Las fuerzas de los jugadores del Real Murcia están tan igualadas que bien podrían ser clones. Ninguno desentona, todos se adaptan a cualquier posición y los novatos se comportan como los más experimentados. Al final, Julio Velázquez va a tener razón cuando dice que es un entrenador privilegiado.

Ayer, en un horario de nuevo maldito para aficionados y periodistas, el Real Murcia volvió a la senda de la victoria y lo hizo sin sufrimiento y sin recurrir a Casto, que vivía uno de los partidos más plácidos de la temporada. Con el meta grana disfrutando de la tranquilidad, los grandes protagonistas de la jornada fueron Álex Martínez, que, sin resentirse,se disfrazaba de media punta, aunque, si esto fuera un juego de niños, bien podría haber adoptado el papel de ´palomita suelta´, y Wellington Silva. Si el sevillano solo tuvo que cambiar su visión, pasando de ver delanteros a ver defensas, el brasileño, titular después de muchas jornadas, puso la electricidad, el vértigo, la sensación de que si el balón llegaba a sus pies, el peligro estaba asegurado.

La dupla, que ayer se hermanó, es lo que tienen los brasileños, que llega la época de Carnaval y se disfrazan de lo que haga falta y con quien haga falta para divertirse, puso la guinda a su buen partido con el primer gol de la noche. Por más que el de Río de Janeiro lo intentó en la primera parte, sus internadas no encontraron rematador. Tampoco sus disparos lejanos, que o se marcharon fuera o cayeron mansos en las manos de René. Pero fue iniciarse el segundo periodo y la suerte de los granas cambió. Wellington, que ya había vuelto loco a Nando en más de una ocasión, recibió el balón. ´¿Centrar o ceder atrás?, esa es la cuestión´, debió pensar el brasileño, si es que en dos segundos se puede pensar. Y eligió la mejor opción. Vio a Álex Martínez al borde del área y al sevillano le mandó la ´patata caliente´. No se quemó. Todo lo contrario. Con un disparo fuerte, seco, que segó el césped, envió el esférico al segundo palo, justo donde René no tenía ninguna posibilidad de llegar.

El partido se ponía cuesta abajo y el Real Murcia decidió no tocar el freno. Tampoco le obligó el Real Jaén, uno de los equipos menos peligrosos que han pasado por Nueva Condomina. Día plácido, por tanto, para Mauro dos Santos, que ayer volvía al once, Pedro Alcalá, Dani Bautista y Molinero. Y no digamos para Casto, que, por la hora, incluso podría haber optado por quitarse el hambre con un buen cuenco de palomitas.

Si en la primera parte, con el marcador igualado, el Real Jaén apenas pisó el área. Por destacar algo, recordaremos una internada de Joselu que acabó con un cara a cara entre Fran Machado y Casto. Poco más. El control del balón era del Real Murcia y los tímidos acercamientos también tenían color grana. Las cosas no solo no cambiaron con el gol de Álex Martínez. Podemos decir que mejoraron. El Jaén se abrió, se acercó sobre todo con algún lanzamiento de córner, y Jona se dejó ver con un disparo desde lejos, pero el Murcia no se asustó. Siguió pensando en mirar arriba.

El único problema es que lo que podría haber sido un festival ofensivo se convirtió en un festival de fallos, en el que Kike García se llevó el premio al más egoísta y Saúl Berjón el galardón al ´niño mimado´ del entrenador. Parece que cuanto peor juega y menos aporta de más minutos disfruta. Todo lo contrario que Iván Moreno. Ayer perdía la titularidad en detrimento de Wellington, pero eso no le afectó para salir enchufadísimo en la segunda parte. Sus veinte minutos valieron más que los setenta del asturiano.

Tampoco vivió su noche, y ya van varias semanas, Kike García. Viendo su actitud perfectamente podría ser uno de los protagonistas de ´Ensayo sobre la ceguera´ de José Saramago. Su egoísmo llega hasta tal punto que solo piensa en él, en ser el gran pichichi del Real Murcia, y aunque hoy, después de la victoria, nadie le reprochará nada, lo cierto es que ayer Kike García fue un delantero de Segunda B. Minuto 77, primer fallo; minuto 80, segundo fallo; minuto 85, tercer fallo; minuto 88, cuarto fallo. Y claro, al quinto intento, llegó el gol. Más por Molinero que por el propio Kike García. El conquense se cruzaba con René por enésima vez, pero el rechace lo conseguía Molinero. El lateral, que a diferencia de su compañero de ataque conoce el significado de la palabra generosidad, le puso en bandeja una nueva posibilidad al ´pichichi´, que cerró el marcador y una noche feliz para el murcianismo dibujando un corazón con sus dedos.