El UCAM ha pasado de acariciar la salvación a meterse en un jardín. En un partido con un final polémico, marcado por controvertidas decisiones arbitrales, la expulsión de Óscar Quintana por una descalificante y una falta personal a 2 segundos del final de Augustine, cayó derrotado en el peor momento, cuando la presión del Estudiantes es más incesante, quedando prácticamente abocado a tener que jugársela en el último segundo.

El primer cuarto fue explosivo, con mucha dinamita y polémica. Con Ellis en racha (15 puntos) y los murcianistas abusando del tiro exterior con Douby como único jugador inspirado, los visitantes dominaron el marcador hasta que un golpe fortuito de Llompart a Franch, que acabó sangrando por la nariz, encendió la mecha al no pararse el juego y anotar Ellis un triple (11-17, min. 6). La grada empezó a jugar y el UCAM le dio la vuelta al tanteo en un minuto y medio de recital exterior con Miso al frente de las operaciones.

Cuando James Augustine entró en juego en el segundo cuarto, los de Quintana se sintieron más a gusto en ataque. Los puntos del estadounidense abrieron una ligera brecha (37-30), sangría que logró cortar el Lucentum con una defensa en zona. Pero el trabajo realizado hasta ese instante lo tiró por la bordar el UCAM en dos últimos minutos donde se topó con la rigurosidad arbitral en las faltas personales, concediendo una nueva oportunidad al Lucentum, que se marchó vivo al descanso pese a que los colegiados dieron fuera del tiempo una canasta final de Kone.

Tener a los dos pívots titulares con tres faltas personas con casi 17 minutos por jugar es muy peligroso. Eso le ocurrió al UCAM, que nada más entrar en el tercer cuarto se encontró con las faltas de Augustine y Barlow. Además, los errores en los tiros libres –siete en este cuarto– se sucedían y los murcianistas eran incapaces de volver a marcar su territorio, de imponer su ley y acabar con la moral de su rival. Por ello le costó sudor anotar en un tercer cuarto sin brillo y con mucha tensión; se palpaba que había mucho en juego. Ni Udoka ni Douby acertaban desde el exterior y el Lucentum dio otro giro de tuerca al darle la vuelta al tanteo (53-56, min. 28) amparado en los errores de los locales. La aparición de Sekulic dio otra vez vida a los suyos (59-57), y cuando parecía que el tercer cuarto podría acabar con una sonrisa, los árbitros pitaron una técnica a Óscar Quintana a siete segundos del final que devolvió la igualdad (59-59).

Que Ime Udoka es el sheriff es algo que ya nadie duda. El UCAM necesitaba de su jefe y éste apareció para guiar con sus canastas en un complicado inicio del último cuarto. Pero si el Lucentum está esta temporada en puestos de play off no es por casualidad. Sus coletazos eran dardos envenenados contra un rival que acusaba la tensión, el exceso de responsabilidad. Encima, a cinco minutos y medio del final se encontró con Augustine y Barlow con cuatro faltas y con Douby desaparecido en combate. La horrorosa selección de tiro hizo lo demás y los visitantes le dieron la vuelta al tanteo (67-70, min. 37). Entonces se unió a la fiesta Dewar con dos triples consecutivos cuando parecía que era posible que la victoria se quedara en casa. Douby volvió entonces al rescate (74-76) y en el siguiente ataque, Pedro Llompart hizo pasos con 39 segundos aún por jugar. El escolta estadounidense volvió a equilibrar el choque (76-76) con un mundo por jugar, medio minuto difícil de resumir, donde hubo de todo. Douby tuvo el triunfo en su mano pero falló un tiro libre que dejó el choque en 78-78 a seis segundos del final. Quien no falló fue Dewar, quien aprovechó la discutida falta personal de Augustine y la técnica a Quintana para finiquitar un choque en el que los árbitros tuvieron que salir escoltados ante el lanzamiento de papeles desde la grada. Con el equipo en medio de la pista abatido, la afición despidió con una sonora ovación a sus jugadores, que vieron esfumarse su brillante racha triunfal en casa y que ahora tendrán que ganar y rezar en las tres jornadas finales. El domingo, en la pista del Madrid, ni siquiera se puede permitir el lujo de fallar.