El deporte siempre ofrece segundas oportunidades. Muchas veces hay que esperar años para que el tren vuelva a pasar por tu puerta. Otras veces, las menos, aparecen a la vuelta de la esquina. Pero no siempre el resultado es el apetecido. Al Murcia se le presenta hoy una ocasión para construir su futuro. Y eso es lo complicado, que menos de 365 días después de una decepción como la vivida en Montilivi, donde la crueldad futbolística quedó representada en ese penalti que Alberto Cifuentes paró pero que terminó entrando, este histórico club tenga la oportunidad de reconciliarse con su pasado y empezar a dibujar otro presente.

Con un 2-0 obtenido en el partido de ida, casi a nadie se le pasa por la cabeza que este Murcia tan superior al resto de equipos de esta categoría torturadora que es la Segunda B, pueda regresar esta noche cabizbajo y volviendo a ver su nombre en el bombo del sorteo de mañana. Lo lógico es que lo haga con el billete al fútbol profesional debajo del brazo. Pero no sería la primera ni la última vez que un conjunto notablemente inferior, como es el caso del Lugo, da la campanada, se crece después de lograr un gol en los primeros compases del partido, y se convierte en una pesadilla para su rival. Por ello, la clave de hoy está en el vestuario. Si Iñaki Alonso opta por un discurso conservador con sus jugadores, estos, como seres humanos que son, buscarán, por encima de todo, mantener su puerta a cero. Y eso entraña mucho peligro, porque por lógica, la mente de los futbolistas del Murcia ordenará dar más patadones hacia atrás que pases hacia adelante. Pero si el técnico vasco es fiel al discurso lanzado durante la semana, enviará a sus jugadores al ataque, en busca de un gol que deje la eliminatoria finiquitada.

Porque como decía Kike García el otro día, el detalle en este encuentro es un gol. Y eso es lo que necesita el bloque murcianista, un tanto que le dé tranquilidad y le propulse hacia el éxito. Convencido estoy de que este cuadro grana, que no ha perdido en toda la temporada, salvo en el choque frente al Real Madrid en la Copa del Rey, por una diferencia superior a los dos goles, alcanzará la meta si juega con ambición, como si no hubiera existido hace siete días un primer encuentro en Nueva Condomina saldado co un tranquilizador, pero no definitivo, 2-0. Sólo de esa forma, manteniendo las mismas señas de identidad proclamadas, logrará amortiguar ese deseo inconsciente que hoy tendrán sus futbolistas de nadar y guardar la ropa, dejando a buen recaudo la renta obtenida. Porque un 2-0 es mucho pero es poco. Si los locales logran llevar el partido a la prórroga, el Murcia estará al borde del KO. Lo hemos visto en otras muchas ocasiones, en las que Goliat ha derrotado a David a base de casta y garra, metiendo presión y nublando la mirada del rival.

Pero si todo transcurre bajo los parámetros futbolísticos que marcan la lógica aplastante que impusieron los murcianistas hace hoy siete días, esta madrugada toda la familia grana se reunirá para celebrar en La Redonda la reconquista de la Segunda División.

Coda: si hay alguien que de verdad se merece el ascenso, a ser posible sin sufrir mucho esta tarde, es esa afición que no ha dejado en ningún momento solo al Murcia en su travesía del desierto, no sólo los que hoy tienen la suerte de estar en Lugo, sino todos aquellos que seguro que se han quedado con las ganas y que no han podido realizar el viaje por motivos económicos.