Lo único bueno que tienen las peleas son las reconciliaciones. Qué momento más dulce. Palabras cariñosas, besos, arrumacos, el roce de la piel... Y esto fue lo que ocurrió ayer entre el Real Murcia y su afición, un matrimonio mal avenido desde hace tanto tiempo que ya nis acordábamos cuándo fue la última vez que el público salió de Nueva Condomina con una sonrisa dibujada en el rostro.

¿Y quién era el gafe? Seguro que el número trece no, porque ayer se disputó la decimotercera jornada, mal número para los supersticiosos. En jornadas precedentes habían puesto incluso ajos en las porterías, como en el encuentro ante el Cartagena, pero de nada sirvió en el derbi. Sin embargo, sí se pueden buscar revulsivos. La presencia de Jesús Samper seguro que no, ya que ha estado en otras ocasiones. Por tanto,

deberíamos ahondar en lo atípico. Podría ser Alejandro Valverde, el ganador de la Vuelta a España, que hizo el saque de honor y que le entregó a un abonado, Juan Gracia, una bicicleta que se ha sorteado esta semana. También podrían ser los mensajes subliminales que se lanzaron en el videomarcador. Uno de ellos, que iba acompañado por una imagen de la afición, decía 'juntos podemos'. Otro, 'la lucha tendrá su recompensa'. Pero quizás el mal fario lo cortó una pancarta que colgaba en el fondo norte muy explícita y que se hacía una pregunta: '¿No se os cae la cara de vergüenza?'. ¿O el revulsivo fue el aficionado que acudió con una trompeta? Que vuelva, que es de agradecer escuchar las notas de un instrumento ten melodioso.

El videomarcador no sólo fue protagonista porque reflejó, por fin, un triunfo. También lo fue porque se hizo un pequeño lío con los autores de los goles –durante unos minutos, el segundo se le atribuyó a Mario Rosas y no a Natalio–, y porque el cronómetro no funcionó durante toda la segunda parte. Empezó a contar a partir del minuto seis, pero después de quedó a cero, para no confundir más a la afición. Ayer, por cierto, creció un poco la afluencia gracias a la iniciativa de que cada abonado dispusiera de una entrada gratis. De todas formas, tampoco es para lanzar las campanas al vuelo el hecho de que acudieran 11.760 espectadores.

Y al finalizar el partido a todos se nos quedó una imagen, también atípica como lo enumerado anteriormente: todos los jugadores haciendo una piña en el centro del campo aplaudiendo al público. Que se repita, por favor, porque juntos podemos.