lo importante que había en juego y prefirieron guardar la ropa.

El primero en planchar las camisas y los pantalones, y colocarlos ordenadamente en la percha fue Julio Velázquez. Malonga, que cuanto más minutos suma, más decepciona, abandonaba el terreno de juego; en su lugar entraba Dani Toribio, el ´castigado´ después de la derrota ante el Barcelona B, para reforzar el centro del campo. Pero a la vez que el Murcia intentaba cubrirse las espaldas, el Zaragoza, con la entrada de Acevedo y, sobre todo, Henríquez, salía de su depresión para intentar algo más. De golpe el partido cambió.

Ya no eran los granas los que más buscaban el área, ni los que aprovechaban las jugadas a balón parado para meter miedo a los centrales visitantes; y no era Saúl el que llevaba la voz cantante, ni Wellington Silva, al que ayer Víctor Muñoz sometió a una vigilancia extrema (Rico y Arzo fueron su sombra), el que bailaba en el extremo; eran los centrocampistas del Zaragoza los que empezaban a buscar huecos y Mauro dos Santos, que hasta ese momento se había dejado ver más en ataque que en defensa, el que multiplicaba sus funciones. Pero el que más notó el paso atrás del Murcia y la presión de los maños fue el meta Casto.

César Arzo avisó con dos cabezazos. Uno de ellos tocó la red, pero fue anulado por fuera de juego. Ese mismo motivo evitó poco después un gol de Kike García en la otra portería. El que no falló fue Henríquez. El argentino Acevedo metía un centro y el chileno remataba sin que el meta grana pudiese hacer nada. El silencio inundó de golpe Nueva Condomina. En sólo diez minutos, tiempo transcurrido desde que Velázquez hiciese el primer cambio, los maños habían llegado con más peligro que en toda la primera parte y habían anotado el gol del empate. El partido comenzaba de nuevo. Sobre todo porque la igualada, en ese instante, con las pulsaciones a mil por mil, no valía para nadie, especialmente para la grada.

El técnico salmantino quiso parar el tiempo, volver atrás y corregir su decisión anterior, es algo que todos alguna vez hemos querido hacer, pero hay cosas que siguen siendo imposibles. Lo único que pudo hacer fue poner en el tapete a Tete. Las piezas volvían a moverse. El extremeño ocupaba su sitio en la derecha, Wellington pasaba a la izquierda, y Saúl se convertía en segundo punta. Pero el Murcia no estaba fino. Las combinaciones no salían, las imprecisiones eran habituales, y lo único que quedaba eran los centros al área del asturiano en busca de Mauro dos Santos, quien, como amante inexperto, como central en territorio enemigo, no pudo alcanzar el éxtasis.

En su hábitat sí se encontró Casto. Otra vez fue el salvador del Murcia. Su víctima, Roger. El extremeño le ganaba la partida en dos manos a manos. Luis García, en los últimos minutos, también probaba sin éxito.

El partido estaba abierto. El Murcia quería recuperar la ventajosa posición perdida en un mal inicio de la segunda parte, y también tuvo opciones para conseguirlo. En ambas ocasiones el protagonista fue Kike García, ayer menos participativo que de costumbre. Una gran jugada individual acabó al borde del área, posiblemente sobre la línea, cuando fue zancadilleado por un rival, pero el colegiado -de nuevo la importancia de un paso más o un paso menos- no señaló penalti, cabreando a todos con una falta que Álex Martínez estrelló en la barrera. El minuto 90 ya se marchaba en el marcador cuando Kike se encontraba con un balón rematado hacia atrás por Mauro. El canterano no se lo pensó, golpeó con todas sus fuerzas, pero esta vez no vio portería, solo encontró la nada.