Después de una sola temporada en el infierno, Murcia es de nuevo ACB. Luis Guil y sus jugadores han completado un ejercicio de ensueño, pulverizando varios récords históricos y reilusionando a una afición que ayer llenó el Palacio, lo vistió de rojo y celebró, celebró por todo lo alto. Se lo merecen.

Es el quinto ascenso de la historia del club, el segundo que se celebra en casa después de más de veinte años. Había ganas. También por poner la guinda al dominio de este equipo en la fase regular.

Pero la alegría llegó en el final de los finales, incluso antes de que se supiera el resultado del encuentro del Palacio. Tenerife hizo un partido terrible, sin apenas fallos en ataque, y la fatalidad sobrevoló el ambiente del Palacio cuando se acabó el partido con empate a 101. Entonces, justo antes de comenzar el tiempo extra, perdió Obradoiro. Ya estaba, hecho, el ascenso se anunció por megafonía y comenzaron las celebraciones, a las que se unió ya el marcador final de 112-111.

Pesadilla antes del sueño

Pocos contaban con el desmesurado acierto que iba a mostrar el Tenerife Canarias durante todo el partido. Los ojos estaban puestos en Richi Guillén y, de hecho, él y Chagoyen acumularon la mayor parte del juego de su equipo en los compases iniciales, lo normal, hasta que actores inesperados entraron en juego buscando su minuto de gloria. Al final fueron veinte.

Quizá el ambiente jugó en contra de un CB Murcia más nervioso de lo habitual. Es lo lógico, puesto que había mucho en juego, pero el efecto que tuvo en Albert Sabat y Lampropoulos fue muy, muy distinto.

El base catalán y el interior griego castigaron de manera brutal al CB Murcia. Sabat parecía infalible desde la línea de tres (5 triples y 15 puntos), y además dirigía con intención. Lampropoulos anotó por dentro, corrió, robó balones, reboteó...sus compañeros se contagiaron y aportaron su granito de arena. No iban a ser convidados de piedra.

El CB Murcia se arrugó un tanto, pero supo sobreponerse. A pesar de que los de Alejandro Martínez llegaron hasta los 9 puntos de ventaja (21-30), la solidez de este equipo es a prueba de bombas. La defensa fallaba puntualmente, especialmente cuando Guil probó una zona que fue castigada con contundencia desde fuera por Heras y Sabat, pero poco a poco logró acomodarse al ritmo anotador de su rival.

Umeh asumió primero el protagonismo, y después, cuando el juego murciano se volcó hacia el interior (se había intentado mucho desde la línea de tres, con insuficiente acierto), Faverani entró en juego para recuperar la iniciativa. Primero consiguió canasta y falta antideportiva adicional. La posesión extra la aprovechó Jasen (33-37). Un triple de Puyada y seis puntos consecutivos de Faverani acercaron al descanso al CB Murcia a sólo 2 puntos (44-46). Con el nivel anotador que había mostrado el rival, era incluso un logro.

El tercer cuarto resultó ser un intercambio de golpes brutal. Después de que el CB Murcia obtuviera el mando en el marcador tras 21 minutos y medio. Las defensas desaparecieron en uno y otro bando y empezó una guerra que no le vino nada bien a los de casa, porque permitió a un Tenerife inspiradísimo en ataque mantener la ventaja, con Lampropoulos infalible (8/8 de dos) y Yáñez haciendo gala de su veteranía (72-74).

El último cuarto fue de infarto, con el CB Murcia bajando a nueve puntos de desventaja (76-89), remontando de la mano de un enorme Rivero y gracias a la aportación de un público espectacular. Acabó el último cuarto con empate a 101, los ánimos estaban por los suelos, pero llegó la noticia: Burgos había ganado.

Por eso la prórroga fue una fiesta, mientras la afición cantaba, el equipo se esforzaba por ganar, y lo hizo, completó la fiesta, porque ganó 112-111.