Sé que es mucho más interesante hablar de los partidos de fútbol de los equipos de nuestra Región que llenan hasta hastiar las crónicas deportivas. Tanto es así que un hecho de una gravedad brutal, ocurrido en Murcia esta semana, queda en una simple nota. En cambio a mí me parece interesante hablar del pasado Real Murcia-Torrellano, de categoría juvenil, donde la violencia en la grada llegó a tal extremo que hubo que suspender el partido.

Entiendo que al club y a otras entidades deportivas no le interese remover esto pero sí creo necesario plantearnos algunas preguntas que pueden ayudarnos a que, alguna vez, alguien ponga freno a las barbaridades que en el mundo deportivo de los más jóvenes se sigue cometiendo por parte de los animales que, en demasiadas ocasiones, dejan sueltos para acompañar a los deportistas. A poco que pensemos sabemos quiénes pueden ser esos animales. Pero vayamos a las preguntas.

¿Los violentos no guardan ninguna relación con los clubes? Estos fueron rápidos lanzando una nota en la que explicaban que efectivamente no tenían nada que ver. Me parece fantástica la rapidez con la que enviaron la nota por lo que supone de preocupación e investigación acerca del asunto. Soy de los que pienso que estas cosas hay que atajarlas rápido, por tanto enhorabuena a la dirección deportiva de ambos equipos, pero si quitamos los familiares, amigos y técnicos que suelen seguir a estos equipos juveniles, quiénes nos quedan. Son tan pocos, algún despistado que pasaba por allí, que entonces debe ser fácil identificar a los culpables ¿verdad? Qué bien, seguro que el Real Murcia, equipo anfitrión en este partido, lo va a tener de cara para poner nombres a los culpables.

¿Qué han hecho o dicho los responsables del deporte político regional? Estoy convencido que su interés por el juego limpio, de salud y enfocado a los más jóvenes es una apuesta tan evidente por parte de la política regional deportiva, que seguro que han manifestado o planteado algo.

Reconozco que me he despistado y no lo he visto, pero me apetecería ver qué han dicho. Sería impensable que, igual que se ha estado en todos los grandes saraos del deporte en la Región, los barcos en Cartagena, los coches por cualquier sitio, los grandes equipos regionales de fútbol y baloncesto…, no se estuviera en los casos ´menores´ como puede ser que unos aficionados al fútbol de juveniles, al Real Murcia o al Torrellano, para nada familiares o conocidos de los propios jugadores según nos cuentan, se hayan liado a leches en un campo de fútbol regional hasta el punto de que hayan tenido que suspenderlo.

Imagino que para estas pequeñeces tampoco es necesario estar, son tan frecuentes por otra parte. Hombre cuando haya muertos ya es otra cosa. Ahí suelen salir todos en la foto. Vale, tampoco hace falta que hayan muertes, sé de un caso en el que por defender a un ciclista al que atacó una vaca, en forma de inductora al doping, un presidente del gobierno y un jefe de la oposición, hacían el ridículo en los medios de comunicación.

¿Qué opinarán los agresores? Ya sé que no son ni familiares ni conocidos del Murcia o el Torrellano, pero qué puede pensar el ¿delincuente? que es incapaz de controlar su frustración, que presenta un descontrol emocional tan grande y, sobre todo, indicadores de psicopatía cuando intenta resolver una cuestión deportiva con violencia.

Ya sé que no le importará haberse transformado en modelo absolutamente negativo para unos jóvenes deportistas. Menos mal que seguro que no era familiar de alguno de ellos porque en ese caso más vale que se esconda por las habitaciones cuando se cruce en su casa con el futbolista en cuestión.

Y, por último, ¿qué le queda al deportista que ve cómo enormes energúmenos solucionan sus cuitas a base de ostias? Si yo fuera un futbolista joven, que practica un deporte por el que siente una pasión absoluta, que está deseando que llegue el fin de semana para ese partido en el que lograr superarse, junto a sus compañeros, que quiere ser capaz de luchar por la victoria, frente a otros que procuran lo mismo, y que es la esencia de la competitividad bien entendida, que les permite hacer grupo, y en algunos casos, también equipo, y de pronto mira a la grada para ver como un grupo de seres, con formas humanas, se están pegando, y que por culpa de ellos se suspende el partido, desde luego lo último que querría ver entre esos seres sería a un familiar, un amigo o un técnico que tenga que ver conmigo, porque si fuera así la vergüenza sería tan grande que me haría pensar qué hago jugando aquí.

Menos mal que los violentos no tenían que ver ni con el Real Murcia ni con el otro equipo, porque si fuera así lo último que desearía es que mi hijo fuera futbolista de un equipo que acoge agresores. Al menos, así nos lo han contado.