Benjamín Sánchez Bermejo (Cieza, 10 de marzo de 1985) ha vivido un calvario en el último año y medio. Cada vez que saltaba a la pista para realizar un entrenamiento, tenía que sobreponerse a los fuertes dolores en la cadera, espalda y glúteo que le llevaron a pasar ayer por el quirófano para someterse a una intervención compleja en la Clínica Cemtro, de Madrid. Las manos del doctor Torres Eguía, que pertenece al equipo del archenero Pedro Guillén, fueron las encargadas de reducir el choque femoroacetabular, una lesión que ya sufrió otro marchador, el madrileño Jesús Ángel García Bragado, hace unos años.

El diagnóstico final de su lesión ha desvelado que los problemas provienen de una lesión de tobillo que sufrió con 16 años. Ayer, en la mesa de operaciones, a Sánchez le cosieron el menisco de la cadera, le limpiaron el cartílago y el émbolo del fémur. Una ´obra de arte´ para que uno de los atletas con mayor proyección mundial de los últimos años, supere de una vez por todas los problemas que le han llevado a perderse el Campeonato de Europa de Barcelona, o que le impidieron rendir al nivel que se esperaba de él en el Campeonato del Mundo del pasado año.

Después de «terminar como pude», dice el murciano, en la Copa del Mundo del pasado mes de abril, Sánchez se sometió a una serie de pruebas que determinaron la idoneidad de pasar por el quirófano. «Necesitaba que me pusieran la cadera en su sitio y limarme la cabeza del fémur. Recuperar la movilidad es el objetivo, así como superar los problemas que me han originado en espalda, glúteo y cadera», afirma el marchador, quien ha vivido en silencio un proceso doloroso que cortó de raíz la «progresión que llevaba, que era muy buena».

«Estoy mal porque en realidad llevo dos años lesionado», dice amargamente Sánchez, quien lamenta que «cuando renuncié al Mundial nadie se acordó de mí. Pero fue un palo más duro todavía decir que no podía ir a un Europeo que se hacía en casa. Eso ha sido lo peor», dice con voz entrecortada un atleta que también ha tenido que sobreponerse psicológicamente al hecho de «no poder hacer bien mi trabajo y que la gente se olvidara de que estoy aquí».

Cuando faltan poco menos de dos años para los Juegos Olímpicos de Londres, su próximo gran reto, ni se preocupa de qué beca le darán para 2011 después de un año casi en blanco. «Es algo que no me preocupa», comenta. Ahora lo único que quiere es «poder trabajar al cien por cien, en plenitud de facultades, algo que no ha ocurrido en los últimos tiempos. Imagino que la próxima temporada empezaré la preparación un poco más tarde y que no estaré bien al principio, pero lo importante es que ahora la cadera quede en su sitio y poder entrenar». Sabe que si los problemas físicos se convierten en un mal recuerdo, todo el mundo se volverá a acordar de él.